domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 1 --- Típicas promesas

Hannah no era una chica normal. Sin embargo, no puedo asegurar que era anormal. Era bruja, iba al colegio, tenía amigos. Al decir verdad, tenía un amigo, de hecho, no era amigo sino amiga. Se llamaba Chloe, y había pasado con Hannah la mayoría de su vida.

Habían hecho travesuras, tenido conversaciones serias, habían reído, y llorado, se habían peleado a muerte... pero jamás en la vida, habían logrado separarse. Ni en los peores momentos que había pasado su amistad, habían abierto entre ellas una brecha lo suficientemente grande como para separarlas definitivamente.

Y ahí estaban ellas, juntas una vez más, en Hogwarts.

Corría el año 2002 cuando ellas hicieron su tercer curso en dicho colegio. Sus dos primeros años, no habían tenido sucesos memorables como en el caso de Harry Potter, y sus amigos Ron y Hermione; pero tampoco se habían aburrido.

Se divertían de cosas simples. Bastaba con una frase, o con una mirada de complicidad ante un comentario ajeno, para que sonrieran. Así se fantasiosas y risueñas, atravesaban una vida tranquila, que no parecía estar a punto de cambiar.

Hannah, había entablado relación con dos profesores del colegio. En realidad un profesor; el otro era más bien director, aunque cincuenta y un años atrás hubiera sido maestro de Transformaciones de un niño llamado Tom Riddle, entre otros... pero esa es otra historia.

Su relación con Albus Dumbledore había comenzado por accidente, gracias a un mocoso de Slytherin que la había acusado de haberlo maltratado. Aquel llorón era un completo desconocido para ella y no sabía el motivo por el cuál este la molestaba, pero esa también es otra historia.

El director la había llamado para hablar con ella seriamente, y Hannah se había sentido tan extraña en aquel despacho (mezcla paz con curiosidad) que buscó todos los caminos posibles para regresar. Así no solo se convirtió en la alborotadora más sarcástica que haya pisado Hogwarts en los últimos años, sino que aparte ganó el desprecio de varios de los alumnos. Pero por supuesto, Dumbledore adivinó lo que sucedía.

Chloe, gracias a esto, había pasado muchos momentos no tan divertidos con Ann en el poco tiempo desde que había comenzado el año. Habían limpiado juntas ventanas, baños, aulas, salones, cocina, tuberías, baldosas... y por alguna razón habían lustrado grilletes. No se quejaba, mientras estuviera con su amiga, los castigos no parecían gran cosa. Claro que se preguntaba por qué a Hannah le atraía tanto estar en el despacho del director, ya que ella no le encontraba nada atrayente más allá de las golosinas que este siempre les convidaba.

El otro profesor en la vida de Hannah, era Remus Lupin. Había ingresado ese año para enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras, y desde el momento en que Ann puso un pie en su clase, él jamás le quitó los ojos de encima. Resultaba obvia la razón, ya que desde comienzos de ese curso, ella había ingresado en la lista de Alumnos que Requieren Supervisión que los profesores tenían en sus respectivos escritorios.

Claro que a Ann le resultó más divertido que asombroso. Es cierto también, que ellos nunca habían hablado demasiado y no había conversado de nada que no tuviera que ver con sus trabajos. Pero en las miradas y los gestos, tanto él como ella encontraron algo más.

De hecho, fue en la clase de Lupin dónde todo comenzó. Ella había estado riéndose con ganas, mientras el Boggart del ropero vestía como la abuela de Neville, bajo la forma de Snape. Había procurado no cruzarse en la mirada del bicho, para no romper esa escena, cuando se le ocurrió la brillante idea de esperar una distracción para liberar a la criatura mágica nuevamente, mientras los alumnos salían del aula al término de la clase. Este se había encontrado con una niña cuyo aparente temor eran los basiliscos, puesto a lo sucedido al año anterior esto causó un alboroto tremendo y Gryffindor perdió cuarenta puntos.

La profesora McGonagall, fue quien puso ese castigo y quedó sumamente decepcionada de que un alumno de su Casa se comportara de esa manera.

_¡No puedo creerlo, señorita! ¡Usted solía ser brillante! Pero este año a visitado la oficina del director, más veces que los gemelos Weasley en todo su tiempo en Hogwarts –exageró, procurando ser más gráfica con este regaño-. Pero evidentemente usted no responde a mis recomendaciones, ni a las del director, así que no lo volveremos a interrumpir. Gryffindor perderá más puntos, y no creo que llegue a ganar el premio se la Casa este año –la miró severamente, y tensó un poco más sus labios antes de agregar:-. Espero que se sienta conforme. Después de todo... es lo único que parece haberse propuesto este año. Vaya de inmediato a su Sala Común, y luego hablaremos de su castigo.

_Sí, profesora –dijo, y se marchó.

En la esquina se encontró con Chloe, que le sonreía radiante como si estuviera orgullosa del valor de su amiga, en lugar de triste por la pérdida de puntos.

_Pensé que esta vez no me mirarías así –se sinceró Ann.

_Nunca gané nada, ¿por qué tendría que sentirme mal porque no ganemos este año tampoco? Después de todo... no he podido ganar ni un juego de canicas cuando era chica...

_Tal vez porque hemos ganado el odio de todo Gryffindor...

_¡Pero nos divertimos! Mira, Ann, soy tu amiga, yo te apoyo en todo. No sé que bicho te picó este año... pero ha de ser un buen bicho. No voy a prejuzgarlo por un par de orgullos quebrados.

_Si con “un par” te refieres a trescientos...

_Trescientos, cuatrocientos... todo se parece ¿Vamos comer algo?

Ann le sonrió.

_McGonagall no me envió a hablar con el director, pero... eso no quiere decir que me lo haya prohibido ¿no es así?

_Definitivamente tienes razón. ¿Pero vamos a comer algo antes?

_Por supuesto –concedió Ann, y estaban a punto de marcharse cuando escucharon:

_Hannah... ¿puedes quedarte conmigo un momento? –era el profesor Lupin.

_Seguro –dijo y caminó hacia el salón.

Chloe se despidió cordialmente y se fue hacia el Gran Salón a esperar a su amiga.

Dentro del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor permaneció en silencio. Esto resultaba inquietante. Le ofreció té y ella aceptó. Se sentó en el escritorio y le hizo un gesto para que hiciera lo mismo. Luego de lo que pareció una eternidad, el profesor habló:

_Te ofrecí quedarte porque hay algo que me gustaría preguntarte...

_¿Sí?

_¿Hay algo que te inquieta?

_No.

_¿Hay alguien que te molesta?

_No.

_¿Hay alguien que te haya hecho algo imperdonable con quien quieras desquitarte?

_No.

_¿Hay alguien que haya desafiado tu valor?

_No.

Se hizo silencio.

_¿Por qué lo pregunta?

_He ingresado como profesor este año, por lo cual no conozco a los alumnos tanto como otros profesores, pero escuché que últimamente tu comportamiento ha cambiado mucho. Por lo que veo, no parece que en un pasado hayas sido una buena alumna; pero según lo que me dijo la profesora McGonagall, tenías buena conducta y calificaciones arriba del promedio hace unos meses. Me atrevo a decir que tu imagen cuadra mejor con la descripción hecha por el profesor Snape. Entonces, comencé a preguntarme la razón de ese cambio y por qué tu necesidad de destacar.

_¡Yo no intento destacar! –interrumpió Hannah, que había estado esperando el momento de participar en la conversación con algo más que monosílabos.

El profesor permaneció en silencio y tomó un sorbo de té. Esperó que ella prosiguiera y como no lo hizo, continuó:

_¿Entonces? ¿Podrías explicarme qué buscas con todo esto?

_¿Todo qué?

_Los maltratos. Hoy, Ginny Weasley no parecía muy complacida cuando vio el Basilisco. Tú sabes que esa niña fue agredida en la Cámara de los Secretos el año pasado ¿qué esperabas lograr?

_¡Yo no elegí! ¡Yo no sabía hacia dónde iba a ir el Boggart! ¡Pensé que como mucho aparecería otra araña con patines! ¡No quería que esa niña se desmayara del terror!

_Pero tienes que pensar mejor las consecuencias de tus actos... podrías herir a otros.

_¿Debe importarme?

_Sí. Y me extraña la pregunta.

_Desde que entre a Hogwarts las cosas no han sido fáciles para mí. No he tenido ese mágico comienzo que todos tienen. Un sombrero que te indica una casa y una mesa que te recibe aplaudiéndote. Las chicas de este maldito colegio me miran como a un bricho raro desde el momento en que entré, me marginan, y la única amiga que tengo la tenía desde antes de entrar aquí. ¿Por qué tendría que preocuparme por ellas? Yo sé bien que Ginny no me ha hecho nada, y no fue intencional... pero de todos modos... ¿qué hay de las demás? Si el Boggart se hubiera tropezado, por ejemplo, con Millicent Bullstrode... ¿eendría qué sentir culpa? Ella me molesta cada vez que me encuentra. Las veces que le eché maleficios, juro por mi vida que se lo tenía merecido. ¿Tendría que haberme sentido mal?

_Sí –dijo el profesor rotundamente.

_¿Por qué?

_Porque se supone que intentas ser mejor persona.

Ann se quedó callada y no supo que contestar. El profesor le sonrió. Alguien tocó la puerta.

_Adelante.

Para sorpresa de Hannah, era el profesor Snape. Cruzaron fugaces miradas indiferentes, y el profesor Lupin le preguntó a Snape si necesitaba algo. Este le dio una copa burbujeante que sostenía y le comentó que tenía más si este la necesitaba. Remus le agradeció, dejó la copa en el escritorio y Snape se fue dando un portazo sin aparente motivo.

_Bien. Hannah, ¿dónde nos quedamos?

_En que soy un pedazo de bestia humana.

_¿Y quién de los decía eso? Porque no recuerdo haberlo pensado y mucho menos haberlo dicho... –le sonrió-. Yo entiendo que es feo estar al margen, aunque no lo parezca hoy, me ha sucedido cuando tenía tu edad y las personas que me apreciaban podían contarse con una mano. Pero eso no me motivo a maltratar a todos los alumnos del colegio.

_A todos... a todos... -recalcó Hannah con una agudeza que Lupin no había previsto-. ¿Qué significa esa aclaración? ¿Que no a todos pero sí a algunos?

_Mentiría te dijera que no me he peleado con nadie mientras era alumno. Hubo una vez alguien que descubrió un secreto mío y me amenazó con decírselo a todo Hogwarts. Pero con mis amigos lo manteníamos a raya. Pero eso es todo. Tú, en cambio, has superado mi marca.

_¿Y qué secreto descubrió?

Si Ann hubiera estado usando la cabeza, habría sabido que el profesor jamás le contaría y no habría preguntado algo tan personal. Pero como ven, no lo estaba haciendo.

_Me temo que no puedo decírtelo. Pero se todos modos estábamos hablando de ti y no se mí.

_Pero no pretenderá que yo confíe en usted para contarle las cosas que me inquietan si usted no me cuenta las suyas.

_Me estas poniendo en posición de igual, y sin embargo, soy tu profesor.

_No creo en las jerarquías. Que usted sea mi profesor dentro de estas paredes no quita que sea un igual fuera de ellas ¿entonces por qué mejor no hablamos afuera, en lugar de hacerlo en el único lugar de este planeta dónde usted puede mandarme? ¿No es injusto?

En cualquier otra circunstancia, aquella forma insolente de hablar hubiera sido otro escándalo, pero Lupin, en cambio, prorrumpió en sonoras carcajadas.

_¿De qué se ríe? –preguntó Hannah aún ofendida, ella lo estaba diciendo muy en serio.

_Por nada... simplemente recordé algo. Te propongo un trato. Si de ahora en más te comportas y me demuestras seriedad y confianza, a fin de año te contaré mi secreto. Pero es muy serio así que comienza a partir de ahora guardando en secreto esta conversación... y más adelante veremos.

_Está bien –dijo en tono solemne-. Lo prometo.

Fue la primera vez que Hannah le ocultó a Chloe algo importante. La mayoría de las cosas que le había ocultado eran nombres de los chicos que le gustaban que ella no era capas de admitir. Pero de todos modos, Chloe “leía su mente” y se daba cuenta al instante.

Cuando Ann salió de ese salón atolondrada y pensativa no fue en busca de su amiga, porque sabía que esta la notaría extraña. Fue a dar vueltas, a pensar. Cuando llegó a un corredor, se sintió terriblemente mareada. Cayó de rodillas. La cabeza le daba vueltas y no podía enfocar la vista.

A gatas fue hasta la pared más cercana y trató de levantarse. Nuevamente sintió que todo giraba. Las piernas le temblaban y no podían soportar el peso de su cuerpo. Sudaba frío, pero en contraposición, sentía un calor inmenso que crecía dentro de ella. La ropa molestaba. Se apoyó contra la pared y con las manos buscó una ventana que recordaba haber visto antes de marearse. La abrió y comenzó a respirar el aire fresco.

Poco a poco fue recuperándose. No sabía qué le había ocurrido y a pesar de sufrir problemas de presión desde nacimiento, nunca había sentido algo como eso. Lo primero que pensó, por muy extraño que sonase era que “algo” la había atacado. Algo invisible. Pero una vez que se hubo recuperado, esa idea le pareció tonta.

Tras unos instantes ahí, decidió ir al despacho de profesor Dumbledore, que a esas alturas ya debía estar al tanto de lo ocurrido. Ella esperaba que por más que la profesora de Transformaciones lo creyera innecesario El, querría hablar con ella.

Fue al piso, corredor y sitio correcto, dijo la contraseña y entró. El lugar, a su parecer, estaba más tranquilo de lo usual. Lo que a ella le encantaba era que parecía un sitio completamente fuera de tiempo, de cotidianeidad, de rutina. Parecía mantenerse completamente al margen de todo lo que sucedía en el colegio y en el mundo mágico. Daba la sensación de que cada cosa que repodaba en esos estantes, llevaba una eternidad en ese lugar.

Seguramente, el hecho de que haya tantos retratos con ancianos durmiendo ayudaba a que el efecto pudiera darse. Se sentó en esa silla que tanto había utilizado y espero unos momentos.

Pensó. Su mente todavía recorría la conversación con el profesor. No podía justificarla. En realidad no sabía por qué había estallado de esa forma y había terminado por decir cosas que sentía de las que ni siquiera había hablado consigo. Nunca le habían gustado las chicas de ese colegio, pero no se había detenido a pensar en lo herida que se sentía por no hablar con ellas.

No podía creer, tampoco, que había pasado de un simple juego de miradas a una confesión íntima. De solo pensarlo se sintió incómoda... era su profesor ¿Cómo pudo decirle algo así?

Mientras inquieta, miraba a su alrededor, algo atrajo toda su atención. Un libro, de tantos que había allí. Estaba en una de las estanterías que había detrás del escritorio del director. Ella se acercó y deslizó un dedo por el lomo, con la intención de correr el polvo y ver quE título tenía, pero no había nada escrito en él. De hecho, cuando lo sacó de su sitio y miró la portada, notó que tampoco había algo escrito allí.

Entonces tuvo otro de esos impulsos que últimamente llegaban a ella sin explicación aparente, y guardó el libro entre su ropa por si encontraba a Dumbledore antes de llegar a su asiento. Lentamente, sin hacer ruido, volvió a su lugar. Sacó el libro, y lo miró. Justo cuando estaba por abrirlo, sintió pisadas en las escaleras y lo guardó en su mochila. En cuanto tuvo las manos entrelazadas en el regazo, el director entró en la habitación.

El la miró unos instantes sin decir una palabra. Hannah no se animaba a hablar tampoco, así que espero. Tras unos segundos, en los cuales tomó asiento delante de ella, el director dijo:

_Minerva me comentó que te había dicho que fueras a tu Sala Común.

_Así es... pero la verdad es que tenía ganas de venir aquí antes.

_¿Por qué?

_Para hablar con usted.

El no dijo nada, así que ella prosiguió:

_Sobre lo que pasó hoy... sé que hemos hablado bastante y que eso parece entrarme por una oreja y salir por la otra, pero de todos modos no es así, y hay algo aquí que me obliga a regresar. Sé que suena estúpido, sé que no me justifica, pero créame que no sólo es cierto, sino que además yo entiendo menos que usted.

Silencio momentáneo. Dumbledore la miraba.

_Jamás pensaría que es estúpido algo que me dice un alumno, y menos aún cuando sé que están siendo sinceros. Soy conciente de las conversaciones que tuvimos en este último tiempo, y también de que pareces no querer cambiar tus actitudes.

_No es que no quiera, es que simplemente... me propongo a obedecer y es entonces cuando aparece esa oportunidad única de hacerlo. Es en ese instante o nunca... ¿Y si no lo hiciera? ¿Y si dejara pasar y luego me arrepintiera de mi cobardía? Sé que no es muy lógico pensar que voy a arrepentirme de por vida de no haber hecho una travesura, pero de todos modos, en el momento de hacerla, suena coherente... –hizo una pequeña pausa, dispuesta a detenerse si el profesor quería hablar, pero como no pareció que fuera a decir algo, ella continuó- ¿Me explico? En ese punto en el que los segundos parecen no pasar y mi mente hace cálculos velozmente, parece completamente obvio que lo que tengo que hacer es dejarme llevar. Y voy, y lo hago. Y justo cuando termino, es cuando me doy cuenta de que no tendría que haberme movido... ¿Suena comprensible?

_Sí. Al menos para mí, entiendo lo que estás diciendo, pero es algo que tienes que aprender a manejar. No puedes ir por la vida obedeciendo a tus impulsos, no sería maduro de tu parte.

Pero Hannah ya no estaba escuchando. No sabía si era por los nervios o por no haber dormido bien, pero el aire le estaba faltando y las sólidas paredes que la contenían en ese despacho, ya no parecían estables.

Todo se movía nuevamente. Otra vez el calor, otra vez el sudor frío. Se preguntada si Dumbledore notaría que ella no estaba bien, pero ese pensamiento no era más que un eco poco reconocible en su mente. No podía pensar. Era como tener un zumbido constantemente en el cerebro e instintivamente se llevó las manos a la cabeza. Por un momento se vio a ella sentada, pero el instante volvió a ver a Dumbledore. Entre tanta oscuridad y movimiento, su mirada interceptó los ojos azul claro de su director y una calma la invadió. El aire regreso y todo parecía normal nuevamente.

_¿Te sucede algo?

_Eh... no, estoy bien. me mareé, eso es todo. Hoy no desayuné y... no me siento bien. Tengo que irme.

El profesor se levantó para acompañarla a la puerta, cuando estuvieron ahí, el se despidió diciendo:

_Cuando me siento mal y mi cuerpo no responde como yo deseo... siempre me hace sentir bien una calmada lectura en mi cama...

* * *

_O sospecha que le robaste el libro... o está seguro de que le robaste el libro –dijo Chloe una vez que Hannah le contó esa parte de la historia.

_¿Y qué hago ahora? ¿Lo devuelvo sin siquiera abrirlo? –preguntó Ann, nerviosa y sin pensar.

_Mira, amiga de mi alma –comenzó Chloe en un tono ligeramente condescendiente, que sabía que alteraba a su amiga-. Puedes devolverlo y estoy segura de que lo harás pronto... pero poco cambia si lo leíste o no, así que ya que te tomaste la molestia de robarlo y arriesgar tu pellejo, lo menos que puedes hacer es... ¡LEERLO!

_Tienes razón.

Buscó su mochila y sacó el libro viejo.

_¿Te soy sincera? –comenzó Chloe al ver el libro.

_Por favor.

_No sé que cosa le viste de atrayente –opinó al ver el objeto sucio y envejecido.

_Yo tampoco... ¿Pero nunca te pasó que algo te “llamaba” y no sabías por qué?

_Sí, mi mamá, por ejemplo. Siempre gritaba desde la cocina “¡Chloe! ¡Baja inmediatamente!” y juro que jamás tenía la menor idea de qué podía estar sucediendo...

_Aparte de eso, pedazo de mentecata...

_¿De dónde salió esa palabra? –se asombró Chloe.

_¿Quién sabe? Pero es graciosa y siempre tuve ganas de usarla.

Se sentó en el piso de su cuarto junto a su amiga, y abrió el libro. Dentro había dibujos de dragones que se movían, volando o caminando de una página a otra. Gruñían a quien los miraba, y luego seguían su camino. Estaba escrito en una lengua extraña. Eran símbolos, pero ella nos los reconocía ni como japoneses, ni como aztecas o alguna de las civilizaciones conocidas. Pero si debía elegir una, parecían más árabes que cualquier otra cosa.

_¿Runas antiguas? Debí elegir esa asignatura... pero justo escuché que una chica decía que en Adivinación se trabajaba menos y no me pude contener... –comenzó Hannah, y se detuvo al ver que su amiga miraba el libro con decepción.

_La verdad que ya que cargas el pecado de haber robado, hubiera sido interesante que al menos valga la pena, pero... ¿Un libro sobre dragones que ni siquiera podemos leer? Mejor hubieras hurtado los sorbetes de limón...

Hannah se quedó meditando unos instantes.

_Insisto en que esto algo raro tiene...

_¡Qué bueno que seas así de optimista! Es mejor que admitir que te robaste una bazofia.

_Tengo una idea: la próxima vez... ¡tú robas y yo te burlo!

Comenzó a pasar las hojas del libro para ver algo, pero nada encontró.

Le dio la razón a Chloe, tal vez, su necesidad de buscar problemas o de vivir aventuras, la estaban llevando a ver cosas donde no las había. Y que por el simple hecho de que el libro era el único negro, ella había sentido que debía llevárselo.

O tal vez, una vez más, las cosas no eran lo que parecían…

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