lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 27 --- Episodio XXX

30-12-88

¡Por favor dime algo! ¡Lo que sea! ¡Una mirada especial!

Algo… ¿No ves que me importa? ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta?

Se está acabando el día…

Por favor, antes de las doce por favor… ¡nota que hoy cumplimos cuatro años de novios!

Por favor te lo pido…

17-01-89

Querido Diario:

Estoy más tranquila respecto de la guerra. Ahora que estamos bajo el encantamiento Fidelio, ya no tengo que preocuparme porque un Mortífago venga a buscarme…

De todos modos, la tranquilidad nunca es total, ya que todavía cabe la posibilidad de que maten a alguien que quiero. Lo de Joda fue suficiente, no aguantaría otra cosa… aún me duele esa y sé que dolerá mucho tiempo más.

Cambiando de tema, mi aniversario con Severus pasó desapercibido… él no me dijo nada, y yo no me atreví a decirle nada tampoco. Al principio pensé que él también estaba esperando que yo hablara primero, pero si hubiera sido así, él me lo habría recriminado después y no, no lo hizo.

Si bien el 25 se portó muy bien conmigo y me contuvo, las cosas el 28 ya eran muy distintas.

Yo comenzaba a pensar que por fin nos habíamos encontrado, y un día volvió a ser sombrío nuevamente. Por eso nunca le di detalles de lo que había pasado en aquella noche… él tampoco me los pregunto. Comienzo a pensar que nunca le importó de verdad…

Igual, no fue lo único que estuve pensando estos días. Hablé con Albus, el día que hizo el Encantamiento Fidelio a la casa. Lo hicimos una mañana antes de que Severus se fuera al trabajo, porque si no… no iba a encontrar la casa al regresar. Luego Albus se quedó hablando conmigo un rato.

Primero me quedé esperando que me dijera algo acerca de su… eh… “tropa”, pero no me dijo nada. Así que algo preocupada por la falta de invitación, le hablé yo.

-Albus… ¿es cierto que estás formando un equipo secreto en contra de El Señor Oscuro?

-Llámalo por su nombre, Sarah.

-¿Lo estás formando?

-Sí, estoy trabajando en eso…

Silencio.

-Y… ¿por qué no me avisaste?

Silencio.

-Eso no importa, Sarah.

-Sí que importa, porque quiero ayudar… quiero luchar.

-No.

-¿Por qué no?

-Porque no. Simplemente eso.

-¿Es por lo que pasó en Navidad? ¡Yo sí puedo defenderme, Albus! Es solo que…

-Sé que puedes defenderte, pero no quiero arriesgarme que a que ‘solo que’ ocurra de nuevo.

-¿Qué quieres decir? ¿Que temes que otra vida se acabe porque yo me paralice?

-¡No! ¡Temo que tú vida acabe porque te paralices! Sarah, hace años que te conozco, haz sido como una hija para mí. Puedo dejar que otros se arriesguen si lo quieren, pero no tú. Tú tienes que estar a salvo aquí…

-¡Pero no me sirve de nada estar a salvo aquí si pasarán años antes de que pueda salir! ¿Y si la oscuridad no se acaba? ¿Tendré que quedarme en esta prisión por siempre? ¡En ese caso prefiero morir!

Silencio.

-Albus… por favor…

-Voldemort te ha buscado para matarte sólo para ver si uno de sus Mortífagos le era fiel… ¿qué crees que haría si supiera que tienes información? No, Sarah, no puedo permitirlo.

Y esas fueron sus palabras decisivas. Así que ahora ni esperar la muerte puedo… estoy completamente presa, pero no sola. Vivo encerrada con una persona que me ignora y si me habla, es sólo con los monosílabos indispensables.

Entonces, sigo esperando… pero ya no espero una salvación para esta relación… espero un buen motivo para terminarla… para irme o con Sirius, o sola si el intenta detenerme y que me queda escondida.

Ya no me importa nada, ¿entiendes? Si pierdo definitivamente a Severus, entonces no me importa si Voldemort intenta matarme, o si lo hace.

Sin Severus en mi vida, lo mejor que podría pasarme es la muerte.

30-01-89

Querido Diario:

Había olvidado que escribí eso. Recién lo releí. Estoy destruida. Este es definitivamente el fin. Pero esta vez decidí no romperte y dejarte sin explicaciones de por qué lo hice, como sucedió con el diario anterior. Esta vez voy a despedirme diciendo por qué lo hago…

Las cosas con Severus siguieron su curso… no hablábamos. Intentaba sacarle palabras, frases, lo que sea. Ya no pretendía de él besos o caricias… sólo un indicio de… ¿vida?

Pero nada. Su comportamiento había pasado de oscilar entre el amor y el odio, a ser completa indiferencia. Claro que jamás pensé a qué se debería. Ahora es todo tan claro para mí… sus cambios de actitud, su distancia, su ausencia.

Ese día llegó a casa a la noche. Sirius estaba cenando conmigo. Una maldita vez que Canuto viene a la noche porque estuvo ocupado por los trabajos que Albus le da, y Severus llega temprano. No sé como no preví que eso iba a pasar… creo que fue porque me había acostumbrado a que llegara pasadas las tres de la mañana, y se fuera al trabajo antes de que yo me levantara. A veces… ni siquiera estoy segura de que viniera a la noche. Pero eso ya no importa.

Ese día las cosas se pusieron peor. Al principio él no dijo nada y se fue… como siempre. Pero yo me quedé abajo. Hice de cuenta que no me pasaba nada, pero seguro Sirius se dio cuenta de que estaba incómoda porque al ratito se despidió y se fue.

Luego de despedirme de él, subí lentamente a la habitación. Severus estaba en la cama leyendo un libro. Lo saludé, no me contestó. Me miró un segundo y luego volvió al libro.

Le hablé de nuevo, y nada… me cansé, me subí a la cama, le saqué el libro y lo tiré a un lado. Con un movimiento de la varita, cerré la puerta y las cortinas.

Nos miramos largamente. Seguía sin pronunciar palabra. Como si quisiera leer mis pensamientos en mis ojos.

-Llegó la hora, Severus, tenemos que hablar -le dije.

-¿De qué? Para mí no hay nada de qué hablar…

-¿No? Pues para mí sí, así que entonces escucha en silencio lo que tengo para decirte. Llevo mucho tiempo esperando que quieras hablarme, decirme lo que sientes. Y si no lo he hecho yo en todo este tiempo, es porque sé que no me creerás y me molesta que no lo hagas. Estoy dolida ¿entiendes? Porque la palabra de cualquiera te vale más que la mía. ¡Lucius me acosó delante de tus narices y no te importaba! ¡No lo creías porque era tu amigo! ¡Yo no he tendido nada con Sirius, y has sido capaz de armarte una película acerca de que él y yo somos amantes! ¿Por qué? ¿Por qué cuando se trata de algo que crees que hago para dañarte, tienes toda la certeza de que ES ASÍ, y cuando es algo que me hacen eres incapaz de creerlo? ¿Por qué dejaste de confiar en mí? ¿Por qué nunca quisiste casarte conmigo? ¿Por qué no estabas aquí en Noche Buena para defenderme de aquél Mortífago? ¿Por qué nunca me preguntaste qué fue lo que pasó? ¿No te importa? ¡Pudieron matarme esta noche! ¿Nunca quisiste saber cómo o por qué?

No podía evitar llorar… todas las cosas que llevaba meses guardando se escapaban de mi boca sin que tuviera que pensarlas.

-¡Estoy harta, Severus! ¡Porque eres la persona que más amo y con la que menos puedo hablar! ¡Te amo! ¿Entiendes? ¡No puedo concebir la maldita idea de que te estoy perdiendo y no hay nada que pueda hacer para evitarlo! Y siento que no me amas o que nunca lo hiciste, y es un dolor inexplicable. Preferiría tener a Voldemort torturándome una y otra vez, que sufrir que ya no estas conmigo, o que nunca lo estuviste ¡Te amo! Y no hay nada que lamente más que el hecho de que las cosas cambiaron…

Tuve que hacer una pausa porque el nudo que tenía en la garganta me dificultaba hablar. Los sollozos me interrumpían... no podía armar una sola frase sin la interrupción del llanto. Fue horrible.

-Eramos felices, teníamos una relación perfecta. Nos podíamos contar lo que sea… ¿dónde quedó todo eso? Recuerdo cuando te quejabas de que tenías frío a la noche porque yo me quedaba con las frazadas… ¡no sabes lo lindo que es ese frío al lado del de dormir sola! ¡Sola y preocupada esperando que llegues! ¡Y cuando no llegas…! Ver el sol saliendo a la madrugada, y que no estés ahí… que ya no me amas… que tal vez, estés con otra mujer… o peor… ¡que estés muerto!

Silencio. El me miraba completamente estupefacto. No despegaba su mirada de mis ojos.

-No sabes el tormento que siento, Severus… no sabes lo mucho que me duele decir esto, y preferiría que jamás sucediera porque no puedo ni quiero vivir si no estás a mi lado… pero… debemos terminar.

Llevé las manos a la cara e intenté secar mis lágrimas, pero eran demasiadas. Las sacaba, pero seguía llorando a fuerza de pulmón.

-Porque ya no funcionamos… y porque nos estamos haciendo mal el uno al otro. Hoy me voy a ir, y te prometo que no volverás a saber de mí. Pero antes… necesito hacerte una pregunta…

Silencio, él me miraba… intensamente.

-¿Me amas?

Silencio otra vez. Creí que no iba a contestarme. Creí que se quedaría en silencio porque no tenía el coraje de decirme que no. Creí que me iría sin volver a escuchar su voz...

Pero… luego de lo que pareció una eternidad, se incorporó y me besó. Me besó como jamás antes me había besado, con lujuria, con pasión… pero por sobretodos las cosas, con amor.

-Por supuesto que te amo. Más que a mi propia vida -respondió, y me volvió a besar.

Y así lo sentía yo, sentía cosquillas en todo el cuerpo, y las lágrimas ya no eran de dolor, si no de felicidad y alivio. Tanto tiempo esperando escuchar esas palabras…

Sus manos pasaron de mi cara, a mi espalda. Podía sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, y en mi interior una energía desbordante. Nos besábamos, más y más… después de tanto tiempo.

Sus labios comenzaron a recorrer mi cuello, y por más que ya no hablábamos, sentía que escuchaba su voz en mis oídos, diciéndome que todo estaba bien… que iba a estar todo bien. Que me amaba y que nos fugaríamos juntos. Durante ese beso, moví la varita que aún tenía en la mano, y apagué la luz. La dejé caer… ya no me importaba nada que fuera objeto… ni la varita, ni los muebles… ni la ropa. Sólo él.

No sé quién comenzó a desvestir al otro… no puedo recordarlo. En ese momento, mi corazón y mi alma mandaban sobre mi cabeza. Nada me importaba más que el hombre que volvía a tener entre mis brazos y que volvería a ser mío, y yo de él.

Sus manos en mi piel, recorriéndola y amándola, haciéndome feliz… mis latidos se aceleraban, pero por primera vez, por amor y no por miedo. Solo se escuchaban movimientos y respiraciones. Cuando abría los ojos, el brillo de los suyos se cruzan con los míos. Y lo besaba nuevamente.

El calor de su cuerpo, el aire cálido que nos rodeaba… un amor puro, e intenso resurgía entre nosotros de la manera más animal: la irracional, en la que no se requieren pensamientos ni palabras, porque los cuerpos se funden hablando el mismo idioma. Sin mentiras, sin rodeos, sin huidas y sin miedos. Sólo él, sólo yo. Y por primera vez en mucho tiempo, sólo nosotros.

El resto, es inexplicable. Porque, cualquier descripción que intentara darte sería insuficiente para plasmar lo que se siente hacerle el amor a la persona más importante de tu vida… ninguna persona que tenga esa suerte, puede decirlo. Estas meras aproximaciones… son tan poco. Cualquier frase es superficial al lado de ese sentimiento. Llega un momento en que el amor es tan grande que no cabe en el alma, no cabe en el corazón, y produce dolor, pero un dolor lindo. Son como ganas de gritar, pero al mismo tiempo de reír… de… no sé. Una eternidad a su lado sería poco, poco para tanto amor… pero de nada vale que siga escribiéndolo… porque jamás, pero jamás podría explicar lo que es amarlo, y lo que es ser suya.

Cuando terminamos, nos miramos. Cansados, con la piel ardiente por el calor que brotaba desde nuestro interior, jadeantes, relajados… nuestras respiraciones poco a poco se fueron apaciguando. Suspiré y sentí una nueva energía, la del amor tierno.

-¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! -le repetí, mientras le besaba las mejillas, los labios, el pecho.

Le sonreí y él me sonrió.

-Yo también, Sarah, yo también -susurró, besándome y abrazándome.

Silencio.

-¿Quieres hablar de algo? ¿Decirme algo?

-Ni siquiera puedo pensar -confesó y rió-. Tengo algo importante que decirte, pero mejor que hablemos mañana... -dijo jugando con mi pelo.

-Pero... mañana trabajas todo el día.

-No iré. No regresaré a trabajar –me miró a los ojos-. Nos fugaremos, Sarah. Nos iremos de aquí.

Le sonreí con más alegría de la que se puede mostrar con palabras. Lo besé y abracé.

-¿Adónde?

-Mañana hablaremos, Sarah. Te explicaré muchas cosas, y luego... veremos.

Nos quedamos en silencio, abrazados.

-¿Quieres dormir?

-No –contestó- Quiero quedarme a tu lado, mirándote. Tú descansa.

Nunca dormí con tanta paz como esa noche. Desperté en la misma posición en que me dormí, fue como cerrar los ojos en la oscuridad, y en menos de un minutos, abrirlos en la luz del sol que entraba por la ventana.

Era un día de calor, y a pesar de las cortinas, todo estaba iluminado. Miré a Severus, y aún estaba dormido. Pensé en llevarle el desayuno a la cama, como solía hacer cuando recién nos mudábamos.

Cuando me desprendí de sus brazos…

-¡AHHH! –grité horrorizada.

Se despertó bruscamente, y no necesitó preguntarme qué sucedía. Miró su brazo izquierdo y me miró a mí, una y otra vez, luego se llevó las manos a la cara.

-¡NO! ¡Tú… tú no! ¡Por el amor de Dios, Severus, dime que no!

-Sarah… escúchame.

Yo ya estaba llorando… sí diario, mirando la marca tenebrosa tatuada en su antebrazo. Había sido él todo el tiempo…

-¡Por eso! ¡Por eso las llegadas tarde, por eso no estabas el día del tumulto en Hogsmeade! ¡Por eso no estabas en Navidad! ¡NAVIDAD! ¡FUISTE TU! ¡TU ME TORTURASTE ESA NOCHE! ¡ERA A TI A QUIEN VOLDEMORT QUERIA PONER A PRUEBA Y…! ¡DIOS! ¡LA PASASTE! ¡NO SOLO ME TORTURASTE SINO QUE TE QUEDASTE MIRANDO CUANDO EL IBA A MATARME! ¡JODA QUE NO ME VIO EN AÑOS DIO SU VIDA PARA INTERPONERSE ENTRE EL HECHIZO Y YO! ¡TU QUE LLEVAS AÑOS DURMIENDO CONMIGO TE QUEDASTE MIRANDO!

Tapada sólo con la sábana abrí la puerta e intenté salir del cuarto. El ya se había puesto de pie y se cubría con el cubrecama. Con una mano me tomó del brazo.

-¡Sarah, espera!

-¡SUELTAME!

-¡NO! ¡NO TE VOY A DEJAR IR!

Me convertí en pantera y me fui igual. Me metí en el bañó, me volví humana y cerré la puerta.

-¡Sarah! ¡Abre!

-¡VETE DE AQUI! ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE! ¡FUERA!

-¡No me voy a ir a ningún lado! ¡Quiero explicarte!

-¿EXPLICARME QUÉ? ¿QUE NO TE IMPORTO? ¿QUE MATAS MUGGLES POR DIVERSIÓN? ¡AHORRATE LAS EXPLICACIONES PORQUE NO ME INTERESAN!

Silencio. Un golpe de puños en la puerta me hizo sobresaltar.

-Abre, Sarah… por favor… te lo suplico… ábreme la puerta y te lo explicaré.

No le contesté. Me senté en el piso y pensé… pensé largo rato. Escuché algunos ruidos en la casa. Las escaleras, muebles corriéndose, y luego… la puerta de calle.

Abrí la puerta y me asomé. No estaba. Subí al cuarto y tampoco. Me vestí… llorando, temblando. Sin poder creerlo. Todo mi cuerpo se sentía extraño. Como si me hubieran vaciado de él, pero me hubieran dejado el eco de las caricias en la piel.

Todo el día estuve recordando cosas… sus besos. Lo amada como sentí anoche… y luego, la marca tenebrosa en su brazo. Su gesto cuando vio que lo había visto… la forma en que se cubrió el rostro con las manos.

En mi cabeza formulaba miles de razones por las que pudo haberlo hecho, pero ninguna me parecía lo suficientemente coherente como para justificarlo. Nada. No hay razón.

Es por eso que se acabó. Hoy me iré. No me importa lo que suceda, me escaparé lejos. Si Sirius no quiere venir conmigo, lo comprenderé, pero no voy a quedarme por eso. Lo que siento es demasiado fuerte. Demasiado confuso.

Siento que lo odio... que odio a Severus Snape.

Lo odio por haberme enamorado, por haberme hecho creer que seríamos felices, por haberme mentido… por haberme mantenido a su lado como un entretenimiento.

Pero por otro lado, me odio a mí por haberlo amado, y por seguir amándolo a pesar de todo… ¿por qué? ¿Por qué el puede jugar conmigo y no puedo yo hacer lo mismo? ¿Por qué a pesar de todo no tengo el valor para gritarle que lo odio? ¿Por qué siento que no podría decirle mirándolo a los ojos que ya no lo amo? ¿Por qué siento que si lo hiciera me temblarían las piernas y me derrumbaría? ¡Quiero! ¡Quiero irme, dejarlo atrás, insultarlo, golpearlo… pero no puedo! No… lo odio y lo amo demasiado.

Pero tengo que hacerlo. Por mi bien. Le dirá a Voldemort que ya sé que él es mortífago y él de dirá:

-Qué divertido. Mátala.

Y él vendrá esta noche a matarme, porque no me ama y nunca me amó. Es el fin… tengo que hablar con Sirius, y huir con él… antes del anochecer.

Vida nueva, hombre nuevo, diario nuevo… no quiero volver a escribir en estas páginas porque me duele. Adiós, adiós para siempre...

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