lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 15 --- Viejas memorias

Era difícil para Hannah pasar por alto las revelaciones que Sarah le enviaba. Cada vez se le hacía más obvio que había muchas cosas por descubrir, en especial sobre ese último sueño. Ella lo había tenido tres veces esa semana, y por más que no lo demostrara, cada vez tenía más ganas de olvidar ese estúpido trato y volver a investigar.

Snape, no parecía estar vigilándola. Hannah suponía que luego de contarle la verdad, estaría sobre ella como un guardaespaldas, siguiendo cada uno de sus movimientos, para cerciorarse de que no rompiera su promesa. Pero evidentemente luego del beso no previsto, había decidido poner distancia. Eso, de a ratos, le hacía pensar que era la situación perfecta para investigar sin que él se entere. Pero luego pensaba que si él llegara a saberlo lo perdería para siempre, y se echaba atrás.

Las chicas no habían vuelto a Hogsmeade desde aquella vez, así que tampoco tenían idea de cuál era el significado de aquellas palabras o de dónde podía estar la intrigante “Caverna resplandeciente”, donde había sepultado algo que se seguro era importante. Hannah en su sueño tenía la respuesta, pero no parecía muy interesada en comentarla. Y si lo hubiera hecho, las chicas de inmediato hubieran sabido cuál era la caverna en cuestión.

El problema era que todo estaba en Ann y su necesidad de volcar su vida hacia uno de los lados. No había vuelto a hablar con Snape desde ese día en que se burló de ella, y de hecho, había faltado a las siguientes dos clases de Pociones.

Hannah jamás hubiera pensado que Severus notaría su ausencia, pero él sí lo había hecho, así como también había notado que Ann tenía presente en todas las demás asignaturas y había estado sana y salva en todas las comidas, lo que ponía en evidencia que tampoco estaba enferma. Se le hacía obvio que lo estaba esquivando, pero nunca en su sano juicio le preguntaría por qué. Más bien se justificaba una y otra vez, cuando se sorprendía preguntándose por ella. “Es solo porque la muy estúpida va a reprobar si no va a clase pronto... pero se lo merece, a fin de cuentas...” entre otras excusas similares.

Summer y Chloe habían decidido volver una vez más a la casa a espaldas de Ann, pero el siguiente fin de semana no hubo visita al pueblo. La comunicación entre las chicas era la misma de siempre, y de vez en cuando, era Hannah la que hacía los comentarios chistosos. Su ánimo era relativamente mejor, claro que bastaba con que se cruzara a Snape en algún corredor o en las comidas, como para que volviera a estar triste y pensativa. Esto sólo se debía a que no era que ella se sintiera mejor, sino que estaba tratando de acostumbrarse a vivir con el dolor de un amor no correspondido, o al menos intentar aparentar que todo estaba bien.

En más de una ocasión, sus amigas se habían acercado a ella para hacerla hablar, pero se negaba o simplemente respondía con monosílabos. Pero fuera de esos momentos, las cosas estaban bastante bien.

A la siguiente clase se Pociones, a Ann no le quedó otra opción que ir porque había un examen, para el que por supuesto había estudiado bastante, ya que no solo quería impresionar a su profesor, sino que también esa era la utilidad que le había dado a las horas que había faltado. Snape no dijo nada cuando ella se presento, y ni la miró cuando le entregó el examen. Esto parecía bastante normal delante de los demás, pero entre ellos era distinto. Había un lazo psíquico ineludible en el cual, cada vez que estaban cerca, ambos pensaban en lo mismo: el otro.

Pasado un tiempo, Hannah comenzó a decidirse. Si no averiguaba lo que sea que ese sueño significaba, la seguiría perturbando para siempre. Era el único que se repetía con frecuencia y eso estaba comenzando a cansarla. Ya no parecía que su hermana hubiera querido que ella le recordara, sino que quería que recordara algo en específico.

Fue así como terminó decidida a contarles a sus amigas el recurrente sueño, y comunicarles su retorno a la investigación.

_Mira, Ann... nosotras nunca la dejamos de lado.

_¿Qué quieren decir?

_Que la última ida al pueblo, fuimos a revisar la casa vieja.

Hannah lo comprendió, y se sintió mitad disgustada por el engaño, y mitad orgullosa de sus amigas.

_Por eso querían que yo distrajera a Severus.

Chloe hizo un gesto de asco.

_Por favor, cuando esté yo presente, llámalo por su apellido. Cada vez que lo llamas por su nombre, automáticamente recuerdo lo que sientes por él y en especial me imagino el beso.

Ann se mordió el labio.

_Como quieras –dijo-. ¿Pero era eso?

_Sí. Queríamos que lo distrajeras –contestó Summer-. Pero de todos modos, no encontramos nada interesante en el armario.

_Tendremos que ir a revistar nuevamente las tres juntas. Si Sarah de verdad quiere que encuentre algo, habrá una visión. Lo sé.

* * *

Y no había demasiadas opciones. No les quedaba otra que creer esperanzadas que así sucedería. El claro problema era que con el mal tiempo y las apariciones de Sirius Black en el pueblo, estaban a punto de suspender las visitas. Los Dementores, en contraposición de la opinión del ministerio, eran una amenaza más grande que el propio Sirius Black. Seguían ignorando las órdenes de Dumbledore y aparecían en los partidos de Quidditch. La ventaja era que gracias a las clases antidementoras de Lupin, Harry Potter ya no tenía problemas, lo que significaba que aún Gryffindor podía ganar el campeonato.

Mientras que las chicas no pudieran ir al pueblo, no había demasiado para hacer. Trataban de tener los deberes al día para no tener que regresar temprano cuando pudieran ir, y anotar todo lo que se les ocurría que podían revisar una vez que estuvieran allí, para no tener que pasar por el frustrante momento de estar en las carrozas de regreso, y decir:

_¡Cielos! ¡Olvidamos fijarnos en...! –porque significaría tener que dejar pasar vaya uno a saber cuánto tiempo más.

Finalmente llegó el día en que podrían pasar la tarde en el pueblo. Una mañana jamás había sido tan lenta en sus vidas, a pesar de que los días se habían vuelto bellos y primaverales. Los alumnos paseaban por los terrenos en sus horas libres... y en las ocupadas que decidían convertir en libres.

Chloe paseo con Nícolas de la mano. Era lindo verlos, sonrientes y tranquilos. Loe era muy enérgica y habladora, pero su novio tenía algo que la hacía calmarse un poco, y ser más seria.

Summer terminó de hacer un trabajo para recuperar nota en Adivinación, ya que había perdido el primer examen, y Hannah... ¿Hannah?

Allí estaba ella, en la lejanía, paseando en espera de que llegara el momento de ir al pueblo. Sentía la necesidad de no hablar con nadie y menos con sus amigas que si la llegaban a ver “rara” de nuevo, le volverían a preguntar por Snape; pero al mismo tiempo, al estar sola era cuando más recordaba a Severus. Pensar que esos eran los mismos caminos que él había transitado con Sarah, cuando eran amigos o novios a escondidas. Pesar que Sarah lo había tenido todo para ella, y no lo había sabido aprovechar.

Se sentó. Pensar que en ese momento, Ann hubiera dado cualquier cosa por tener lo que su hermana había tenido, aunque sea por un segundo. Se llevó las manos a la cara. Nuevamente se debatía entre lo que anhelaba, lo que se preguntaba, lo que necesitaba, y lo que sentía. Era tan difícil decirlo... debía hacer las cosas sin pensar y lamentarlo luego de haberlo hecho, porque no tenía ni fuerzas ni madurez para tomar esa decisión.

Camino al pueblo no dijo ni una palabra. Solo escuchó los comentarios de sus dos amigas, y sonrió por los chistes que merecían, por lo menos, una buena carcajada. Estaba nerviosa, pero trababa de no pensarlo. Fueron al patio trasero y subieron por la escalera de mano oxidada y escondida en las enredaderas. Ann fue la última en subir.

Ahora las tres estaban calladas. Entraron por la ventana que seguía sin estar tapada con maderas, lo que probaba que Snape tampoco había regresado en ese tiempo. Hannah fue la primera en entrar. Lo habían decidido de ese modo, ya que si Sarah tenía algo que mostrar, se lo mostraría a ella.

Todo estaba en penumbras. Las tres niñas ya estaban dentro. Ann no sentía nada del otro mundo, y puso su mano en el frío y polvoriento picaporte. Quería mirar el primer piso, a lo mejor era allí donde había un sótano con una cueva o algo así.

Al igual que en el otro piso, allí los muebles también estaban cubiertos con telas blancas. El suelo, de baldosas negras, estaba cubierto de una gruesa capa de polvo. Sus pisadas se marcaban en él a medida que la niña avanzaba.

Chloe, en la planta alta, vigilaba la ventana mientras que Summer revisaba unas cajas que había sacado de abajo de la cama. Ninguna había querido bajar. Hannah seguía caminando lentamente por miedo a tropezar, ya que no se veía mucho de la oscuridad que había.

Notó unos grandes ventanales del lado izquierdo, que no estaban tapeados, sino que tenían bajada la persiana. Sabía que si alguien llegaba no tendría tiempo de volver a bajarlos antes de huir, pero en ese momento no le importó. El ruido que causo al subirlas fue tan fuerte que le paralizó el corazón a sus amigas que no sabían lo que pasaba y que el único motivo por el que no habían salido corriendo, era para no dejarla sola. Se asomaron, y al ver que había sido ella la insultaron y volvieron a sus puestos.

Chloe le había dicho que no había sido buena idea, pero ella prometió volver a bajarla en seguida. Comenzó a levantar las telas blancas y ver los muebles y dentro de los cajones.

Eso parecía ser un living, con una pared construida a la mitad que lo separaba de la cocina. Había varias telarañas y algunas cosas tiradas, como cuadros y papeles. Parecían notas que alguna vez habían estado ordenadas en la mesita que había a la entrada. Decían cosas como “Fui a comprar cosas”, “Estoy con los chicos”; y en una caligrafía distinta, cosas como “Llegaré tarde del trabajo”, “No llegaré a cenar”, “No me esperes despierta”.

Hannah se sintió en repentina soledad. Como esperando algo que no llegaría. Se sintió como Sarah se sentía cuando cenaba sola y se acostaba a dormir sola en una cama fría. Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras dejaba las notas en el piso nuevamente.

Se acercó a la mesada de lo que suponía que era la cocina y abrió los cajones. Sacó un cuchillo aún afilado. No supo por qué, pero se quedó mirándolo. Lo guardó en su bolsito. Escuchó un sonido arrastrado y bastante fuerte y vio en la pared como la luz de la habitación se estaba yendo. Su corazón dio un brinco. Tenía miedo de voltear. La persiana había caído, pero... ¿sola? Y cuando se dio vuelta, vio una pantera grande y negra, estaba sentada en el sillón, con sus ojos amarillos y brillantes hipnotizándola. Su corazón latía a gran velocidad, no supo cuento tiempo estuvo mirándola.

El animal bajó del sillón y corrió escaleras arriba, ella la siguió. Vio como la pantera atravesaba la puerta como su fuera un fantasma. Entró, y vio que las chicas hablaban animadamente, como si no hubieran visto al gran felino entrar ahí. Como si no vieran que aquel animal, estaba junto a ellas sentado en el baúl que aún estaba cubierto con tela blanca.

Las chicas se miraron y se quedaron calladas. Luego de una pausa en la que Ann se acercaba al baúl, Summer preguntó:

_¿Ocurre algo?

Hannah no alcanzó a explicarles que no estaban solas. La pantera se disolvió como si fuera de humo negro, y haciendo que la tela se deslizara. Ann vio que se trataba de un baúl antiguo con siete candados.

Las chicas también lo miraban. Se acercaron a él.

_No tenemos la llave...

_Debe estar aquí escondida...

_¿Pero como saberlo?

Ann permanecía en silencio. Metió la mano en el bolsillo donde siempre tenía esa llave, porque no sabía cuándo podía llegar a necesitarla.

_Creo que acabo se relevar otro misterio... –dijo en voz baja.

_¿Cuál?

_El de por qué Snape siendo mago, cierra su despacho con llave y no con un Encantamiento...

Puso la llave en el candado seis, completamente segura de lo que sucedería: nada. El número que veía en su mente era el ocho. El número favorito de Sarah era el ochenta y dos. Seis y dos, son ocho. Giró la llave y sin intentar abrir el baúl, la puso en el segundo candado. Le dio vueltas hasta escuchar un suave “crak” y sin que tuviera que hacer fuerza, la tapa comenzó a despegarse con tan solo sentir el suave roce de la mano de la niña.

Summer y Chloe retrocedieron, Hannah se acercó. Había una escalera dentro y todo se veía oscuro.

_Yo bajaré primero. Ustedes vigilen.

Bajó los escalones que crujieron con cada paso. Sentía el pálpito de su corazón en todo el cuerpo y lo escuchaba con claridad en sus oídos. Llegó al final, donde pudo vislumbrar los plateados contornos de una puerta adornada que había conocido en un sueño. Lentamente sacó el cuchillo que acababa de tomar del cajón, mientras todo iba adquiriendo sentido en su cabeza, aunque ella no lo percibiera. Nuevamente aquella sensación de tener la cabeza vacía de pensamientos y ser arrastrada por un instinto incontrolable.

Con la punta afilada, realizo un corte lineal y profundo en su mano. Cuando la sangre comenzaba a salir, la apoyó en la pared de piedra y la deslizó. Sintió un temblor que supo que solo ella podría sentir, y la pared comenzó a ahuecarse, marcando una entrada de la que comenzó a salir una luz blanca, brillante, incandescente.

Camino con tranquilidad. Una calma extraña la conducía al interior. La luz se fue apagando, y llegó a un lugar donde había más espacio. Era una habitación circular, iluminada por miles de estrellas en el piso, las paredes y el techo. Todo lo demás era de un negro tan profundo, que hizo que Hannah pensara que nunca hasta ese momento, había visto ese color. Algunas estrellas eran del tamaño de canto rodado, y otras tan pequeñas como granos de arena.

_Sepultada en la caverna resplandeciente... -susurró.

En el medio había una ermita, decorada con finas hileras de estrellas brillantes, y sobre ella reposaba un libro de páginas amarillas que no necesitó abrir para saber de qué se trataba. Se acercó a él y con una mano temblorosa lo tomó. Lo sostuvo unos instantes y luego se dispuso a salir. No despegaba sus ojos de él. Subió las escaleras. Salió del baúl que se cerró (tapa y candados) en cuanto ella sacó el último pie.

En silencio las chicas la miraron expectantes.

_¿Eso es...? ¿Es él...?

_Es el diario que Sarah escribió mientras vivía aquí. Lo leeré y sabré si Snape me mintió o no. Sabré adónde planeó escaparse mi hermana.

* * *

Antes de salir de la casa y encaminarse al castillo, hicieron correr aire con sus varitas, para levantar el polvo y que se borraran las huellas. El profesor de Pociones no había aparecido, y para cuando lo hiciera, si lo hacía, el polvo habría decantado nuevamente y él nunca sabría que ellas habían entrado.

En silencio volvieron al centro del pueblo, como era temprano dieron unas vueltas para no levantar sospechas, tomaron cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas, compraron golosinas en Honeyducks y luego fueron a tomar una carroza para regresar al castillo. Chloe se encontró con Nícolas y se quedaron otro rato en Hogsmeade, así que sólo regresaron Summer y Hannah.

Entraron junto con otros alumnos al Gran Hall y cuando estos se disiparon, cada uno tomando su camino. Ann notó que Severus Snape estaba entrando desde las mazmorras. Se miraron, ninguno dijo una palabra. Summer, repentinamente, notó que sobraba.

_Eh... Ann... te veo luego –se despidió y se fue.

No eran necesarias las palabras para que se notara una conexión como esa. Él se acercó a ella con paso lento y en silencio. Cuando la tuvo a corta distancia, le dijo:

_Necesito hablar contigo en este momento.

“Pues, mándalo por escrito porque no tengo tiempo se escuchar tus balbuceos, maldito cretino...”

_Ahora no puedo, lo siento.

_Sí, si puedes. Me imagino que desde que te ahorras el tiempo de las clases de Pociones tienes minutos de sobra.

_¿Es un reproche? –preguntó ella desafiante.

Él no respondió, ni siquiera sabía por qué le había dicho eso. Lo que menos quería era que ella supiera que él estaba harto de que faltara a su clase porque sí... ¿por qué no se ausentaba de Adivinación o de una asignatura menos importante?

_Ven a mi oficina de inmediato.

Decidió no discutir más. En realidad hacía tiempo que quería que él le hablara, aunque sea para regañarla. Si en ese momento le había hablado de ese modo, era porque tenía el diario de su hermana en el bolsito, y prefería irse a leerlo o esconderlo, y no tener en sus manos y prácticamente delante de él, la evidencia de que había roto su promesa.

Entraron y él cerró la puerta. Se sentaron y el abrió una carpeta negra que tenía sobre su escritorio.

_Estuve haciendo algunas averiguaciones que nunca me había molestado en hacer, pero en vista de que toda esta historia salió a la luz me pareció apropiado.

_¿Qué? ¿Realmente acabas de decir lo que yo escuché? –preguntó sin creerlo.

Él le mostró los papeles que había dentro de la carpeta.

_Son certificados de defunción, de tu familia... la biológica. Todos tienen la misma fecha: 25 de Julio de 1989. Al parecer tu familia no te abandonó, los asesinaron. Sarah ya se había ido en ese entonces y el Señor de las Tinieblas, o un mortífago, pensó que ellos ocultaban información del paradero de ella. Ellos, obviamente decían la verdad... dudo que supieran dónde estaba Sarah. Lo que no he sabido aún es dónde estabas tú que no fuiste asesinada ese día.

Silencio, Hannah miraba esos papeles con el mismo interés con el que un muggle miraría las boletas del supermercado.

_Me imagino. Irás y golpearás a cualquiera que me haya salvado –dijo con brusco sarcasmo.

Él no le respondió, no tenía sentido hacerlo. Luego de unos segundos, dijo:

_Pensé que tal vez te sería más fácil cerrar toda esta historia averiguando tu pasado. Ahora sabes que tu familia no te abandonó, al menos no con la intención de hacerlo.

_Claro, genial... ¡están todos muertos! –gruñó con más sarcasmo.

Se quedó callada mirando el vacío.

_Gracias –le dijo-. Pero no me cambia la vida esta información. Y me cuesta creer que hiciste todo esto nada más que para que “me sea más fácil cerrar esta historia”. Si quieres saber lo que pienso al respecto, es simple: tienes otra razón de la que estás sacando provecho. Nunca estuviste para hacerme la vida más fácil... dudo que lo intentes ahora. Con permiso.

Se levantó y se fue. Severus no le dijo nada, de hecho... él no tenía oculto ningún motivo por el que hubiera hecho esas averiguaciones. Simplemente había sentido curiosidad por aquella parte del pasado de su novia, de la que nunca había querido saber nada más.

Hannah subió a su cuarto, se recostó en su cama y abrió el libro que acababa de encontrar en la Caverna Resplandeciente. Quería sumergirse en los recuerdos de su hermana, para no pensar en nada acerca del presente que deseaba que se esfumase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario