lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 31 --- Fidelidad

Ella movió la cara bruscamente para evitar el contacto con la mano de él. Ninguno de los dos decía nada. Sarah trataba de despegar de su cara, el pelo mojado levemente por sus lágrimas. Respiraba entrecortado, y huía a la mirada de ese hombre. El insistió y le acercó la mano al rostro, como si quisiera comprobar que ella no fuera una alucinación, y Sarah lo nuevamente evadió.

Sin admitir más rodeos, Severus la tomó de un brazo y la atrajo hacia él. La abrazó. La sostuvo con firmeza. Ella podía sentirle el corazón latiendo fuerte y aceleradamente. No tuvo fuerzas para alejarlo.

Su llanto, que se había vuelto silencioso, estalló otra vez. El la aferraba, parecía que no había pasado ni un día desde la última vez que se habían visto; y al mismo tiempo, era como si ella hubiera regresado luego de un largo viaje. Los segundos pasaban, y ellos seguían allí, de rodillas en el piso, abrazados.

Cuando se separaron, Sarah vio lágrimas cayendo por el rostro de Severus Snape. Sentía su corazón desgarrarse, y un dolor estrangulador. En ese remolino de pensamientos, recuerdos y sentimientos, era difícil saber qué decir primero... ¿por dónde empezar?

El le acomodó el pelo detrás de la oreja, como solía hacer, y susurró:

_Sarah... ¿cómo...?

_Es una larga historia... –dijo ella, tajante.

_Tenemos que hablar.

_Ya lo creo.

El se levantó y le extendió la mano para que ella hiciera lo mismo, pero Sarah la rechazó, y se puso de pie sin ayuda. Se quedó de brazos cruzados mirando el piso.

Severus seguía observándola, con una mirada indefinida. Ella no se atrevía a mirarlo. Le dolía hacerlo.

_Sígueme... –fue una súplica, no una orden.

El se aproximó a un armario y lo abrió. Dentro había estantes con muchas pociones. Movió un frasco y detrás había un picaporte de hierro tallado a la antigua, con la forma de una serpiente. Lo tomó y abrió un pasaje secreto. Ambos entraron, y luego él cerró la estantería.

Caminó delante de ella unos cuantos metros, doblaron en una esquina y siguieron caminando. Llegaron al otro extremo, donde Snape corrió unas túnicas colgadas cuidadosamente en las perchas y abrió la puerta de otro armario. Salieron.

Fue como si varios meses pasaran delante de los ojos de Sarah. Varios meses vividos por otra persona... ¿Otra persona? Recordaba la última vez que había visto esa cama. Se había desmayado, y pasado la noche junto al profesor de Pociones. Claro que en aquél momento tenía cosas más importantes que pensar y recordar. Ahora sabía que esos mareos y desmayos se debían a Sarah reviviendo dentro de ella. A su conciencia poseyendo la de Hannah... todo era distinto ahora que lo sabía.

Cuando se dio vuelta, Severus estaba cerrando lentamente la puerta del placard como si cargara un gran pesar... y de hecho, lo cargaba.

_Sarah... ¿Cómo es que... volviste?

Ella se sentó en el borde de la cama, y él junto a ella. Ninguno de los dos hablaba. Varias veces Sarah hizo el intento, pero estaba tan confundida en ese momento, que no sabía en qué orden contar los sucesos. Además los últimos días de su vida, la anterior, no estaban muy claros aún.

Miró sus manos y las vio extrañas. Miró su cuerpo. Era extraño tener trece años otra vez. Porque eso era lo que ella sentía en ese instante. Era como si la hubieran sacado de un cuerpo, y la hubiesen puesto en otro más pequeño.

_Yo... no sé –dijo la cuarta vez que abrió la boca para intentar decir algo-. Es como si acabara de despertarme. Es decir, sé lo que hice, pero no lo recuerdo aún. ¡Ay!

_¿Qué? –preguntó él preocupado al ver que ella se agarraba la frente.

_Me duele la cabeza...

Sentía un dolor agudo y punzante. Distintas personas y voces aparecían en su mente. Era como una lluvia de memorias. Luego de unos segundos, continuó.

_Magia Negra –explicó-. Hannah nunca existió. En realidad soy yo. Pero al mismo tiempo no.

Severus la miraba con atención, comenzaba a atar cabos en su mente, pero no quería interrumpirla. Era necesario saber cómo había sucedido algo que había considerado imposible durante tantos años. Recordó la primera vez que vio a Hannah... en primer año, cuando la niña se había perdido en un corredor. Recordó cómo la había confundido irracionalmente con Sarah.

Pero todo recuerdo parecía lejano o ajeno, ahora que era realidad estaba absorbiendo toda su atención. No había tiempo ni espacio. Sólo ellos, y una conversación pendiente desde hacía años.

_Yo sabía que eras Mortífago, sabía que El Señor Oscuro... lo sabía... no me quedaba mucho tiempo. El iba a mandar a matarme en cualquier momento, y quería estar preparada. Claro que... no quería creer que fueras tú. Pero era una posibilidad, y yo era consciente de ello. Fueron días muy oscuros para mí, Severus... te odiaba, y te amaba al mismo tiempo. No sabía qué hacer y enterarme del embarazo me confundió más aún.

El, presa de algo que había recordado, la miró acusante. Había entendido otro tipo de confusión.

_¿Cómo sabes que yo soy el padre? –esa pregunta salió de su boca como un disparo.

Era algo tan dificil de preguntar, que sabía que no se animaría a hacerlo, si se demoraba a pesar en lo que de verdad significaba.

_Severus... fuiste el único hombre de mi vida. Te lo juro.

_¿Y por qué...?

_Quería lastimarte, quería herirte... quería provocarte aunque fuera un poco del dolor que tú me habías causado.

_¿Creías que yo no sufría? ¿Pensabas que no me dolía todo eso?

_¿Cómo pensarlo si eras una gran bola de indiferencia? ¡No me hablabas! ¡No estabas conmigo! ¿Cómo se suponía que yo lo supiera? Lo único que veía, era que pasabas largas noches fuera de casa. ¡Ibas y venías muy ocasionalmente y sin dirigirme la palabra! Me sentía dejada, olvidada... sentía que ya no me amabas.

_¡Era porque te amaba que te ignoraba! Fui vigilado de cerca, más de lo que crees. Fui puesto a prueba contigo, más de una vez... Si El Señor de las Tinieblas hubiera sabido que en nuestra relación había aún amor te habría matado antes. Pero no lo hizo porque no lo creyó necesario. Sarah, por favor, todo lo que hice fue para protegerte...

Se acercó a ella, que se alejó nuevamente.

_¿Incluso hacerte Mortífago?

_¡Si supieras...!

_¿Qué cosa?

_Me juzgaste y te alejaste. Nunca te interesó saber, nunca me dejaste explicarte en qué circunstancias me uní a... él. Fue una noche que fui a ver a Lucius. El estaba misterioso, y no dudó en confiarme (luego de unos cuantos tragos) qué lo tenía tan contento. Habló ciertos rumores, y me dijo que todo era verdad. Que El Señor Oscuro existía y que él formaba parte de su grupo. Me enseñó su marca. El pensaba que yo... era un... Sangre Pura, y me preguntó si quería unirme. Me había dicho que las intenciones de ese Lord eran purificar la sangre, y entre risas me dijo: “Matará desde los muggles más insignificantes, hasta a la mugrosa de tu noviecita”. No sabes, Sarah, como se me estrujó el corazón en ese momento... temí, temí mucho, pero no lo demostré. El había dicho que estaban por reunirse “ahí mismo”, en su casa. Lucius me miraba orgulloso, él estaba seguro de que yo quería formar parte, y de que me encantaría el asunto. Por las ventanas entró una espesa neblina negra... era él... y sus Mortífagos. “¿Quién es este hombre?” preguntó, y Lucius le contestó “Su nuevo sirviente” e hizo una reverencia. Yo estaba en una posición muy complicada. Si decía que no quería unirme, me matarían, te matarían, y yo no podría impedirlo. Si me hacía Mortífago, tenía la opción de regresar, ponerte sobre aviso y huir.

_Pero no lo hiciste, lo ocultaste...

_Porque cuando dije que sí, ese plan era posible. Pero mi primera labor de Mortífago me hizo cambiar de parecer. Luego de que me hicieran la Marca, me tocó demostrar mi valía. Otros Mortífagos trajeron a una familia. El explicó que el hombre era un Vasallo arrepentido que había intentado escapar, y que los cobardes merecían morir... junto con toda su estirpe. La mujer lloraba aterrada, rodeando con los brazos a una pequeña de unos tres años, el hombre estaba pálido y desconcertado, poniéndose como escudo de un niño, que no habría cumplido aún los once años. El Señor Oscuro me dijo “¿Qué les harías tú a los cobardes?”. Los demás comenzaron a decir al mismo tiempo “Mata, mata, mata, mata...”. Matar o morir, o verte morir. Y lo hice.

Sarah lloraba en silencio. El se cubría el rostro con las manos.

_Jamás olvidaré sus ojos mirándome. La madre suplicaba por la vida de sus hijos, lloraba y gritaba desconsoladamente... sin varita... sin otra defensa que su cuerpo tras el cual intentaba esconder a sus hijos. Los demás reían, yo intentaba permanecer indiferente, pero me estaba desarmando. Lo peor fueron los niños. Inocentes. Vulnerables... hubiera dado cualquier cosa con tal de no estar allí haciendo eso. Pero con cada vida que tomé, durante todo mi servicio, lo hice diciéndome a mí mismo que lo hacía para salvar la tuya. Debía permanecer estable a los ojos de El Señor Oscuro, debía parecer sin sentimientos... y todo salía bien, hasta que una noche me llamó a través de la Marca. Pensé que era una reunión normal, pero cuando llegué vi que estaba solo. Me dijo que se había enterado que yo tenía una novia, y que le había parecido extraño que alguien como yo mantuviera una relación amorosa. Yo le contesté “Relación, Señor”. El se rió. Me preguntó cuanta importancia tenía y tuve que decirle y hacerle creer que ninguna. Pensé durante días que lo había logrado... hasta que me asignó una misión Navideña. El resto de la historia ya la conoces. Pero quiero que sepas que jamás habría aceptado, si hubiera tenido la oportunidad...

El silencio que le siguió a esa historia fue tenso y prolongado.

_Ahora, por favor, cuéntame tu historia –pidió él, con voz quebrada.

Ella en realidad quería preguntarle que si todo lo había hecho para salvarla... ¿por qué no lo había hecho al final? Pero sabía que podría preguntárselo después, y accedió al pedido de Severus.

_Bueno... ya sabes cómo fue que descubrí tu marca. Ya sabes cómo fue nuestra relación a partir de ese momento. Yo creía que no me amabas, que yo no te importaba, y te odiaba por eso. Sabía que era probable que me mataran si intentaba huir. Tenía que planear todo en completo silencio. Fue difícil mantener el secreto, pero lo logré. Estaba muy deprimida y a fin de cuentas, poco importaba si un Mortífago venía por mí. Pero había un Mortífago al que jamás le perdonaría matarme. No quería confiar en esa posibilidad, pero no estaba tan ciega como para descartarla. Si ese Mortífago me mataba, yo me vengaría. Y había una sola forma de lograrlo.

_El Maleficio de la Venganza –adivinó Severus-. ¿Cómo no lo pensé?

_Porque eres un incompetente –se burló ella con una amarga sonrisa-. Ahora sabes por qué Dumbledore te niega el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Miró vagamente la habitación, mientras pensaba cómo seguir la historia.

_Cree un refugio en casa y lo sellé con sangre. Le dije a Dumbledore lo que planeaba y no le gustó la idea, pero accedió. Supongo que él tampoco creía que fueras capaz de hacerlo. Cuando el Conjuro estaba casi terminado (lleva días hacerlo) me enteré de mi embarazo. Albus no quiso seguir, me dijo que tuviera en cuenta que había una tercera vida en juego. Todo lo que resta de mis días es una completa neblina en mi mente. En este momento tengo la cabeza llena de nubes. Sé que fui demasiado egoísta. Debí dejar las cosas por la mitad, debí dejar el Maleficio incompleto, pero como ya ves, no lo hice. Supongo que en ese momento pensaba que si tú eras capaz de asesinarme después de todo lo que vivimos juntos, entonces yo no quería tener un hijo contigo. Pero cuando estaba por terminar el plan, me entró un nuevo temor. Yo volvería a nacer sin recordar qué había sucedido. Sabía que mediante sueños lo iría recordando, pero... ¿qué sucedía si volvía a enamorarme de ti?

_Pero según el Maleficio, renacerías del vientre sanguíneo más cercano a mí, es decir... mi media hermana.

_Exacto. Ella era perfecta. Amable, comprensiva... tenía otros hijos, así que me criaría bien. O al menos mejor que mi primera madre. Y además, tú la odias. Odiarías cualquier cosa que naciera de ella, y por mi parte yo sería tu pariente. No había ningún plan mejor que ese. Desde el lugar de tu odiada y secreta sobrina, podría vengar mi muerte con la tranquilidad de no caer en tus redes. Pero supongo que para eso tendría que haber hecho que los sueños comenzaran a los doce años. No pensé que como Hannah me enamoraría tan rápido...

Se subió a la cama y se acurrucó en ella, llorando en silencio.

_Cuando planeé todo eso no pensé que sería tan duro. No sé que me imaginaba... que no me costaría, que no me dolería. Que sería tan simple como despertar una mañana, vengarme, y punto. No pensé que sentiría cosas... tan fuertes, tan duras y confusas.

El se acostó junto a ella, y comenzó a acariciarle el pelo.

_¿Qué harás ahora? –preguntó Severus.

_No lo sé. Porque la verdad es que... me gusta mi vida. Como Hannah, tengo todo lo que no había tenido antes. Mi familia me ama y me apoya, mis amigas me ayudan, me hacen reír... no sé cómo habría sido todo esto sin ellas. Y Aidan es... el hombre. ¿Entiendes?

La mano de él no solo se detuvo, sino que se retiró lentamente.

_Hoy por hoy, siento más deseos de hacer las cosas bien, que de terminar lo que ya no tiene remedio. Supongo que hace años esto tenía sentido, pero ahora... soy dos personas al mismo tiempo, pero no puedo vivir siendo Hannah y Sarah al mismo tiempo. Yo ya no puedo ser Hannah. Ella te perdonaría, porque sin la muerte de Sarah jamás habría existido. Pero no puedo perdonarte, Severus, como la Sarah que soy y siempre fui, no puedo hacerlo.

El ni siquiera intentó convencerla de que lo hiciera, sabía que lo que había hecho no merecía perdón.

_Puedo comprender que estuvieras enojado, puedo comprender que desconfiabas de mí... pero no puedo comprender que decidieras terminar conmigo por algo tan pequeño como eso. Eran peleas estúpidas de mocosos de diecinueve años. Eramos jóvenes, inmaduros, egoístas e impulsivos.

_Y terminamos por destruirnos mutuamente –concluyó él.

Ella vio en los ojos de él, mucho frío y dolor.

_Sí, nos destruimos. Supongo que las cosas habrían sido distintas si no hubiéramos sido tan chicos.

El comenzó a acariciarle una mejilla con los dedos.

_Hay una sola forma de saber eso... –murmuró cabizbajo.

Ella lo miró y repentinamente sus ojos reflejaron temor. El se dio cuenta de eso, pero continuó:

_¡Tú lo dijiste! ¡Éramos chicos!

_¡No, Severus!

_Sí... ahora es distinto. Tenemos una nueva oportunidad. Si no quieres vengarte...

_¡No! ¡Es imposible! ¡Ahora soy tu sobrina y tengo trece años! –se incorporó.

El también lo hizo.

_¡A Hannah no le importaba tener trece años!

_Pero yo soy Sarah, tú me mataste y a mi sí me importa –se levantó se la cama-. Estoy de novia con Aidan –le recordó.

_Pero no lo amas. Tú lo sabes. Puedes negárselo a él, pero sé que sigues enamorada de mí –se puso de pié el también y le tomó las manos.

Estaban frías y temblorosas. El contempló sus inocentes y transparentes ojos, buscando una respuesta. La niña se estremecía al ver esa mirada implorante nuevamente, luego de tantos años. Lo quería, lo amaba, lo sabía. Pero no podía hacerlo, no podía volver a cometer el mismo error.

Pero dudaba. Y él se dio cuenta de eso. La abrazó, y se le fue acercando, ella estaba contra la pared. No supo cuando lo había abrazado, pero de un momento a otro, también lo había rodeado con sus brazos. Su corazón palpitaba fuertemente, y Sarah podía sentirlo en todo el cuerpo. Un silencio los invadía, pero ambos pensaban en lo mismo. Lo tenía cerca, realmente cerca. Tanto como Hannah había deseado infinitas veces...

En el último momento, ella bajó la cabeza.

_Sarah, por favor –suplicó él, en voz baja.

_Severus... yo... no.

Subió una de las manos que tenía en la espalda de él, para acariciarle el rostro, pero al pasar por el cuello sintió algo duro.

_¿Qué es esto?

El no contesto, seguía abrazándola. Ella metió la mano en la túnica de él, y sacó una cadenita de la cual colgaba una S. Severus se la saco y se la dio. Sarah, o Hannah, notó que era muy pesada para el tamaño que tenía. Se la colgó y vio que le lastimaba un poco el cuello.

_Mide las culpas –explicó él-. Por eso algunas personas la sienten pesada y otros no.

En su mente apareció un pensamiento escalofriante: si para ella era pesada, y sus culpas eran algo graves... ¿cuánto le pesaría a él, que tantas vidas se había llevado?

Le desabrochó los primeros botones, para poder estirar el cuello de su túnica y ver los daños. Se horrorizó al verlo. Se llevó ambas manos a la boca. El no la miraba.

_La he cargado noche y día desde el momento en que...

Pero no terminó la frase. Sarah se había soltado de él y se había sentado en la cama nuevamente. Severus se acercó a ella, y la abrazó nuevamente. Sarah apoyó su cabeza en el hombro de él.

_No pretendo que me perdones, porque yo jamás me he perdonado. Y he cargado con esa culpa todos estos años. Sarah... incluso en tu ausencia, te he amado todo este tiempo.

Ella tuvo el impulso de decir “yo también”, pero lo reprimió. Reprimió esas palabras, pero no los pensamientos, y Severus los adivinó.

Era ridículo pensar que todo eso podía estar pasando, pero sin embargo ahí estaban, en medio de una confusión en la cual no podían decidir si pesaban más los razonamientos o los sentimientos.

Se soltó de él, e intentó salir corriendo de la habitación, pero Severus la detuvo.

_Sarah...

Se le acercó dispuesto a besarla. Debilidad, deseo, latidos acelerados... Ella podía sentir la respiración de él... lo empujó.

_Estoy de novia con Aidan –dijo con firmeza-. Te fui fiel cada día de mi vida y no lo mereciste. No voy a fallarle a él sólo porque estés arrepentido.

El la contempló con una larga y blanda mirada.

_Entiendo.

Tras una pausa, Severus tuvo el impulso de decir algo que deseaba que quedara bien claro. Era lo que más había deseado explicarle en todos esos años.

_Sarah yo no fui a matarte esa noche...

_¿Cómo...?

_Eso me habían encargado, pero yo estaba alerta y en guardia porque fui a proponerte huir. Quería que escapáramos, y estaba siendo vigilado, por eso llevaba la varita levantada... nunca quise cumplir ese pedido, solo...

_No cambia las cosas –agregó ella-. Tu intención, a fin de cuentas... no nos regresará al pasado a enmendar lo que pasó. Te entiendo, te creo... pero ya está hecho.

Se sentaron en la cama nuevamente, y hablaron el resto de la noche. Rieron, lloraron. Se explicaron cosas importantes de lo que cada uno había sentido en el último año de noviazgo. Qué habían pensado y por qué, qué errores eran los que cada uno había cometido. En fin... cosas que habían salvado más que una relación amorosa, si lo hubieran dicho a tiempo.

_Mi temor más grande, Sarah, era llegar a casa y que te hubieras ido. Te admiré y agradecí en silencio por soportar tanto. A veces tenía la esperanza de que te hubieras dado cuenta de todo, y que fueras mi cómplice. Pero a veces te escuchaba llorando encerrada, y entendía que era sólo idea mía.

Severus estaba recostado en la cabecera, rodeándola a Sarah con un brazo, ambos mirando el techo mientras conversaban y dirigiéndose algunas miradas en las palabras o frases importantes. Ambos esa noche, se dejaron en claro que se amaban. El con palabras, ella con silencios. Y ninguno de los dos olvidaría ese momento.

Dolió, pero sanó heridas profundas y viejas.

_No quiero que vuelvas a usar esto –le dijo Sarah, jugando con la cadena que colgaba del cuello de él.

_Pero yo sí quiero usarla. Me alivia ¿entiendes?

_Ahora que hemos hablado, ya no necesitas flagelarte así.

_No me has perdonado, Sarah, así que seguiré usándola –parte de él sabía que estaba en lo cierto; y otra parte, muy pequeña, tenía la esperanza de que en ese momento ella le dijera que si lo había perdonado.

Pero no, simplemente esquivó su mirada. Nuevo silencio se anidó junto a ellos.

_Todavía esto me resulta tan increíble... –comenzó Sarah-. Siento como si el tiempo se hubiera frenado, y mi cerebro de hubiera apagado –volteó y le dio la espalda.

El se giró, y la rodeó con ambos brazos. Se quedaron así unos segundos.

_Supongo que es el final...

_Sí, supongo que sí –aceptó él, y la soltó.

Se levantaron.

_¿Qué hora es?

_Las siete de la mañana. Será mejor que vayamos a desayunar, o...

_Sí, claro –lo interrumpió ella.

Se metieron al armario y fueron por el pasadizo hasta el otro extremo. Salieron al despacho, y él fue hasta la puerta y la abrió haciéndose a un lado para dejarla pasar primero.

Ella se sintió extraña. Meses antes, en esa misma situación él le había dado varias indicaciones para que no los vieran juntos, ni se levantaran “sospechas”. Pero había un quiebre. A ese hombre delante de ella, ya no le importaba nada más. Solía gustarle mantener todo en secreto, como si ella fuera Sarah en sus tiempos de noviazgo estudiantil. Pero ahora era Sarah, no era suya y no lo sería. Lo menos relevante en ese momento era la opinión de los demás.

_Vaya que se cierra un ciclo –comentó Hannah, y no Sarah, parada en el umbral.

_Sí.

Recordaron todas las veces que habían estado en ese lugar, de pie. Hannah y Severus. Hablando, discutiendo, a punto de besarse. Pero recordarlo ahora que sabían la verdad, era aún más amargo que haberlo hecho un par de días antes.

Ella salió, él no.

Caminó en dirección al Gran Hall, donde decidiría si ir a desayunar o a la Sala Común. Optó por la segunda opción. Fue con paso acelerado, y en el camino recordó a Chloe y Summer. No eran sus amigas, eran amigas de Hannah. Pero las adoraba, y no se imaginaba vivir sin ellas.

¿Estarían preocupadas porque había pasado mucho tiempo desde que ella se fue a Hogsmeade y ese momento? Cuando subió las vió dormidas en uno de los sillones, una hacia cada lado.

Se habían quedado esperándola. Seguramente porque ni ella ni Severus Snape habían bajado a cenar. Eso pasaría desapercibido para cualquiera, ya que seguramente varias alumnas habían faltado también... pero para ellas, no había lugar a dudas de dónde Hannah había pasado la noche.

Se dejó caer en un sillón vacío y las contempló.

¿Qué les diría? ¿Cómo explicarles que ella no era Hannah? ¿La querrían igual? ¿Serían tan amigas como siempre? ¿La juzgarían por los errores de su vida pasada?

Cada vez que intentaba encajar mentalmente en la vida de Hannah, se daba cuenta de que no cabía en ella. Ni Ann, ni Sarah eran adecuadas. Había creído que sería las dos, pero se había encontrado con que no era ninguna... y que probablemente, pasaría el resto de su vida en la constante disyuntiva, de actuar como una o como otra.

No podía decirles nada. Tendría que inventar alguna historia creíble y esconder por siempre que era sólo un Conjuro de Magia Negra Con Odio, Vida y Deseo de Venganza. Un experimento.

Pero como si sus pensamientos no estuvieran suficientemente alborotados, al bajar sola a desayunar, se encontró con la única persona restante capaz de ponerlos más revolucionados.

Aidan le sonreía al pie de la escalera, esperado que ella llegara a su encuentro. Al ver esos ojos y esa sonrisa se sintió más Hannah que las horas anteriores.

Le sonrió, corrió hacia él y lo besó.

_Feliz Primer Mes, amor –le dijo.

_Feliz Mes, hermosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario