lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 20 --- Episodio XVI

15-08-88

Querido Diario:

Hoy recibí una lechuza. Y no quiero se esas expresiones sarcásticas acerca de lo poco emocionante que es mi vida como para que una lechuza sea una gran noticia, porque ahora me incorporé al mercado laboral femenino y hasta tengo un jefe acosador... así que dispongo de una vida casi emocionante nuevamente.

Pero volviendo a la lechuza. Hay mucho que decir sobre ello, y no me refiero al hecho de que sus colores fueran bonitos, o su pico demasiado grande, sino a la noticia que traía. Y si te lo preguntas, a pesar de ser un cuaderno sin vida y capacidad de pensar, te contesto que sí, estoy divagando para ponerle suspenso...

¡Mi mamá está embarazada!

¡CHAN! ¿Ves qué shokeante que es cuando lo cuento así como así? O puedo hacer la gran Lily y decir “lo sé hace meses pero no me pareció relevante”. Esa sí es una buena manera de enterarse las cosas.

Mi hermano fue el que me aviso. No parecía demasiado interesado en decírmelo, más bien parecía como “alguien tiene que decírselo porque es parte de la familia, así que el que saque el palito más corto le escribirá”. Pero como sea voy a tener un hermano o hermana.

Preferiría que fuera hermana... no soportaría otro parásito machista como los que ya hay... aunque más le vale por su bien nacer hombre. En nuestra familia tener pene es una herramienta de supervivencia. La pasará mejor de ese modo. Malditos retrógrados conservadores de ideas absurdas... no quiero ni pensar lo que dirían si supieran que trabajo. Prácticamente lo considerarían prostitución, o deshonra... cuando era el ama de casa con los volados y los ruleros (que es realidad jamás existieron) estuve a punto de cumplir el sueño de mi madre, de desperdiciar mi vida encerrada en una casa, a merced de las decisiones de un cretino bueno para nada... como hizo ella, como hizo mamá.

Aunque si no sacó de su vientre ningún hijo normal (y me incluyo), no creo que lo haga ahora. Vaya a saber uno qué tipo de aberración está por nacer. Ojalá que sea bruja en caso de ser nena. Así por lo menos puede albergar en su alma el deseo de ir a Hogwarts y pasar ahí 7 años de su adolescencia. Y si es varón... que sea muggle. Si mi próximo hermano tuviera poderes mágicos, sería rápidamente el favorito de mi papá, y mis otros dos hermanos, sentirían... lo que yo sentí por ser inferior a los ojos de papá ¡Uau! Cualquiera de las dos cosas que sea, cambia por completo la posición familiar... ¡Qué interesante!

Cambiando de tema, hoy discutí con Severus. Estas discusiones me tienen bastante cansada, porque es obvio que jamás estaremos de acuerdo. Pero el insiste en hablar al respecto. Hablar... porque escucharme jamás.

Hoy fuimos a pasar la tarde a lo de los Potter, como habíamos quedado hace un tiempo. Antes de ir (cuando ya había dicho que iría), me preguntó quiénes seríamos allí. Yo le dije que según sabía seríamos nosotros cuatro. En realidad no fue así, pero yo no lo sabía.

Cuando llegamos, aparte de Lily y James, estaba Sirius. Remus y Peter no podían ir, e irían la semana siguiente. Cuando Severus vio que estaba Sirius no dijo nada, no miró de ningún modo en particular, así que no me hice problema.

La tarde pasó rapidísimo, y sin ningún problema. Hasta sonrió. El bebé está hermoso. Tiene unos ojos divinos. Pero carga con la desgracia de parecerse a James... (así lo dijo Sirius y fue muy divertido). Cuando llegamos a casa, la cuestión fue otra totalmente distinta. El se desabrigó y me dijo:

-No voy a cenar, me voy a la cama.

Y serio, subió al cuarto.

Yo me duché, y mientras pensé cuál podía ser el problema y traté de ser optimista y pensar que tal vez solo era cansancio.

-¿Te pasa algo? -le pregunté mientras me terminaba de secar el pelo en el cuarto.

-No, nada.

Lo que odio esa frase no puedes ni imaginarlo, porque significa: “Me pasa algo tan insignificante que no vale la pena causar una pelea, y lo suficientemente tonto como para que te enojes si te lo digo. Pero igual me molesta mucho como para disimularlo”.

-Vamos, amor... sé que algo no anda bien.

Me arrodillé en la cama. El ya estaba acostado.

-Estoy bien.

-¿Bien no quiero hablar ahora y te lo diré después? ¿O bien estoy muy enojado como para querer hablar contigo?

-Bien. Fin.

-¿Lo tan bien como para perdonar lo que te haya hecho? ¿O no tan bien como para que no te resulte irritante mi actitud?

Silencio. Se sentó.

-¿Por qué no me dijiste que Black estaría ahí hoy?

Silencio. Estaba muy sorprendida. Balbuceé algo que dudo que se haya entendido, y luego le dije:

-No tenía idea de que él iría.

-¿No habías preguntado?

-Sí, pero James no me lo dijo. Tal vez Sirius lo decidió a último momento...

-O tal vez no me lo dijiste porque pensabas ir sola...

Más silencio. Más sorprendida.

-¿Cómo puedes pensar eso?

-Por cómo me dijiste que esa reunión existiría: “Nos juntaremos en los de los Potter para ver al bebé, pero no tienes que ir si no quieres, no tengo problema en ir sola” –repitió tan textualmente, que parecía que lo había anotado. Tiene tanta memoria para los detalles que a veces me resulta escalofriante.

-¡Pero eso fue para que no te sintieras presionado! ¡Sé que no te gusta ir, así como no me gusta ir a lo de los Malfoy!

-¡Más bien parecía que querías sacarme del medio!

-Bueno, Señor Paranoia, si eso es lo que quieres pensar... -y muy enojada me acosté a dormir.

Cada uno miraba para un lado distinto, y estábamos casi al borde de la cama. Me sentía muy angustiada, pero no quería decir nada. Luego de un rato, sin poder dormir me di vuelta y lo abracé. Le pregunté si estaba dormido y no me contestó. Pero sé que estaba despierto. Le dije:

-No es lo que piensas. Jamás querría sacarte del medio. Eres lo que más amo, ¿entiendes?

El seguía de espaldas. Le di un beso en el cuello, y me levanté. No tenía sueño, así que te tomé del cajón y bajé. Ahora estoy en el sillón, frente a la chimenea, escribiendo. La verdad es que no sé que pensar. Sé que todas esas inseguridades las tiene porque me ama, pero no me gusta que sea tan desconf - - -

19-08-88

Querido Diario:

Eso fue porque bajo él. En cuanto lo vi cerré el diario y lo dejé en la pequeña mesa que hay delante del sillón. Lo esperé. Se sentó a mi lado, y se quedó en silencio. Luego de un rato, dijo:

-Perdóname. Sé que no lo hiciste a propósito, es solo que... con tan solo pensar que podría perderte, que podrías irte... o que te hagan algo, me muero de...

-¿Ira?

-Miedo. Pero no sé manejarlo es... muy fuerte.

Me miró a los ojos, y comenzó a acariciarme suavemente el rostro. Se quedó callado. Yo no hablé.

-Sabes lo que pienso de Black. El no olvidó sus sentimientos hacia ti. Sé que está esperando que algo salga mal...

-Pero eso no va a suceder... -le dije- Por más que el sienta cosas por mí, tú eres el único hombre en mi vida, EL hombre de mi vida -lo besé-. Y nada ni nadie puede cambiarlo, ¿sabes?

-Sí, lo sé -dijo.

Me abrazó. Nos quedamos allí, abrazados, recostados. Y nos quedamos dormidos. Ah, y... NOS QUEDAMOS DORMIDOS.

- - - - -

Y si hay algo peor que trabajar para Lucius, es trabajar para Lucius estando es desventaja. Todo este tiempo, yo era una empleada tan eficiente, que al menos el no tenía motivos para encerrarme en su oficina. Pero con el asunto de la llegada tarde, tuvo uno muy bueno para hacerlo y darme un sermón de varios minutos, con lo que se atrasó el trabajo del día, que tuve que hacer más rápido y sin ningún descanso de café, para poder salir a la hora que me correspondía.

Así y todo fue inútil, porque de todos modos me hizo quedar horas extras, con trabajo extra para “compensar mi falta”... y si crees que eso no puede empeorar, aquí va lo peor: él se quedó conmigo para “vigilar que trabajara”. Para vigilar mi trasero, más bien.

La cuestión es que le avisé a Severus lo que pasaba y que no me esperara a cenar que llegaría tarde. El obviamente, pareció indiferente.

Ya no daban mis pies de tanto andar con los tacos, cuando llegué a casa. Me los saqué en la puerta. Entré sigilosamente para no despertar a Severus, pero fue en vano. El ya estaba despierto... esperándome con la cena lista.

Es un romántico... cuando quiere. Pero las cosas no podían salir perfectas, como era de suponerse.

Todo iba bien. Le sonreí, lo besé, nos sentamos... estábamos terminando de comer... todo era de mil maravillas. Mi mano reposaba sobre la mesa y él la tomó. Le sonreí.

-Somos el matrimonio perfecto -dije.

El, para mi sorpresa, retiró su mano.

-¿Es un reproche?

-No... lo dije porque...

-Porque hace un año que deberíamos estar casados, y no es así...

-No, te juro que...

-¿Para qué necesitas un papel que diga que nos amamos?

Y yo que pensaba decirle que no era necesario porque era feliz así, pero la verdad es que esa actitud me hizo dudar.

-¿Y tú por qué le huyes tanto?

-No le estoy huyendo.

-Sí... te persigues. ¡Yo no estaba pensando en eso, tú pensaste que era un reproche!

-Si tuviste un mal día en el trabajo...

-¡No tiene nada que ver con el trabajo! ¡Tú mismo dices que es maravilloso que yo trabaje con tu mejor amigo, sin importar que sea un acosador!

-¡No hables así de él!

-¿Por qué? ¿Porque es una buena persona? ¡Vamos! Se la da de amigo tuyo cuando en la oficina se la pasa buscando excusas para tirarse encima de mí.

Abrió la boca y la cerró, hizo una breve pausa y dijo:

-Me parece que por tres chicos que habrán gustado de ti en el colegio, te fueron suficientes para pensar que eres la mujer más linda del mundo, pero no es así.

-¿Cómo iba a ser así? ¡Esa es la frase que más sale de tu boca, era obvio que sería mentira!

Me levanté y me fui. Pero no subí al cuarto, me fui por la puerta trasera, caminé por los terrenos, y me senté cerca del lago. No sé cuánto tiempo estuve ahí. Cuando decidí ir a la casa, vi que todas las luces estaban apagadas. Evidentemente él no tenía ganas de que hablásemos, así que no le di gran importancia a eso. Supuse que podríamos hablar al día siguiente. Cuando estuve en la sala de estar, supe que no tenía ganas de dormir, o subir, o lo que sea. Quería estar sola, pero no sola en totalidad, sola... de él.

Tomé un puñado de polvos flu, lo arrojé al fuego y aparecí en la casa de Sirius. Todo estaba silencioso y oscuro, pensé que él esta durmiendo, y cuando estaba por volver, me agarró del hombro.

-Hola, intrusa.

-Hola, vengo a robar tus más valiosas posesiones -le dije sonriendo.

-Dado que soy modelo, se trata de mi cuerpo... tómalo -dijo posando para mí.

Me reí y él también.

-Tú no cambias -le susurré.

-¿Qué te trae por aquí a estas horas?

-Tenía ganas de verte.

-¿Quieres tomar algo? Aparte de mi cuerpo, que doy por sentado que lo tomarás después...

-Amigo mío, lamento decepcionarte, pero eso no va a suceder -aclaré en tono de chiste, pero con serias intenciones de cortarle el jueguito-. Y te aceptaría un vaso de agua.

-¡Qué aburrida! ¿No quieres algo que tenga un poco de... vodka? -ofreció con picardía.

-Tal vez en otra ocasión, no quiero llegar ebria a mi casa -pensé un rato-. Y preferiría no tomar contigo cerca -dije también, para evitar futuros ofrecimientos.

-Bueno... ¿sabes? Ni recuerdo cuando fue la última vez que tomamos juntos...

-Es que nunca tomamos juntos... -dije sin pensar.

Entonces él, que estaba sacando un vaso de un muble, lo apoyó con más fuerza de la normal sobre la mesa. Y ahí supe lo que sucedía... sí habíamos tomado juntos una vez. Unas inocentes cervezas de manteca una tarde en Hogsmeade, cuando estábamos en cuarto año... cuando nos besamos por primera vez.

Para cuando terminé de pensar todo eso, y una manera de arreglarlo, para que él sepa que no olvidé eso (lo cuál para él era más importante que para mí), pero que al mismo tiempo no parezca que me gusta recordarlo, él ya me había traído el agua y sostenía el vaso delante de mí. La verdad es que no supe que decirle, y bebí despacio, mientras él me miraba.

Es obvio que si alguien me pregunta cuándo y con quién fue mi primer beso, yo sé responder y contar la situación. Pero no es un dato que tenga presente en mi cabeza constantemente y por eso dije eso.

-No me has dicho... -mientras hablaba me hizo una seña de que lo siguiera a la cocina- ¿Qué es lo que te trae por aquí a estas horas?

-Es que no sé... no podía dormir, y pensé que tal vez estabas despierto... eso es todo. La última vez que te vi éramos varios, y no pudimos hablar casi nada. ¿Cómo has estado?

-No puedo quejarme. ¿Te lastimó ese estúpido?

-¿Qué?

-Sarah, te conozco. Sé que si dejaste la tibia cama que compartes con tu prometido eterno, es porque se han peleado. Pero la próxima vez me gustaría que tú te quedaras calentita durmiendo, y fuera ese parásito el que viniera. Hay un par de cosas que me gustaría dejarle en claro.

-¡No nos hemos peleado! Fue una insignificante diferencia, acerca de Lucius...

-¿Malfoy? Otro idiota al que me gustaría acomodarle un par de ideas.

-Sirius... -dije con voz suave- ¿Por qué estás tan lleno de rencor?

No contestó.

-¿Qué fue esa insignificante diferencia?

Sabía que no podía contarle que la discusión había sido por el casamiento, porque él me empezaría a decir cosas acerca de que él jamás quiso casarse conmigo y un montón de idioteces que no quería escuchar. Censuré la conversación, y la reduje a la parte que trataba de Malfoy para dejar a Severus en segundo plano.

-En realidad... tu prometido es el culpable -por mucho hincapié que yo había hecho en lo cerdo que es Lucius Malfo, no fue suficiente como para que Sirius desistiera de la idea de echarle toda la culpa a Severus-. Piensa. ¿No es su trabajo defenderte? ¿No tiene que cuidarte y confiar en ti y creerte más que a nada ni nadie?

-Sí.

-Y bueno... sigue siendo el perro faldero de su amigo, y a eso le está dando más importancia que a la relación de ustedes. Eso no debe ser así, Bagy.

Me enojé mucho cuando él dijo eso.

-El solo confía demasiado en Malfoy y prefiere no creerle a ninguno de los dos, para poder conservarnos a ambos. Son amigos.

-Si yo estuviera en su lugar, te elegiría a ti sin pensarlo -me sonrió.

-Es muy fácil si lo planteas así, pero no pienses en Lucius... piensa si fuera James.

Hizo silencio. No respondió.

El resto del tiempo hablamos de otras cosas, me contó un par de anécdotas graciosas que hay en su trabajo y que planea expandirse y ser actor. A mi me pareció buena la idea, recuerdo que en nuestros juegos infantiles, él era muy bueno actuando.

Cuando regresé a casa, el cielo estaba comenzando a aclarase. Me hizo bien distraerme. Como ya no tenía sentido intentar dormir, me quedé limpiando las cosas de la cena, y cuando terminé, empecé a preparar el desayuno.

A la hora de siempre, Severus bajó a desayunar. Se sorprendió al verme. No dijo nada. Se acercó, me dio un beso en la frente y se fue a sentar. Le serví té, y luego me senté.

-¿Dónde estuviste anoche? No subiste a dormir...

-No. No tenía ganas de subir -eludí.

-Luego de unas horas, bajé a buscarte. No estabas en la casa. No había ninguna nota.

-No pensé que bajarías.

Silencio. ¿James y Lily? Poco creíble... ¿Remus? Mala respuesta... ¿Sirius? Pésima respuesta... ¿Peter...? Dejémoslo ahí.

-Salí a dar unas vueltas por los terrenos. Necesitaba pensar.

Alzó las cejas. Permanecía misterioso.

-¡Qué extraño! -se sorprendió- Hubiera jurado que escuché el ruido de la chimenea... como si alguien hubiera utilizado polvos flu.

-Tal vez lo soñaste -sugerí.

-Sí... -dijo con evidente sarcasmo.

No dijo una palabra más en todo el desayuno. Y no cruzamos miradas hasta que estuvimos en la puerta a punto de salir. Pero tampoco hablamos en ese momento. De hecho. No volvimos a hablar en el resto del día.

Cuando regresé de trabajar (tampoco me lo crucé en el Ministerio), las luces estaban apagadas y él no estaba. Me fijé en el pilón de notitas, y la última decía: “Estoy en casa Lucius. No me esperes”.

Me invadió una tristeza terrible. Cada minuto que pasaba, mientras estaba en la oficina, no dejaba de pensar en lo que le diría al regresar. Tengo muchas ganas de reconciliarme con él, y temo pensar que esté contándole a Lucius que me fui de casa toda la noche. Temo lo que Lucius puede decirle sobre mí, temo que lo crea, temo que una vez más, mi palabra sea la de menor valor.

Tengo mucho miedo. Sé que no creyó dónde estuve, pero no puedo decirle la verdad... todo quedará arruinado. Sin embargo, tendré que correr ese riesgo. Lo esperaré despierta, no debe pasar de hoy. Pero ¿me creerá? Me creerá que toda la noche estuve hablando inocentemente? ¿Me creerá que nada sucedió? No. No va a hacerlo. No hay nada que él crea... y mucho menos si tiene que ver con Sirius - - -

- - - - -

-La otra noche fui a la casa de Sirius -dije sin pensar para no arrepentirme.

-Lo sabía –dijo-. Y eso era lo que me molestaba. Que no me lo dijeras. Sabía que te habías ido con ese... hombre, y el solo pensar que me lo ocultaras hacía que aparezcan en mi cabeza ciertas ideas que... no resistiría tener -explicó con calma desde la puerta.

Me puse de pie, y me acerqué a él. Me miró unos instantes con esos cautivantes ojos negros, y luego habló con una voz muy débil:

-¿Qué paso?

-Nada. Hablamos.

-¿Toda la noche?

-Toda la noche.

Alzó una ceja incrédulo. Se alejó unos pasos de mí, y luego, dándome la espalda, comenzó a cambiarse para ir a dormir. Yo hice lo mismo. Ambos nos quedamos mirando el techo con la luz prendida. Fue patético. Ya somos un matrimonio real: no tenemos sexo.

Cuando pensé en eso exactamente, comencé a reírme. El me miró, no comprendía a qué se debía mi risa. No quise decírselo para no entrar en ese tema nuevamente, y cuando me calmé le dije:

-Lo siento, recordé algo... ¿dormimos? -pregunté.

-No tengo sueño -respondió con desgano y miró el techo nuevamente.

Estuvimos así un rato, y de golpe tuve una acometida de... no sé... ¿stripper? Me levanté, me saqué él camisón y él me miraba sorprendido.

Me metí en la cama nuevamente:

-Si vamos a volvernos un témpano de hielo, no será mi culpa -expliqué, y me quedé mirando el techo como si nada.

Como él no hablaba, apagué la luz, y me di media vuelta. No dormí, me quedé esperando que me buscara para... eso, y decirle que no porque estaba ofendida de que no me hubiera creído. Pero me desilusioné mucho cuando me desperté a la mañana siguiente, y me di cuenta de que estábamos durmiendo a medio metro de distancia.

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