domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 2 --- Aglarond Akallabëth

Esa noche, Hannah no podía dormir. Se movía en la cama, enredando las sábanas. Sabía que correspondía devolver el libro, pero lo que la inquietaba era la frase de Dumbledore... ¿Tenía o no conocimiento de lo que ella había hecho? Y más allá de que lo supiera, si lo sabía, la otra cuestión era si estaba de acuerdo. ¿Quería que ella lo leyera? Era imposible... ¿qué razón tendría Dumbledore para querer que ella lea un libro acerca de dragones? No tenía demasiado sentido.

_Lumos! –encendió la varita y sacó el libro de la mesita de noche que tenía a su lado.

Volvió a pasar página por página buscando algo que, tal como el libro, llamara su atención más que otra cosa. Pero nada. Ni una palabra ni una frase, absolutamente nada. No parecía que ese libro hubiera sido leído, y menos por un alumno. Ella se quedó hipnotizada con las imágenes movedizas de esas criaturas, mientras los pensamientos viajaban por su cabeza. No supo cómo ni cuando, pero se quedó profundamente dormida.

En sus sueños, no pudo alejar ese libro. Soñaba una y otra vez cómo lo sacaba de la estantería del director. Era como si la culpa la persiguiera hasta lo más profundo de su mente. Y ahí estaba ella, de pie al lado de la estantería, sacando el libro lentamente, mirando hacia atrás, y guardándolo entre sus ropas. Pero antes de guardarlo, buscaba una página al azar, y escribía unas palabras. Cuando estaba sentada, aparecía Dumbledore detrás de ella. Y todo comenzaba de nuevo como un salto de tiempo. Ella, parada, la estantería, el libro... Ella, parada, la estantería, el libro... Ella, parada, la estantería, el libro, Chloe...

_Despierta.

_¡312!

_No, mi nombre es Chloe. Hola. Somos amigas desde hace muchos años.

_No, tonta, 312, la página... el... la... ¡312! ¡312!

_¿Qué te pasa? –preguntaba su amiga mientras veía que Hannah buscaba algo entre sus sábanas. Parecía desesperada- ¿Estás buscando esto? –preguntó con el libro en su mano.

_¿Cuándo lo tomaste?

_Cuando te iba a despertar... dormiste con eso en los brazos. Es algo puntiagudo para mi gusto. Preferiría dormir con mi coneja de peluche.

_Eh... sí, es que me quedé dormida mientras lo miraba –se justificó, mientras buscaba una página en particular-. Y soñé con este libro, pero en mi sueño... escribía algo en El... en la página 312. ¡Aquí está!

_¿Qué dice?

“Aglarond Akallabëth”

_¿Qué significa? ¿Quién lo escribió?

_Si yo fuera Granger, o sea, la sabelotodo de Gryffindor, te diría que pasemos la tarde en la biblioteca revisando antiguos archivos de Hogwarts... pero no soy ella, así que no te diré nada.

_Pero no podríamos revisar nada, porque... ¿en busca de qué? ¿De una persona? ¿De qué año? ¿Una persona que hizo qué con este libro? No sabemos por donde buscar. Ni siquiera sabemos cuándo fue escrita esa frase...

_Yo empezaría por saber qué significan esas palabras. Tenemos que pensar en alguien que sepa sobre símbolos mágicos viejos.

_Dos opciones: El profesor Binns, porque sabe de historia previa a su existencia (que ya es bastante dado que está muerto hace años) y la profesora Flintwood, de runas antiguas.

_Pero Ann... no podemos ir con un libro robado del despacho de Dumbledore a preguntarle a un profesor –reflexionó Chloe.

_Tú y tu escaso sentido común... no iremos con el libro, podemos ir con las palabras escritas en un papel.

_Pero... ¿y si nos pregunta de dónde las sacamos? ¿y si es un maleficio peligroso? Esto podría significar cualquier cosa, no podemos arriesgarnos...

_Eso es cierto... –recapacitó Hannah-. Pero entonces no se me ocurre nada más. Podemos ir a la biblioteca y buscar libros de runas antiguas, y tratar de averiguar el significado por nuestros propios medios. Pero no podemos pasar por alto la clara dificultad que tiene buscar esto que no sabemos ni qué tipo de runas es.

_Tienes razón. Entonces volvemos a cero.

* * *

Ese día, en cualquiera de las clases en la que estaban, comenzaban a hablar del tema. Aunque sea sólo para decirse significados posibles, poco probables, e incomprobables, de lo que podía significar el escrito del libro.

Lo que los profesores notaron fue que Hannah no causó problemas, no peleó con nadie, no soltó ninguna criatura por el castillo. Parecía, a ojos del profesor Lupin, que la promesa mutua y secreta que habían hecho estaba dando resultado; pero esto era solo porque no sospecha la curiosa realidad, de que Hannah se comportaba bien para no ir al despacho del director a que le preguntara si no había visto un libro que curiosamente había desaparecido en día que ella estuvo allí.

Ann tenía claro que si Dumbledore se había dado cuenta, tranquilamente la habría mandado a llamar para preguntarle. Pero eso no quitaba que no tuviera miedo de que pronto sucediera. Cada vez que un profesor decía su nombre se sobresaltaba más de lo normal y preparaba veinte respuestas para decir en caso de que le comentaran algo del tema.

_Si tanto te aflige, devuelve el libro cuando antes y olvidemos ese asunto. Después de todo, nada tiene que ver con nosotras. Lo que pasa, es que estamos acostumbradas a emocionarnos e ir en busca de la aventura. Hallamos un “libro mágico en increíble que te llama para que resuelvas el misterio de las palabras escritas en el idioma secreto, que son la clave para abrir el portal místico de vaya a saber uno qué”. Pero si lo piensas un segundo, sólo es un libro de una estantería con un par de palabras. No es demasiado.

_No voy a negar que hacemos con un yuyo, una selva. Pero tampoco es cierto que el libro es nada –como Chloe estaba por contradecirla, se apresuró a agregar:- Yo te juro, Chloe, que el libro me llamaba, algo me impulsaba a tomarlo, no fue mi imaginación. ¿Y qué me dices del sueño? ¿Por qué soñé la página en la que estaban escritas las palabras? Y si alguien quiere escribir un apunte sobre lo que está estudiando ¿por qué lo hace en un idioma muerto? No tiene mucho sentido... ¿Y si alguien nos está dando pistas? Si esto es de verdad un misterio de esos que Hogwarts solamente puede tener? ¿Si tuvimos la suerte de encontrarlo nosotras? ¿Vamos a dejarlo ir?

_Para empezar, Ann, no sabemos si tenemos “la suerte de encontrarlo”, o “la desagracia e infortunio de toparnos con él” –señaló-. Y si de verdad es un misterio ¡Dejémoselo a Harry Potter! ¡El es el héroe de nuestro tiempo! ¿Para qué quitarle el trabajo? Después de derrotar al Innombrable dos años seguidos, de aburrirá si no encuentra nada este año...

_Bueno, pero si se trata del Innombrable, puede que sea nuestro turno de ser las famosas... “Harras Pottars”.

_¡Claro! ¡Y en lugar de una cicatriz en forma de rayo, podemos tener una en forma de nube! –exclamó con sarcasmo, y luego agrego- ¡Ay, Dios, Ann! ¡No puedo creer que hayas dicho algo así!

_Yo tampoco, soy una idiota. Pero aparte de eso... Harry Potter ya tiene su trabajo de este año ¡Hay un prófugo de Azkaban que está por ahí gozando de su libertad! ¡Y ese asesino trabajaba para Quién-No-Debe-Ser-Nombrado! Ya tiene con qué entretenerse, hagamos esto nosotras...

Chloe se rindió ante la insistencia de su amiga, sabía que no la convencería. Era más fácil hacerle caso, seguirle la corriente hasta decepcionarse cuando no encontraran nada sobre el tema, y se rindieran. Entonces llegaría el momento de decir algo así como: “Bueno, lo intentamos y fue divertido mientras duró”.

_Está bien, Ann... buscaremos algo sobre Aglarond Akallabëth.

* * *

Chloe podía fácilmente pasar por “no me importa, la verdad no tengo ganas”, pero la realidad era que el bichito del misterio a resolver ya le había picado. A menudo, en el tiempo que pasaban en la biblioteca, con la excusa de querer comer algo, se iba de la mesa de estudio y daba una vuelta para que no se le notara la frustración de no encontrar nada.

Hannah, en cambio, estaba tan entusiasmada que cada vez que estaba cansada, prometía que leería una página más. Por esa razón podía estar horas prometiendo que ese sería el último libro, y luego decir: “¿Pero y si dejo hasta mañana y justo estaba en este libro? No, mejor lo leo hoy…”. Chloe no podía decidir, al ver esto, si admiraba la resistencia de Hannah o si le fastidiaba que no se hartara nunca.

Ya habían investigado más de cincuenta libros sobre runas antiguas y civilizaciones mágicas extinguidas, pero parecía ser un lenguaje inventado. Se habían encontrado a algunos profesores en la biblioteca, y a estos les había despertado cierto interés el hecho de que ellas volvieran a ser las mismas de antes, pero tampoco parecían tener muchas esperanzas en eso.

_Ahí está tu profesor preferido –dijo Chloe con sarcasmo, cuando apareció Severus Snape.

Hannah no dijo nada en su defensa, y fue a saludarlo. El estaba bastante lejos de ellas, así que tuvo que caminar a paso acelerado para alcanzarlo, teniendo en cuenta que Snape era de caminar con pasos largos. Sumémosle que con su negra capa rodeándolo, parecía que se deslizara más que caminar. Para los alumnos como Chloe esto era escalofriante, pero alumnos como Hannah ni siquiera lo habían notado.

_Hola –le dijo ella.

_Hola –le gruñó él- ¿Qué haces aquí? Pueden vernos… -le hizo un gesto y ambos fueron detrás de unas estanterías bastante escondidas.

_Vine a barrer y me voy -fue su sarcástica respuesta-. Es una biblioteca… ¿qué puedo estar…?

_¡No me refería a aquí en este lugar, sino a aquí delante de mí! –dijo por alguna razón, bastante alterado-. Y ya te he dicho que no dan risa esos chistes estúpidos.

_Bueno, pues… nada… pasaba a saludar.

_Bueno, ya lo hiciste ahora vete –terminó.

En un principio, Ann había estado hablándole mientras él buscaba un libro, pero ahora que lo había exasperado, ella contaba con su entera atención. Sin embargo, era él quien no tenía ni la atención ni la mirada de ella, puesto que la niña se dedicaba a observar alrededor. Nunca había visto ese pasaje de la biblioteca.

_¿Qué es este lugar? –preguntó-. Se me hace conocido…

_Es porque hace tres años que vienes aquí. ¿Tiene sentido?

Era el profesor quien no estaba predicando con el ejemplo.

_Juraría que nunca había venido a esta parte…

_No es eso lo que importa. Estoy ocupado, así que si no necesitas nada, déjame en paz. No me gusta que me hables donde pueden vernos, y lo sabes.

_¿Qué hay de malo en que nos vean? Si alguien te preguntara, podrías decir que me estas retando por algo. Se supone que eres mi profesor, es un justificativo creíble. Como sea, tengo algo para decirte. Si prefieres, esta noche después de la cena voy a tu despacho.

_Preferiría que así fuera.

Se dio media vuelta y salió sin despedirse. Ella volvió a la mesa con su amiga.

_Sigo creyendo que es muy rara la relación de ustedes... –suspiró Chloe sin sacar la mirada de los pergaminos que investigaba.

Tras todo el optimismo que cabía en Hannah y toda la voluntad que ponía Chloe, no llegaban a ningún lado. Los días transcurrían y ellas seguían sin la más mínima pista de qué podían significar esas palabras. Cuanto menos encontraban, menos emocionadas estaban. Por esa razón, dejaban de ponerle tanta atención a ello, y estudiaban un poco más para aquellas materias que tenían que aprobar.

El profesor Lupin, estaba muy contento de que Ann y Chloe se hubieran calmado. La profesora McGonagall, estaba asombrada; y el profesor Snape, permanecía incrédulo.

Para cuando llegó la primera visita al pueblo, las chicas ya se habían sacado buenas notas (o al menos, relativamente buenas notas). Y como habían dado todos los primeros exámenes, pudieron recorrerlo todo sin preocuparse por regresar temprano a terminar con algún deber. De hecho, una vez que fueron a las partes más visitadas del Hogsmeade, como la Casa de los Gritos, Las Tres Escobas y Honeyducks, comenzaron a caminar por una callecita angosta, con pequeñas casas antiguas.

_Y esto vendría a ser algo así como la zona residencial –adivinó Chloe.

_Puede ser –contestó- ¿Hay más de esos caramelos que explotan en la boca?

_Sí, hay miles. Creo que exageramos con las cantidades...

_Mejor que sobre y no que falte. No sabía que había gente que vivía aquí. Cuando los de cuarto y quinto hablan del pueblo, mencionan más sólo la parte comercial.

_Porque se supone que es la parte atrayente, Ann.

_A mí me gusta esto –reflexionó unos instantes- ¿Y si compramos una casa por acá cuando seamos grandes?

Era inigualable la cantidad de veces que habían planeado irse a vivir juntas cuando crecieran. Era casi imposible que salieran a caminar y no fantaseasen con algo parecido.

_Estoy de acuerdo. Vivir aquí e ir por siempre a Hogwarts a molestar a Filch embarrando los corredores y verlo limpiar a mano. Ir al despacho de Dumbledore para comernos sus grajeas y sorbetes de limón –dijo Hannah.

_Suena bien... en realidad me suena bien cualquier cosa cerca de Honeyducks ¡Cielos! ¡Nunca había comido golosinas como esas! –terminó Chloe, y se quedó esperando que su amiga agregara algo como siempre hacía cuando ella daba una opinión.

Pero Ann no dijo nada, estaba mirando una casa al final del camino.

_Mira –le dijo-. Esa última está sin terminar...

_Es raro, porque parece verdaderamente vieja. Digo, si en el siglo que tiene esa casa no fueron capaces de terminarla, debe estar abandonada.

_¿Vamos a dar una vistazo?

_Es buena idea, pero Ann... tardamos tanto en caminar este último tramo que se hizo tarde. Pronto comenzarán a volver las carrozas al castillo. Lo mejor sería que emprendiéramos el regreso, pero si quieres, podemos verla bien en la próxima salida.

_Hecho.

* * *

Tres horas después estaban arrepentidas de haber comido tantos dulces porque tenían una pesadez que no les permitía moverse de sus camas. No sentían dolor, pero tampoco ganas de levantarse. Era fin de semana, por lo que además, tenían la vagancia de Sábado por la tarde, el cansancio que les había quedado de esa semana, y un kilo de caramelos en el estómago.

_¿Sabes que es lo curioso de esto? –comenzó Ann lentamente.

_¿Qué?

_Que me siento terrible por todo lo que comí... pero no me arrepiento en lo más mínimo y si volviera el tiempo atrás... volvería a comer sobrenaturalmente.

_¿Y sabes que es lo curioso de eso? –retrucó Chloe.

_¿Qué?

_Que este es el momento en que tendría que encontrar en tu conducta mi propio error y recapacitar al respecto, pero... tienes toda la razón... valdría la pena una patada al hígado... –concluyó.

_En tu caso, eso sería un golpe bajo... –se burló Hannah.

_Deja de burlarte de mi “enanez”... las pequeñas personas tenemos los mismos derechos que ustedes los altos...

_Pues tienes derecho aguardar silencio... –volvió a burlarse.

_¿Y adónde lo guardo con mi escaso tamaño? No me cabe ni el silencio...

Ann admiraba mucho la capacidad de su amiga de tomarse tan humorísticamente las cosas que no le gustaban de ella. La mayoría de las chicas de ese colegio, parecían de verdad mortificadas cuando no podían esconder algo, pero Chloe tenía esa forma de reírse de sí misma, que (aunque ella no lo percibiera) hacía invisible el defecto del que se burlaba, destacando su simpatía y aquellos rasgos que la favorecían. Su sonrisa, su mirada, y su forma de acompañar cada palabra con un gesto completamente agraciado y espontáneo. En el tiempo que se conocían, Hannah sabía más de los defectos de su amiga porque ella se burlaba que por lo que se verdad había visto.

Entre las risas y la quietud, las frases que intercambiaban se hicieron menos frecuentes. Finalmente el cansancio ganó y quedaron dormidas. En el caso de Chloe, podía tratarse de un sueño profundo y merecido, pero a Hannah la perturbaba algo pendiente... ¿qué era lo que tenía que hacer?

Iba por los corredores de Hogwarts en compañía de sus amigos. En cuanto doblaron en el pasillo donde estaba el aula en la que tenían clase, encontraron un grupo de chicos esperando. Entre ellos, distinguió a uno, pálido y flaco, de pelo largo y grasiento, con nariz ganchuda y aspecto de enfermo.

Era entonces cuando ella se adelantaba de entre su fiel séquito, y con una sonrisa malva y extrañadamente sensual, decía:

_Hola, querido... ¿me extrañabas? –y con un hábil movimiento se su varita, lograba hacer salir un conjuro anaranjado que hizo zumbar el lugar.

Se despertó violentamente. Miró alrededor y tardó unos segundos en orientarse. Buscó el reloj. Eran las ocho y media, la cena debía estar terminando, habían dormido un par de horas. En un arrebato de lucidez no muy prologando, recordó que lo que tenía que hacer esa noche era hablar con Snape. Tal vez era eso lo que, inconcientemente, la había devuelto al mundo de la vigilia... aunque eso era solo un decir, ya que no tenía ni la menor idea de qué era lo que tenía que decirle.

Lo que sí tenía bien claro, era que no se trataba de una persona muy paciente. Si había dicho que iría y no se presentaba, le daría motivos para enojarse y recordarle ese hecho en cada ocasión cuyas circunstancias lo permitieran. Decidió que lo mejor era ir, e improvisar algo.

Se apresuró a llegar antes de que finalizara el horario en el que estaba permitido salir de la sala común. Tocó la puerta y una voz amargada y levemente exasperada le contestó:

_Adelante.

_Sabías que era yo –dijo al entrar y cerrar la puerta.

_No lo sabía pudo ser cualquiera.

_Pero tus tonos y forma de hablar, expresan todo lo que a través de tus ojos no puede verse. Solo que las personas que te rodean no son capaces de verlo.

_¿Y crees que tú me ves mejor que nadie?

Ella asintió sin miedo, él le sonrió burlonamente.

_Y puedes tratarme todo lo secamente que quieras, puedes ser frío conmigo, puedes usar esos tonos horribles e intentar hacerme sentir como si yo no valiera nada, pero en el fondo... una parte de ti quiere que lo nuestro sea público. Porque no te avergüenza en lo más mínimo –puntualizo con suavidad, bajando su voz hasta hacerla casi inaudible.

La burlona sonrisa de Severus se borró, y frunció el entrecejo. No dijo nada al respecto, se inclinó hacia atrás en su asiento y preguntó en otro tono se voz, que Hannah calificaría como “un erróneo y evidente intento de sonar espontáneo y tranquilo”:

_¿A qué has venido?

Un mareo incipiente que le había dado justo cuando terminó de hablar, le recordó qué era lo que quería decirle al profesor.

_Necesito una poción.

_¿De qué?

_Últimamente siento... me pasan cosas raras... son como... ataques.

_¿Ataques? –esa no fue una pregunta preocupada, más bien fue de asombro.

_Sí, como ataques de pánico. Y me preguntaba si conocerías alguna cosa que lo calme.

_Por supuesto que conozco... pero eso no quiere decir que quiera ayudarte. No soy tu doctor, ve a la enfermería y no interrumpas mi trabajo.

_¡Pero no quiero que lo sepan! ¡Quiero curarlo y pretender que nunca sucedió! ¿Podrías al menos decirme qué es y cómo se hace, para que yo me encargue?

_No.

_¿Por qué? –preguntó enojada, pero más que nada nerviosa- ¿Por qué te niegas a... estar presente en...?

_¡Porque no es asunto mío! ¿Está claro? Yo no quería esto y tú insististe e insististe. Pero no puedes obligarme a sentir y pensar como tú, y nuestra relación será esta... tómalo o déjalo.

_Lo tomo, pero creo que podrías aunque sea...

_¡NADA! Ya te dije que no haré nada por ti. Ya sabes como fueron las cosas, yo era un profesor, estaba tranquilo, y de repente aparece una alumna con una historia sentimental infantil y difícil, a hablarme. Prefecto, te dije que te escucharía y lo hice, pero eso no implica que de mi parte deba haber...

Pero Hannah no escuchaba, no pensada, y casi no respiraba. Todo a su alrededor se movía con brusquedad, sintió un golpe en el costado del cuerpo, como si se hubiera estrellado contra una columna o una estantería, pero era el piso. Lo que para ella era el costado, era en realidad el suelo, y ya no estaba parada intentando hacer equilibrio, sino que había caído, como desmayada, pero estando despierta.

Aún veía cosas, que no identificaba del todo. Creía estar quieta en un lugar, pero por la forma en la que sentía cosas que hacían contacto con ella en distintas partes de su cuerpo, y luego se retiraban. Daba la sensación de que estaba revolcándose en el piso, o el piso revolcándose en ella. Ninguna de las dos cosas eran ciertas, pero esas eran sus escasas percepciones.

Se vio, en un momento, tendida en el suelo y a Snape tratando de levantarla, y luego vio luces y sombras, que pasaban delante se sus ojos.

* * *

Despertó en un lecho mullido y cómodo. No era el suyo, no era una cama de la enfermería... ¿dónde estaba?

_Estás en mi habitación –aclaró Snape al ver el desconcierto de la niña.

Al saberlo, pasó de estar desconcertada a sentirse completamente incómoda. Intentó quedarse quieta, pero la verdad era que tenía más ganas de salir corriendo que se quedarse ahí.

_¿Qué ocurrió? –preguntó.

_El ataque, como ya sabes –dijo en un susurro similar al que utilizaba para dar clase-. Temblabas, caíste al suelo, pensé que estabas inconciente, pero hablabas...

_No recuerdo haber ha...

_¡Chst! Hablabas, pero no respondías. No podía hacerte volver, y realmente no sabía que hacer contigo. Todo eso ocurrió en menos de diez segundos, y luego quedaste completamente inconciente. Te traje aquí porque era el lugar más cercano. No pude despertarte.

Lo primero que pensó Hannah fue que, el hecho de que ella no se despertara, no impedía que El la llevara a la enfermería. Entonces, si no lo había actuado de ese modo, era porque sabía que ella no quería que se enteraran de eso, pero ¿por qué había accedido a hacerle ese favor?

_Gracias –dijo incorporándose.

Severus le alcanzó un vaso con agua. Solo cuando lo tuvo delante de su cara notó lo sedienta que estaba.

_¿Qué hora es? –preguntó luego de beber.

_Un poco pasadas las seis de la mañana.

_¿Qué? –se sorprendió.

_Lo que me recuerda decirte lo siguiente: no puedes regresar a tu Sala Común a estas horas. Si una de tus compañeras se despertara de casualidad y te viera llegando, sospecharía algo raro y si lo comentara sería un escándalo. Baja a desayunar cuando sea la hora y si te preguntan, anoche te demoraste mucho hablando con la enfermera de algún dolor recurrente que dirás que sufres, en la parte de tu cuerpo que se te antoje, y que te levantaste temprano para que ella te diera la poción que debes tomar...

_¿Y de dónde saco una...?

Snape le dio una pequeña botella con un líquido que unas veces parecía celeste y otras veces parecía verde.

_Se llama Lenn-mbass, está hecho con hierbas de un bosque donde reina una magia muy poderosa.

_Coimas -respondió ella-. Con esto se hacía en la antigüedad lo que llamaban “Pan del Camino”.

_Exacto.

_Y era capaz de curar los males de los conjuros más...

Severus asintió, por eso ella no consideró necesario terminar la frase. Guardó la pequeña botella entre sus ropas. Aguardó en silencio por si el profesor quería decirle algo más, pero este solo observaba.

_Bueno, gracias. Será mejor que yo... me vaya ¿no es cierto?

_No –dijo El rotundamente-. En este horario los profesores comenzamos a hacer rondas, y luego a eso de las siete, bajamos a abrir el Gran Comedor. Sería demasiado sospechoso que a esta hora estuvieras caminando por el castillo, ya que usualmente no llegas a desayunar hasta pasadas las ocho y media. Cuando terminemos las rondas y el comedor esté abierto, yo diré que olvidé algo, vendré aquí y golpearé la puerta en señal de que es hora de que salgas ¿entendido? Hasta que oigas los golpes, quédate aquí quieta, sin tocar ni revisar nada.

_Esta bien, pero tengo una duda: supongamos que escucho los golpes, salgo, y resulta que era el prefecto de Slytherin que venía a avisarte algo... ¿qué le digo para justifica mi presencia en tus aposentos? –expresó pausadamente.

_Veo... te avisaré personalmente, entonces.

Y se fue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario