lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 30 --- Víctimas y culpables

Sarah caminaba hacia una mesa en el medio de la Sala, pero Hannah no podía moverse.

_¡Vamos! No me digas que vas a quedarte ahí parada, porque... estaremos bastante tiempo aquí. Verás, en la Caverna Resplandeciente es de noche porque afuera es de día. Cuando aquí amanezca, será tiempo de que regreses al castillo.

Ann caminó hasta la silla vacía, en completo silencio y temblando un poco. Se sentó y puso los brazos sobre la mesa. Sarah la tomó de las manos y le dijo con una sonrisa.

_¡Cuéntame! ¿Cómo ha sido todo?

Hannah se soltó:

_¿Por qué no me cuentas tú? ¿Dónde has estado todo este tiempo?

_Cerca. Más de lo que crees, seguramente.

_¿Qué tanto?

_Ya habrá tiempo para hablar de mí. Es importante hablar de ti ahora.

_¿Por qué?

_Porque así como sé todo sobre ti, sé que necesitas aclarar tus pensamientos. Dime. ¿Cómo estás?

Ann no decía nada. Sarah la examinaba con minuciosidad, pero sin exigir respuesta. Ella más bien parecía comprensiva.

_Sí que somos parecidas –dijo sorprendida-. Es realmente increíble. Aunque yo a los trece años no me arreglaba tanto como tú. Solía llevar el pelo tal como ahora, por la cintura y ondeando al natural... no lacio y por el hombro. Claro que tampoco tenía novio... sólo tenía amigos. Debes estar muy feliz de estar con Aidan, aparte parece un chico adorable. Me recuerda a Joda.

_Sí, se parecen.

_Chloe me hace reír. Es muy simpática. Si en Hogwarts hubiera habido una chica así en los ochenta, de seguro me habría hecho amiga también.

_Puede ser.

_Y Summer es una chica muy inteligente. Es bueno que la casualidad las haya juntado. Sobre todo porque la necesitabas mucho en ese momento.

_Es cierto.

Sarah se puso seria repentinamente. Alzó una ceja y dijo:

_¿Por qué no hablas? Tú no eres tan callada. Has hablado con Remus con más confianza que conmigo y él es tu profesor... yo soy...

_¡Una extraña! ¡Una completa extraña! –estalló Ann sin previo aviso- ¿Por qué no me dices por qué estuviste desaparecida todo este tiempo, en vez de hablarme de las personas que ya conozco y que me sostuvieron y apoyaron en toda esta situación que tú creaste?

Luego de los gritos y cuestionamientos de Hannah, la Cueva pareció más silenciosa que antes. Sarah comprendió que no podía seguir posponiendo su historia, pero era muy difícil para ella contarlo. Había pensado que sería muy fácil, pero al ver a la frágil criatura de trece años delante de ella comprendió que le dolía muchísimo romperle el corazón.

_Imagino que tienes muchas preguntas además de esa para hacerme...

_Pero esa es la más importante, porque es la que he tenido en la cabeza desde que supe de tu existencia.

_Ya te la respondí. Estuve cerca, no necesitas saber más que eso. Hay algo muy importante que tengo que decirte y cuando lo haya hecho no te va a importar ni un poco dónde he estado todos estos años. Pero entiéndeme. No es fácil.

Al oír aquella voz temblar, Ann sintió pena. La contempló un rato, recordando que aquella chica también había sufrido y que de lo contrario, jamás la habría abandonado.

_Está bien... tómate tu tiempo –le dijo.

Sarah esperó en silencio, y la tensión que había en el aire se fue esfumando. Era necesario que ambas tuvieran deseos de tener esa conversación, pero Hannah había llegado con ganas de cuestionarle todo y no de verdaderamente escuchar lo que ella tenía para decir.

_Te enamoraste de Severus ¿verdad? –preguntó, sin sonreír, pero tampoco parecía enojada.

Ann asintió.

_Me temía que eso podría suceder. Era obvio que con lo mucho que nos parecemos eso pasaría. Por suerte tomé medidas al respecto…

_Pero si has estado tan cerca como para saber sobre mi novio y mis amigas... ¿cómo es que no sabías eso? ¿O me lo preguntaste sabiendo la respuesta?

_Porque tú también eres orgullosa. Tanto como yo. Y es difícil para mí saber algo que no haces público. Tú reprimes determinadas cosas, y yo no soy adivina. Todo lo que sé de ti es lo que tú dejas ver. Dejas ver que quieres mucho a Aidan, dejas ver que estás bien... y dejas ver que tu mirada cambia cuando te cruzas con Snape en los corredores. A mí me pasaba lo mismo. Debe ser lo místico que se ve de negro ¿verdad?

_¿A qué te refieres?

_¿No te encanta que sea antisocial? ¿Que siempre ande callado y de negro? ¿No te encanta su máscara enigmática?

Hannah no dijo nada y miró el piso.

_Sí, te encanta –respondió Sarah-. Sabía que sucedería.

_¿Y qué piensas de eso? –quiso saber.

_¿Qué pienso? No hace falta que yo piense algo, lo de ustedes es, desde el principio, algo completamente imposible.

_Pero hay veces que... tengo la sensación de que él siente lo mismo ¿sabes?

_Estoy segura de que él siente lo mismo –dijo- y no porque tu amiga Summer me haya lavado el cerebro a mí también, tengo mis propios motivos para pensar que te corresponde. Así como tengo razones para pensar que no. Pero lo importante es que ustedes jamás podrán estar juntos.

_¿Por qué?

_Porque hay cuestiones más fuertes que los sentimientos. Cosas terribles que hacen que dos personas, por más que se amen, no puedan estar juntas.

_No lo creo.

_¿No lo crees? ¿Qué mi diario no es una prueba de ello? ¿Acaso estás ciega? ¡De haberlo sabido, te habría dejado uno en Braile! Yo lo amé, lo amé mucho. Más de lo que hubiera querido. Y estoy segura de que él me amó también.

_En tu diario lo dudabas.

_Uno siempre duda en el presente. Pero cuando el tiempo pasa, y lo ves a la distancia, las ideas cambian porque los miedos ya no están. Tú por ejemplo ¿Qué me dijiste? “A veces tengo la sensación de que él siente lo mismo”. No dijiste “Estoy segura de” o “pienso que”. Las sensaciones son confusas. Por como lo dijiste, me cabe pensar que también crees que eso puedo no ser así ¿verdad? ¿Crees que cabe la posibilidad de que él no te quiera?

_Sí, cabe esa posibilidad.

_¿Tienes miedo de que él no te quiera?

_Sí.

_Bueno, perfecto. Eso mismo me sucedía a mí hace años. Tenía miedo de que él no me amara, tenía miedo por lo que estaba viviendo... pero ahora que no temo más, puedo ver bien lo mucho que él me amó. Pero su amor no fue suficiente. Falto confianza, faltó comunicación, faltaron muchas cosas.

Silencio. Sarah miró alrededor, sonrió con nostalgia y luego le dijo:

_¿Sabes cuándo cree este lugar?

_No. En tu diario no lo contaste.

_Porque lo construí luego de dejar de escribir. A pesar de ver la marca tenebrosa en su brazo, y a pesar del miedo que tenía, no me fui de casa ese día. Ni siquiera esa semana. Me costaba mucho decidir qué hacer. Un día estaba muy segura de una cosa, al día siguiente muy segura de lo contrario. Mi cerebro me decía que debía marcharme sin dar explicaciones, que era mi vida y yo tenía que decidir por ella. Pero mi corazón seguía con Severus, incondicional, esperado que él renunciara al Señor de las Tinieblas y me eligiera. No me hubiese importando morir en manos del Señor Oscuro, con tan sólo saber que Severus me prefería a mí. Pero ya ves cómo son las cosas, que eso jamás sucedió.

Secó inútilmente una lágrima. Era más que obvio que sería una noche de lágrimas para ambas.

_Lo que me tenía esperanzada en aquél entonces, era que él tampoco me había denunciado. No le había dicho a su adorado Jefe que yo lo había descubierto. De haberlo hecho, de seguro me hubieran aniquilado al instante. Yo sabía que él lo hacía por protegerme y era por eso que me quedaba junto a él. Después descubrí que estaba embarazada, y eso obviamente, complicó mi decisión. Hasta ese momento, yo sabía que a la menor discusión podía huir con Sirius y fin, pero... no es tan fácil evaluar las cosas cuando descubres algo así. Un hijo, sea cual fuere la situación, te cambia la vida. No sabes la cantidad de veces que pensé en decírselo... sentía que si lo hacía él recapacitaría y...

Hizo una pausa prolongada, se notaba que le costaba hablar.

_...pero no. Por otro lado, sabía que si él cambiaba y volvía a ser el de antes, tenía que hacerlo por mí y porque me amara... no porque accidentalmente había quedado embarazada. Si nuestro amor no nos une, no lo hará un hijo tampoco, o al menos no de manera definitiva. Una noche, de esas en las que él no venía a casa, tomé una decisión. Decidí que a pesar del amor que sentía, había algo que yo debía hacer para asegurar mi vida, y enterrar mis sentimientos. Pero no era fácil. Había mucho que pensar, mucho que planear. Y por eso cree este lugar. Sabía que lo necesitaría tarde o temprano. Muchas veces había pensado hacerlo por miedo a los mortífagos, pero lo pospuse hasta que de verdad lo necesité. Te imaginarás que por entonces, los sirvientes de El Que No Debe Ser Nombrado, eran lo que menos me importaba, así que cuando hice esto, fue para darle otra utilidad. Aquí venía a pensar las cosas, armarlas. Ver con la ayuda de quienes contaría. Sólo necesitaba a una persona. Esta persona debía darte el diario en el momento indicado. Sabría darse cuenta sólo, más adelante sabrás por qué. Una vez que te diera el diario, era cuestión de tiempo. Tu propio instinto y tu propia curiosidad te guiarían hasta aquí y ahora. Pero esa persona no se ocuparía sólo de darte un libro... había algo inmenso que podía hacer por mí, y casi más y no estuvo dispuesto a hacerlo.

_¿Quién?

_Dumbledore, por supuesto. Albus siempre había querido ayudarme. Por esos años, nos veíamos muy poco porque él temía que me hicieran algo si supieran que éramos amigos. El se había ablandado mucho conmigo, desde que me enojé porque no me dejaba formar parte de la Orden del Fénix y por eso prometió ayudarme antes de saber qué tipo de ayuda necesitaría. Obviamente, cuando le conté lo que pretendía, me advirtió que no era lo correcto, y cuando le dije sobre mi embarazo, se reforzó esa teoría. Pero una promesa es una promesa, y me ayudó a pesar de estar en contra.

_Pero aún no me has dicho qué fue lo que hiciste.

_Es que no es algo muy fácil de contar, entiéndeme. Supe todo este tiempo que este momento llegaría, y ahora descubro que no estoy lista para concluir todo este asunto.

Silencio. Una vez más, Ann optó por la paciencia. Sarah tardó varios segundos en retomar.

_No podía contar con los Merodeadores, porque su postura acerca de Severus no era nada neutra. Lo matarían sin contemplaciones en cuando yo les dijera que él era mortífago, así que la protección entre Severus y yo era mutua. La única a la que le conté sobre la marca tenebrosa y mi embarazo, fue a Lily. Pero aún así no tuve fuerzas para decirle mi plan cuando decidí que hacer. Y eso que en su momento no lo veía tan complejo como ahora que lo estoy viviendo.

Hannah ansiaba saber a qué se refería Sarah con esa cantidad de palabras que no llegaban a nada, y que reculaban cada vez que estaba por soltar la verdad. Pero no quería seguir presionándola, porque a medida que el relato avanzaba, más se ponía de manifiesto lo mucho que le costaba a ella contarle todo.

Ahora, pasado bastante tiempo desde su llegada, Hannah podía ver que la sonrisa con que Sarah la había recibido, no había sido más que una expresión de deseo del sentimiento con el que de verdad habría querido recibirla. Pero había sido una sonrisa falsa, nerviosa y tal como Sarah... una sonrisa que escondía una oscura verdad.

_Somos distintas ¿verdad? –dijo Sarah.

Ann estaba confundida.

_¿De qué hablas? Jamás me hubiera metido en esta historia si tú y yo no pareciéramos gemelas.

_No me refiero a eso. Claro que físicamente somos parecidas. Pero temperamentalmente somos distintas. Es extraño. Tienes el mismo carácter que yo, contestas de la misma manera, de enojas por las mismas cosas que yo y haces justamente lo que yo haría. Pero todo eso es impulsivo... a la hora de pensar, somos distintas. Supongo que eso se debe a que crecimos diferente. Con vidas diferentes. Asumo que tú eres lo que yo sería si hubiera tenido una familia que me ame y amigos desde la infancia. Tuviste cosas muy valiosas, cosas que yo no tuve... y que necesité. Tú no viviste con la familia de Snape al azar. Yo me encargué de eso. Sé que es una pieza que hasta hoy, no había encajado en tu vida. No tenías la respuesta de cómo misteriosamente terminaste allí… yo sí lo sé. Detrás de ti hay cosas siniestras, cosas que ni te imaginas… cosas que no sé si hubiera hecho de haber sabido cómo me sentiría ahora por eso. Pero ya está. No se puede revertir, y por eso ahora me toca a mí dejarte ese peso. Y quiero que por favor… no me juzgues y trates de entenderme.

_Dímelo.

_Mi vida era horrible. Y todo por culpa de una persona. Una persona a la que yo amaba, pero que llegué a odiar. Turbias eran las cosas que sucedían después de que dejé de escribir. Me llené de ira… el dolor y el rencor, eran más fuertes que el amor, y así llegué a la conclusión de que sólo una cosa podía aliviar todo lo que yo llevaba adentro. Escucha a tu corazón, sabrás a qué me refiero…

Ann se quedó en silencio y una palabra llegó a su mente con tal firmeza que parecía que se la hubieran dicho.

_Venganza.

_Así es. Quería vengarme. Quería canalizar todo el dolor que sentía y desbordarlo en el sufrimiento de otro… pero no de otro vago o ambiguo… de EL otro… de él.

Los ojos de Sarah se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar silenciosamente.

_Yo… con ayuda de Dumbledore… realicé el Maleficio de la Venganza.

Hannah se echo hacia atrás en el asiento, sorprendida.

_Pero… no –estaba asombrada, demasiado como para pensar-. ¡Tú no podrías! Puedo entender que la situación de ustedes no fuera buena, pero no tanto como para…

_Eso es porque no sabes lo que pasó la noche que me fui… pero te lo mostraré, y cuando lo hayas visto… sabrás que hacer.

Sarah chasqueó los dedos, y todo se volvió un remolino de colores. Parecía que toda la Caverna Resplandeciente se estaba yendo por un torbellino. Todo fue disolviéndose, y ella caía. La negrura invadió los alrededores y no supo dónde estaba ni adónde iba. Seguía cayendo…

Aterrizó en algo mullido, y más suavemente de lo que creyó que sería. Estaba en uno de los sillones del living de la casa de Sarah y Snape.

Miró el reloj, que marcaba las nueve. Era de noche, por lo que puso ver a través de la ventana. Sarah estaba allí, pero no Severus. El hombre sentado junto a ella era Sirius. Se tapaba la cara con las manos, mientras ella lloraba débilmente. Además de las respiraciones de cada uno, no es oía nada más. Estaban quietos, parecía una foto gigante.

_¡Si me lo hubieras dicho…! –comenzó él, se destapó la cara-. Prometiste que me dirías si alguna vez eras infeliz. ¿Estuvieron peleados todo este tiempo y no me dijiste nada?

_No era fácil, Sirius. Yo pensé que esto iba a solucionarse…

_¿Crees que su cambio de actitud se deba a que… no sé… sea Mortífago?

Sarah miró hacia otro lado y contestó.

_¡Ay, por Dios, Sirius! ¡Qué cosas dices! ¡Estoy segura de que no!

El alzó una ceja, pero no dijo nada. Ella esperó un rato, y luego habló.

_Ahora que sé que no hay arreglo posible entre nosotros, decidí llamarte precisamente por esta promesa que te hice.

El rostro de él se iluminó y sus ojos brillaron con aquel fuego que hacía tiempo no mostraban. Ella le sonrió y él abría y cerraba la boca como si no supiera qué decir primero. Luego de unos segundos, expresó con palabras algunos de los pensamientos que se habían atorado en su mente.

_¿Qué? ¿Lo dices en serio? ¿Huirás conmigo?

_Sí, Sirius. Cuando miro hacia mi pasado, me doy cuenta de que fuiste lo único que siempre estuvo. Incondicionalmente, protegiéndome, cuidándome, queriéndome… sin importar cuán estúpida yo fuera.

El la miró durante unos segundos y comenzó a acercar sus labios a los de ella, la sostuvo delicadamente de la cara y en el último segundo, Sarah se echó atrás. El no comprendía.

_¿Qué sucede?

_Que… por más que todo haya terminado, aún no he roto oficialmente con Severus.

_Pero…

_Lo sé, suena tonto, pero… no quiero hacer las cosas mal. No contigo. Por primera vez en mi vida tengo que hacer las cosas de la mejor manera porque tú te lo mereces –lo acarició-. Vete, espérame en tu casa. Iré a empacar mis cosas mientras lo espero. Cuando haya terminado, iré para allá y nos fugaremos juntos.

El no dejaba de mirarla con amor y ternura, en silencio, mientras ella decía esas palabras. Ambos pensaban lo mismo “Ya esperamos bastante, es cierto”. Pero Sarah, además, pensaba que no costaba nada esperar unos minutos más.

_Lo que quieras, amor. Como quieras. Nada puede arruinar esta felicidad… nada –le dio un beso en la frente-. Me iré a preparar mis cosas, nos vemos en un rato.

Se levantó arrojó polvos al fuego que se tornó color esmeralda y desapareció en un remolino de chispas y cenizas.

Ella se quedó pensativa, y la imagen delante de Hannah comenzó a esfumarse, al tiempo que otra aparecía, el reloj más cercano marcaba las 12 de la noche. Sarah estaba parada junto a la ventana, mirando por una hendija de la cortina.

Su rostro estaba triste, y respiraba como si quisiera calmar un llanto que no se veía. La habitación estaba tenuemente iluminada con velas, y ella estaba vestida con el mismo vestidito blanco que en la conversación con Sirius. Sobre la cama matrimonial recién tendida, había una valija llena y cerrada. Ann se acercó a ella y miró lo que Sarah miraba. No había nada, la noche parecía fresca y en perfecta calma.

Justo donde el sendero que conducía a la casa se perdía en la distancia, apareció una figura negra. Caminaba bastante rápido y con decisión. Cuando estuvo casi en la puerta, Ann vio que llevaba la varita levantada.

Sarah se despegó rápidamente de la ventana, escondió la valija bajo la cama y comenzó a sacar las frazadas y destenderla. Cuando terminó de hacerlo, volvió a su posición en la ventana, de espaldas a la puerta.

“Ya verás lo que te toca, Severus” escuchó Ann. Se sorprendió de que por primera vez podía oír los pensamientos de Sarah. Se escuchaban pasos veloces por la escalera, y luego la puerta al abrirse. Entró Severus apuntando a todos lados con la varita.

_Sarah… -le dijo.

_Ni me hables. Ya sé a qué vienes… supongo que tu Jefecito te pidió acabar conmigo, y no me sorprende, siempre supe que este momento llegaría… pero antes, hay varias cosas que quiero decirte.

_¿Qué? –Ann vio como el rostro de Severus se curvaba manifestando intriga, y su mano permanecía firme, ahora, apuntando en dirección a Sarah.

_Me voy, Severus. No hace falta que lo hagas, porque nunca volverás a verme. Me iré con Sirius. Es obvio que si eres Mortífago, es porque eres un cobarde que prefieres seguir al Señor Tenebroso para no enfrentarlo, y como sé que lo eres, sé que no te atreverías a matarme…

Se acercaba peligrosamente a él, con lentitud, como una pantera al asecho. El la miraba, su brazo comenzaba a temblar.

_Supongo que no te asombra mi decisión. Después de todo, ya lo sabías. Todo este tiempo supiste que Sirius y yo teníamos un romance y prácticamente hicimos el amor bajo tus narices… y es un buen escondite dado lo grandes que son –rió-. Era obvio que una mujer como yo no estaría con un… ser como tú. Pero eres… divertido. No sabes lo mucho que me divertí contándole a Sirius tus… intentos de complacerme. El lo hace sin siquiera esforzarse –se acarició el cuerpo como si recordara las caricias de su supuesto amante-… y tu jamás lo has logrado porque en amplios sentidos, no eres ni la mitad de hombre que él.

La mandíbula de Severus temblaba tanto como su mano, parecía que quería decir un montón de cosas que no era capaz de pronunciar. En sus ojos estaba el brillo de lágrimas incipientes, retenidas por la estupefacción y los nervios.

_Tú…tú…

_Sí, querido… yo, yo. Yo he gozado en esta misma cama las caricias y los besos de un hombre de verdad –le sonrió-. Pero supongo que no debe asombrarte… digo, lo sospechabas y me acusabas. Aparte ¿qué esperabas? ¿Qué me aburriera en estas cuatro paredes? Sabes que yo no soy así…

“Dile que esperas un hijo… dile que esperas un hijo… pero dile que es de Sirius” se escuchaba la voz de Sarah, pero ella no movía los labios. Severus no daba muestras de escucharlo tampoco “No, no se lo diré. No voy a mentir con la sangre de mi hijo… él nunca debe saberlo”.

_No sé por qué me miras como si te contara algo nuevo –la cara de él parecía rígida e incapaz de formar otro gesto, pero poco a poco comenzó a fruncir su entrecejo en clara señal de enojo, o peor… de profundo odio-. Ha sido la historia de tu vida. Nadie te ha querido de verdad. Ni tus amigos, ni tu padre… ni tu madre.

La varita de aquel hombre temblaba pero con más rigidez. Respiraba ruidosamente, nervioso, en una lucha interna. Al escuchar aquella palabra las lágrimas no fueron retenidas ni un segundo más. El había evitado ese tema de conversación durante años.

_Y tú que creías que no te hablaba porque no podía, porque estaba mal. Yo sí he escuchado su voz. Apenada, con lástima… poco antes de su muerte. A mí sí me habló. Incluso ella a la hora de elegir a quien darle ese regalo, me eligió a mí. Si siquiera ella te quiso. Has imaginado su voz, Severus, pero yo la he oido. Tu mamá no estaba loca, simplemente no te quería.

_Avada Kedravra!

Una cegadora luz verde, y Sarah yacía con los ojos abiertos y apagados sobre la cama que acababa de destender. Severus, de pie, completamente paralizado y aún con la varita en alto, dejaba escapar lágrimas silenciosas. Largo tiempo después comprendería lo que había hecho. La voz de Sirius lo trajo a la realidad. Provenía de la Sala.

_¡Sarah! ¡Sarah! ¿Estás aquí? Hace horas que te espero ¿estás bien?

Se oían pasos en las escaleras. Severus Snape, tomó la muñeca del cuerpo de Sarah y al levantar su varita, ambos habían desaparecido. Un segundo después, Sirius entró en la habitación:

_¿Sarah? ¿Dónde estás?

Aquella atormentada y preocupada voz, se convirtió en un eco. Ann lloraba en silencio, conmocionada. La historia que Sarah le había contado y aún más, la que le había mostrado, rondaban su mente como un tumulto de pensamientos incomprensibles. Y ahí estaba nuevamente. De pie en la Caverna Resplandeciente.

Sarah la contemplaba. Ella no parecía de diecinueve años. Tenía diecinueve años. Al igual que Hannah, estaba llorando.

_¿Ahora entiendes lo que hice? ¿Ahora entiendes por qué estás aquí?

_Venganza –contestó con seguridad-. Por el Maleficio de la Venganza.

_“Y reencarnarás de la sangre de tu asesino, para vengar con tus manos tu propia muerte” –recitó Sarah-. Como Severus es hombre, de su hermana… -corrigió.

Sarah avanzó hacia ella y ambos cuerpos se fundieron en uno, el de Hannah, o mejor dicho, en el de Sarah reencarnada en el mismísimo vientre de la hermana del amor de su vida.

* * *

Aún con un llanto desconsolador, corría escaleras abajo, pasaba a través de la chimenea, ignoraba a Albus Dumbledore que estaba sentado en su despacho y seguía su camino. Guiada por aquel impulso que recién ahora comprendía. Todo este tiempo había sido Sarah, la contraposición de su vida pasada y la vida que había tenido durante trece años, bajo la identidad de Hannah.

Había sido ella su propio misterio, y había sido ella su propia revelación. Ahora entendía sus sentimientos hacia Severus, ahora comprendía por qué tanto amor y tanto odio. Ahora podía ver con claridad los porqués de cada contradicción. Sabía lo que había pasado, lo que un mes antes de su muerte se venía anticipando. Venganza. Eso era todo. De eso se trataba.

Llegaba al despacho de ese hombre, de ese asesino. Al abrir la puerta sin siquiera tocar antes, lo encontró parado junto a una estantería en la que guardaba un frasco.

La contempló con la serenidad e indiferencia habituales. Pero ella no se detuvo, cerró la puerta de un portazo y avanzó hacia él. Le dio una bofetada e intentó seguir golpeándolo, pero él la sostuvo de las muñecas con firmeza. No llegó a preguntar qué le sucedía porque ella comenzó a gritarle:

_¡Nos mataste! ¡Te odio! ¡Eres un…! ¡Eres un…!

Pero ya no tenía fuerzas de dónde sacar insultos y nada más. Se dejó caer a los pies de él y continuó llorando.

Entre sollozos incontenibles, dijo:

_Estaba esperando un hijo tuyo…

Severus no sabía cómo reaccionar. Se agachó lentamente para quedar frente a ella, suavemente le puso una temblorosa mano en la cara y susurró:

_¿Sarah?

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