lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 23 --- El panóptico


_Ann... ¿te das cuenta de que lo que dices no tiene el menor sentido? –preguntó Chloe.
_Para mí tiene sentido –dijo Summer.
_Para ti todo tiene sentido, Sum, siempre mueves las ideas de la gente y las haces encajar. Pero ella no tiene nada con Snape, es imposible que sienta que...
_Mira, que no tengas nada –Summer se dirigía a Hannah-, no quiere decir que no quieras tenerlo. Por más que te gusta Aidan, aquí todos sabemos que sigues enamorada de –bajó la voz tanto que no se escuchó, pero de sus labios leyeron el nombre-... entonces, es obvio que sientes que estás traicionando tus propios sentimientos... y por eso sientes que estás siendo infiel. Es natural. Tómalo con calma –le dijo-. Esa sensación desaparecerá cuando te olvides de lo que sientes por él.
_¿Y si no pasa? ¿Y si nunca me olvido de él? Estaré lastimando a Aidan... y él no lo merece.
_Pasará, tranquila. El tema es que tienes que poner lo mejor de ti para lograrlo. Todo amor se puede olvidar.
_¿Recuerdas mi primer novio? –preguntó Chloe haciendo alusión a un noviecito de su segundo año en Hogwarts- Cuando empecé a estar con Nícolas, tenía miedo de cruzármelo un día y darme cuenta que no me había olvidado de él... ese miedo es normal, siempre está. Pero el otro día estaba con Nícolas yendo para su práctica de Quidditch y nos cruzamos con él...
_¡No lo habías contado!
_¡Porque no tuvo importancia y lo olvidé! Nos saludamos como si nada. Y no sentí nada especial por él... finalmente me di cuenta de que aquel fuertísimo sentimiento había desaparecido. Lo mismo te pasará a ti, estoy segura. Un día irás a clase se pociones y te preguntarás qué pudiste verle de atractivo. Y créeme, nunca vas a saberlo... yo todavía no entiendo como pudiste besarlo...
Hannah se quedó pensando unos instantes.
_Tal vez tengan razón.
Ellas asintieron.
_Pero tengo que aprender a manejarlo. Ya van varias veces que suelto la mano de Aidan delante de Snape, y yo sé que él se dio cuenta... ¿qué voy a decirle si me pregunta?
_No lo sé. Pero si no lo vuelves a hacer, tal vez él no te pregunte.
* * *
_¿Puedo preguntarte algo? –comenzó Aidan, días después.
_Sí.
_¿Tú... estás bien conmigo?
_¿En qué sentido?
Caminaban por los terrenos bajo la luz del sol, era un cálido día y habían decidido faltar a clases para darse el gusto de verse. La semana se había vuelto muy ocupada y ambos tenían tantos trabajos que hacer, que no tenían tiempo para estar juntos.
Una gran contribución a esto, fue de parte del profesor de Pociones, que había castigado a Aidan por una poción muy mala. Gracias a esa tarde destripando ranas, se le habían atrasado otras cosas, y cada vez tenían más tareas acumuladas para hacer. Esto era relativamente normal, porque se acercaba fin de año. Los cierres de las notas estaban un par de meses y la segunda mitad del año siempre se ponía agotadora.
Todos esperaban la llegada de las vacaciones de Pascua para tener aunque sea una semana para ponerse al día.
_No lo sé. Si tienes... algún problema con algo de mí, o si estás bien.
_Estoy bien –le sonrió-. ¿Por qué lo preguntas?
_Porque... me da la sensación de que todo está cien por ciento bien, pero repentinamente te siento distante y luego no, y luego sí... ¿entiendes?
_Oh, sí, claro. Eh... soy muy distraída y me suele pasar. Pero es algo de mi carácter, me pasa con todos, no es sólo contigo.
El alzó una ceja.
_¿Siempre le sueltas así la mano a la gente? ¿Con cuántas personas andas de la mano?
Ella se echó a reír.
_Sólo contigo –respondió-. Pero si te refieres a eso es que... va a sonar tonto, pero... me da vergüenza cuando hay gente. Es decir... nunca había estado así con alguien y no estoy acostumbrada. Eso es todo. Perdona si te lastimé o si te hice dudar.
_Lastimarme no, pero me hice unas cuantas preguntas al respecto –contestó él, parecía nervioso-. Dirás que estoy loco, pero pensé que tenía algo que ver con Snape...
Ella soltó una risa nerviosa.
_¿Snape? ¡Vaya! ¡Eso sí que no tiene sentido!
El se rió también.
_Bueno, es que... por lo que pasó luego de nuestro primer beso, sería lógico que no quieras otro castigo, pero ya soltarme así casa vez que lo cruzamos me parecía algo excesivo. Creí que... no, nada. Es medio paranoico de mi parte, así que dejémoslo así.
_¿Paranoico? –preguntó ella, algo asustada- ¿Qué fue lo que pensaste?
_Nada, nada... olvídalo. Es que no es un rumor precisamente nuevo... siempre ustedes fueron muy raros, eso lo sabe todo el mundo, pero de ahí a pensar que... nada. En serio. Está todo bien. Dejémoslo así.
La besó tiernamente y siguieron caminando. Pero de esa conversación se escuchó el eco en la cabeza de Ann durante todo el día y la noche siguientes. Tuvo insomnio. Eso era bastante común. Desde que tenía las visiones de la vida de su hermana, que no podía conciliar el sueño.
Afortunadamente, como ya no había casi recuerdos de los que ella le había dado, todo lo que soñaba era repetido y no se ponía tan mal. Se podría decir que había comenzado a asimilarlo. De todos modos, le costaba mucho (sobretodo cuando estaba con Aidan) ignorar a los Merodeadores cada vez que se los cruzaba en un pasillo... o cuando daba la vuelta en una esquina y todo repentinamente era de noche y Sarah y Snape jóvenes se besaban contra una pared. Pero comenzaba a vivir con eso.
Aidan por su parte, cuando la veía mirando a la nada con un gesto raro, creía que ella estaba pensando o recordando algo y le encantaba la forma en que la niña de abstraía del mundo real. Ella siempre volvía en sí al escuchar su voz, y le decía:
_Lo siento, recordé algo y me perdí... ¿Qué decías?
El le sonreía, la besaba y seguían su camino.
Los días pasaban y Hannah seguía sin poder evitar poner distancia de Aidan cada vez que se acercaba Snape por algún lado. Pero había aprendido a hacerlo con alguna excusa para que él no se sintiera mal. De modo que no había vuelto a preguntarle nada.
A pesar de todo, cuando llegaba la noche y Hannah estaba sola en la oscuridad pensando, no podía evitar que su mente regresara a Severus. Era tan difícil...
Sabía que lo correcto era seguir adelante con Aidan, tenía Fe en que se olvidaría de él. Pero cada noche pensaba si su profesor estaba dormido en ese momento, o si también le costaba conciliar el sueño. Claro que esa pregunta, dentro de las limitaciones de Ann, no tenía respuesta.
A veces lloraba silenciosamente, y se preguntaba por qué las cosas tenían que ser tan difíciles. A veces reía recordando algo que Aidan había dicho durante ese día. Sabía que estaba mal que sintiera que era amante de él, pero no sabía como evitarlo ni como sentirse tranquila con eso.
Trataba de repetirse siempre antes de dormir: “El no es nada tuyo, Aidan sí. Aidan es el legítimo. Severus... Severus nunca existió para ti”. Y cada mañana se despertaba pensado que así era, y eso la acompañaba todo el tiempo que había entre la Sala Común y el Gran Comedor, en el desayuno. Pero al entrar, por más que no lo mirara para no empeorar las cosas, se sentía debajo del peso de la mirada de Snape, se sentía invadida.
Temblaba y trataba de actuar normal, pero le era casi imposible. No le importaba si sus amigas lo notaban. Se consideraba afortunada sólo con que no lo notaran ni Aidan ni el profesor.
* * *
_Igual... no es que quiera hacerte sentir mal, pero... –dijo Summer una tarde en Hogsmead, mientras caminaban por la calle central- la cosa con Aidan parece seria, así que... algún día vas a tener que decirle la verdad de lo tuyo con Snape.
_¿Por qué? A Chloe le sale muy bien fingir que nunca sucedió. Solo lo recuerda para hacer un chiste... así que yo podría hacer lo mismo y decirle, si algún día me pregunta, que mi primer beso fue con él y no con Snape.
_Me refería a la otra ver... se supone que es tu tío, ¿no? ¿O tampoco vas a decirle que eres adoptada?
_No lo sé.
Summer no dijo nada más. Sabía que su amiga estaba equivocada, y desde luego tenía un magnífico análisis que lo probaba, pero en ese momento no tenía ganas ni de mortificarla ni de gastar saliva en sermones.
Siguieron paseando por el pueblo y comiendo golosinas. Se cruzaron con Chloe y Nícolas, y con Aidan y sus amigos. Siguieron caminando.
Volvieron bastante temprano porque tenían que hacer juntas un trabajo de historia, y no les quedaba otra opción.
_No veo la hora de rendir los exámenes y terminar con todo esto... –soltó Ann dejando su mochila en una mesa de la Sala Común-. Total, aunque me fuera de lo peor, hay una semana entre que los damos y nos dicen cómo nos fue, y esa semana seré completamente feliz... hasta queme den la nota.
_Seguro... esto se esta poniendo agobiante. Te juro que no tengo ganas de nada y que siempre llega un momento en el que prefiero reprobar que tener que seguir estudiando –corroboró Summer, e hizo una pausa- ¿Te sientes bien?
_Sí, ¿por?
_Nada, te noto... ojerosa.
_Es que no dormí bien, es todo. El estudio... estoy algo estresada.
_Claro –dijo sin creerle-. ¿Las visiones? –preguntó luego-. Creí que habían terminado.
_Nunca se fueron. Siguen allí... es solo que no quiero que rijan mi vida, pero no puedo ignorarlas del todo.
_Entiendo. Tranquila. Ya deben ser las últimas.
_No hay últimas. Es decir... siempre son las mismas... ya las conozco. Tenía la esperanza de que los recuerdos se acabaran y todo terminara, pero estoy teniendo los mismos una y otra vez... es la historia de nunca acabar.
_¿Y... no has pensado que tal vez... se deba a que dejaste todo por la mitad? Es decir... nunca terminaste de leer el segundo diario de Sarah. Tal vez ahí este la clave para terminar con todo esto. Tal vez ella mencione en algún lado que le dejó todos sus recuerdos a su hermanita y que ella podría frenarlos si quisiera.
_Sé cómo frenarlos pero...
_¿Pero qué?
_Se necesita aprender Occlumancia. Y no quiero pedirle a Snape que me la explique...
_Y te comprendo perfectamente.
_Aparte él no querría... –prosiguió-. Una vez se enojó tanto conmigo que quiso leerme la mente y dijo que mi instinto mágico lo bloqueó. No querrá hacerlo y menos para hacerme un favor. Aparte... mira si intenta ver mis recuerdos con Aidan...
Summer no acotó nada.
_Prefiero las visiones. Así que intentaré vivir con ellas.
En ese momento en que se disponía a comenzar a leer los libros que habían sacado durante la conversación, fueron interrumpidas por una lechuza que entró por la ventana, dejó un papel delante de Hannah y salió sin siquiera posarse unos segundos.
Hannah abrió la carta, y encontró la perfecta letra de Aidan:
En el Campo de Quidditch. Esta noche. Cerca de las gradas de Hufflepuff. Te quiero. Aidan.
Ella se la leyó a Summer. Y ella le sonrió.
_Seguro va a pedirte que seas su novia... –le dijo-. ¿No estás contenta?
_Sí, es que... me trajo recuerdos, eso es todo.
En cuanto vieron a Chloe le contaron lo que sucedía y ella se puso a gritar y saltar muy contenta. Ann dijo que lo que le pasaba era que estaba nerviosa y que no quería festejar de antemano, pero las chicas sabían bien que su problema era otro.
Estuvieron toda la tarde terminando el trabajo, lo que fue difícil porque a cada rato se distraían hablando de lo que sucedería esa noche, lo que no lograba más que aumentar las ansias de Hannah. Llegó la hora de bajar a cenar, y bajo las miradas de Snape y Aidan, Ann estuvo más nerviosa y oprimida que nunca.
De todos modos, con el encantador chico, las miradas eran dulces, sonrientes y con algún que otro guiño de complicidad. Eso le hacía olvidar al profesor y su constante vigilancia.
Aidan se levantó, fue hasta la puerta y le hizo un gesto de que lo siguiera. Se fue. Las chicas le desearon suerte, la ayudaron a acomodarse el pelo y en el caso de Chloe que era la coqueta del grupo, el maquillaje.
_No puedo creer que te lleves eso a todas partes... –le dijo Ann mientras cerraba los ojos delante de toda la mesa de Gryffindor y obedientemente, se dejaba pintar.
_¡Listo! ¡Estás perfecta! ¡Suerte!
Se abrazó con cada una y fue al encuentro de su hombre. Este la esperaba en el lugar señalado, de pie, mirándola acercarse tímidamente. La saludó con un beso en los labios y luego le sonrió.
La noche era maravillosa, la luna llena brillaba e iluminaba todo alrededor...
* * *
_¿Crees que le pida que sea la novia? –preguntó Summer en el cuarto, dónde junto a Chloe, esperaban el regreso de su amiga para saber como le había ido.
_Sí, de eso no me caben dudas...
_¿Entonces qué es lo que te tiene tan preocupada? ¿O me vas a decir que esta cara larga es por el trabajo?
_No, es que sé que él va a pedírselo... ¿pero crees que ella le dirá que sí?
_A nosotras nos dijo que aceptaría... –confió Sum.
_A nosotras... pero Ann se guía mucho por lo que siente en el momento en que lo siente. Cuando está con nosotras no ve las cosas con tanta claridad como cuando está de pie delante de Aidan. Temo que al verlo le de miedo y no se anime a decirle que sí por no querer lastimarlo y que se vaya directo a ver a Severus...
_¿Crees que sea posible?
* * *
_Hay un lugar por aquí que quiero mostrarte... –dijo él, y comenzó a subir por una puerta secreta, a través de la cual había una escalera polvorienta y en mal estado.
Ella no lo siguió, su corazón palpitaba con ferocidad.
_Sé que se ve mal, pero la probé el otro día... no te caerás...
_No es eso... –comenzó ella-. Es que... me dan miedo las alturas –mintió.
No quería ponerse de novia en el mismo lugar que Snape y Sarah, quería romper el círculo, que en cierto modo, unía las vidas de los tres.
_¡Oh! En ese caso...
_Ven... yo conozco otro sitio.
Lo llevó por la lejanía a aquel lugar donde ella solía sentarse a pensar. Era una colina donde había una roca grande, tras la cual (ella lo sospechaba, pero no lo sabía realmente), Sarah y Severus se ocultaban a hacer la tarea muchos años antes. Pero también era el sitio dónde ellos habían hablado por primera vez.
Ella jamás había ido de noche, porque siempre se iba de allí durante el atardecer. Pero a la luz de la luna, las estrellas, y las ventanas diminutas del castillo, era muy hermoso. Aidan, de ese modo, no lamentó que su plan fallara.
Se recostaron en la hierba, y se besaron.
* * *
_Posible es... pero no se qué tan probable. Ahora que estamos solas, dime algo. ¿Qué es lo que tú quieres para ella?
_¿Cómo?
_¿De verdad todas esas especulaciones son ciertas, o lo dices sólo para darle esperanzas?
_De verdad creo que Snape está loco por ella. Pero quiero que ella esté con Aidan. No confió en Snape para hacerla feliz.
_Estoy de acuerdo...
_¿Entonces me crees todo lo que digo sobre Snape y Hannah?
Loe asintió lentamente.
_Te sale tan bien el papel de ecéptica, que jamás lo hubiera creído...
* * *
Horas después, Hannah corría por un pasillo de las mazmorras, con lágrimas en los ojos. Triste, nerviosa, conmocionada. Sabía a dónde iba, y sabía lo que diría y cómo. Firme en su decisión, sólo quedaba llevar el plan a cabo.
Llegó a despacho de Snape. Una débil luz amarilla salía por la hendija de la puerta. Ella tocó, él le contestó, la niña entró.
El profesor se sorprendió al verla, más porque Ann estaba llorando. El rostro, endurecido por la seguridad, la forma erguida de mantenerse en pie, pero la contradicción de los ojos llorosos, le recordaban a aquel momento en que ella se aproximó por un pasillo oscuro y lo besó.
La misma pose que le había visto sólo aquella vez, y que también había visto en Sarah un sin fin de veces...
* * *
Por el agujero del retrato de la Dama Gorda, entró Hannah. Subió al cuarto. Al verla así de mal, las chicas intercambiaron miradas y no se atrevieron a preguntar. Ella se acercó a la mesa de noche, tomó la jarra con agua que había allí y la sirvió en su vaso. Bebió unos segundos.
_¿Y?
_Esperen –dijo calmada-. Quiero asimilar lo que pasó recién.
La espera era terrible, pero no fue larga por más que lo pareció. Tras unos segundos, ella comenzó a decir en orden lo que había ocurrido...
* * *
Tras ese beso, ella lo miró. Sus ojos brillaban. El aprecía nervioso, y Ann también lo estaba. Tardaron en animarse a hablar. Hannah no quería apurarlo porque sabía lo mucho que a él le costaba.
El diálogo (que no era sobre nada importante) era bastante pesado. Cuando Aidan decía “¿Puedo preguntarte algo?” y ella le decía que sí, él le preguntaba cualquier cosa, y cambiaba el tema.
Así pasaban los minutos, hasta que Aidan dijo:
_¿Qué me dirías si yo te dijera que fueras mi novia?
_Te diría si yo querría o no ser tu novia.
_¿Y querrías o no querrías? –insistió él más nervioso que antes.
_Eso dependería si me lo dijeras o no me lo dijeras.
El miró para otro lado. Respiró hondo, y luego armado de valor, le dijo:
_¿Quieres ser mi novia? ¡Me estás volviendo loco!
_¡Claro que sí! ¡Y tú me estás volviendo loca a mí! ¿Qué clase de preguntas son esas?
_¡Cállate! –dijo, y la besó.
* * *
_¿Entonces? ¿Ya están oficialmente de novios?
_Sí –respondió ella tímidamente.
Ambas se pusieron a saltar y festejar. El resto de las compañeras las chistaron y se vieron obligadas a reducir el festejó a la mímica de los gritos y saltos milimétricos.
_¡Genial! ¡Ann! ¿Por qué esa cara entonces?
_Por lo que hice después de eso. Será mejor que se los cuente abajo donde, ya saben... estemos solas.
Bajaron. Tomaron asiento todas juntas y Summer susurró.
_¿Qué hiciste?
_Fui a ver a Severus. Estaba abatida, nerviosa y cuando él se fue por su lado, yo empecé a caminar hacia aquí... y dudé, pensé otra cosa y comencé a correr hacia el despacho de...
* * *
_Severus.
_¿Qué quieres Hannah? No tengo ningún trabajo tuyo, así que...
_No es sobre eso.
El dejó lo que estaba haciendo.
_¿Qué pasa?
_Sé que tú no quieres asumirlo y lo entiendo, porque yo tampoco quiero hacerlo. Pero no podemos seguir engañándonos. Sé que toda la tarea que nos das a los de tercero y los de cuarto, es para que Aidan y yo no podamos vernos. Sé que la vez que fuiste al Salón de los Calderos terminaste tu clase más temprano, para ver si nos veías. Sé que la vez que no me diste el examen, fue para verme a solas y te entiendo. Es difícil, y yo me estoy volviendo loca con todo esto también. Sé que si te diera la oportunidad de decirme algo en este momento me lo negarías y dirías que es paranoia mía, y que me armé una telenovela en la cabeza. Por eso, hoy, no te dejaré hablar y hablaré yo...
El se puso de pie, y caminó lentamente hacia ella que no dejaba de llorar mientras hablaba.
_Estoy de novia con Aidan. Lo quiero. Es lo mejor que me pasó y no voy a dejar que lo estropees. Así que de ahora en más... no más trampas de parte de ninguno. Eres mi profesor. Yo soy tu alumna, y tal como lo dijiste: tengo tan sólo trece años. Adiós.
_¡Ann, espera! –él la tomó del brazo cuando ella pretendía irse.
_¡No! –le dijo, se soltó- ¡Se termino, lo que sea que haya sido, se acabo!
Y se fue.

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