lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 29 --- Cuenta regresiva

A pesar de que sus sospechas estuvieran basadas en lo insostenible, Hannah parecía estar muy segura en lo que decía. Chloe y Summer no lo tomaban muy en serio. No solo por considerar extremista la opinión de Ann, sino que era difícil sentarse y decir “¡Oh, Dios mío! ¡Sarah viene en camino para terminar de poner patas para arriba la vida de nuestra amiga!”.

Si para ellas era difícil, imaginemos por unos momentos el crítico estado en nervios en el que se encontraba Ann, que no solo debía resolver las cosas, sino que además tenía que hacerlo a espaldas de su novio, quién obviamente, había notado que ella estaba distinta.

Más de una vez le había peguntado si le pasaba algo, pero ella siempre negaba y cambiada de tema. Hannah le había mostrado los jeroglíficos garabateados en la hoja que había arrancado del diario, pero él le había dicho que no sabía qué podía ser y había comenzado a preguntar sobre esa hoja, dónde la había encontrado y quién la había escrito. Ann se había puesto muy incómoda y había cambiado el tema de conversación nuevamente, pero Aidan lo advirtió y no se lo dejó pasar.

Ella le mintió acerca de la biblioteca, una estantería poco visitada, un libro extraño escrito de esa forma y una curiosidad extraordinaria que le había surgido entonces.

Aidan le dijo que si estaba interesada, estaba dispuesto a ayudarla a averiguar de qué se trataba.

_No es necesario, amor. No te preocupes –contradijo ella fingiendo tranquilidad.

Sabía que lo más probable era que no encontraran nada, y desde ese punto de vista, quería investigar con él para poder pasar más tiempo juntos.

Pero con sólo pensar en la ínfima posibilidad que cabía, de que averiguaran qué era, y que su novio descubriera la turbia verdad que de seguro habría detrás de tanto misterio, le daban más nervios de los que ya tenía y se desesperaba por alejar a Aidan teniéndolo al margen de esa situación

_Además, no me importa tanto a fin de cuentas. Es solo un libro.

_Sé que es sólo un libro, y que no te cambia la vida saber qué quiere decir, pero podría ser divertido. Todo es divertido a tu lado –le dio un beso, ella estaba perpleja-. Así que no se dice más del asunto, y esta tarde nos encontramos a las cuatro en la biblioteca. Ahora tengo que ir a terminar el trabajo con los chicos –se despidió de Ann con su habitual ternura y se fue, dejándola como estatua de cemento en medio de los terrenos.

* * *

_Es una sensación bastante contradictoria. Lo que al decir verdad, no me sorprende para nada. Todos los sentimientos que tuve desde que empezó el año fueron antagónicos y fugaces. Estoy oscilando constantemente entre cosas contrapuestas... –explicaba Hannah en la clase de Botánica.

Summer miró a Chloe.

_A mí ni me veas, me perdí después de “sensación” –dijo poniendo tierra en la maceta.

_...a lo que me refiero, es que parte de mí quiere dejar todo esto inconcluso y seguir adelante como si nada hubiera pasado; y otra parte, no puede conciliar el sueño, ni lo hará, hasta que el misterio se resuelva y las visiones desaparezcan.

_Al igual que con Snape –comenzó Summer mirando a Ann, que repentinamente miró la maceta que Loe llenaba, y le encontró algún interés.

No decía nada, así que Sum prosiguió:

_Digo... una parte de ti quiere estar con Aidan, y hacernos creer que no sientes nada; pero la otra... –esperó que Hannah terminara la frase, pero ella se limitaba a poner más tierra arcillosa en el recipiente- aún sigue suspirando por el antedicho profesor.

Nada.

_¿Ann?

_¿Mhm?

_¿Vas a negarlo?

_¿Qué cosa?

_Niega o confirma, pero no me trates como si fuera una estúpida. Es obvio que no te olvidaste de Snape. Le pones cara de indiferencia en las clases, te limitas a dirigirle la palabra solo si te pide una respuesta. Evitas mencionarlo o mirarlo fuera de clase... pero esa mirada perdida y los suspiros recurrentes en los momentos de silencio, hablan por sí solos.

Summer era una persona increíblemente observadora.

_...puedes seguir guardándotelo, y anteponiendo el misterio de tu hermana, puedes seguir ocultándolo y negándolo como si yo no me diera cuenta sola, o... puedes desahogarte y confesarme que todavía lloras él.

Hannah miraba para otro lado, y si no se hubiera quedado quieta mientras Summer hablaba, habría parecido que no la estaba escuchando.

Se limpió una lágrima incipiente y la contempló:

_¿Y qué ganas con que te lo diga? –preguntó- ¿Qué ganas con que siga hablando de él? Lo único que quiero, es resolver lo que sucede antes de que se cumpla el plazo. Sólo saber qué fue de mi hermana, y encontrarla... pero independientemente de que lo logre, Severus Snape quedó atrás. ¡Ya está! ¡Elegí a Aidan y no voy a arrepentirme!

Hizo una pausa, y se acomodó el pelo.

_Lo único que podría cambiar mi decisión es...

_¿Qué?

_Hablar con Sarah. Contarle lo que me pasa. Si regresa, tal vez hasta podamos hablar como... como hermanas.

_¿De los pelos y discutiendo por estupideces? –intervino Chloe.

_No. Asumo que ella, teniendo como treinta años y un hijo, no se va a poner en ese plan. Pero si ella logró dejar a Severus en el pasado, y siendo la persona que más lo conoce en el mundo... a lo mejor, puede aconsejarme sabiamente en lo que me conviene.

_Sabiamente, sí... pero ¿objetivamente? No lo creo –opinó Summer-. Voy a entregar el cuestionario. Metan la planta en la cosa esa, así ya la corrigen y nos vamos.

Loe y Ann miraron la maceta que tenía una montaña de tierra en la superficie. Intercambiaron miradas y comenzaron a sacar la que había de más para poder enterrar la planta.

_Nos excedimos un poquito... ¿no?

_Sí... somos dos y ninguna prestó la más mínima atención.

Salieron del invernadero, dando suspiros de cansancio y vagancia. Tras unos pasos sin decir una palabra, la conversación se entabló nuevamente.

_¿Hay algo peor que tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, un día así? –preguntó Ann mirando el cielo mientras volvían al castillo.

_Sí, tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, en un día así... y tener a Snape de profesor... –agregó Summer.

_No, tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, en un día así, tener a Snape de profesor... y ser Ann que lo besó –siguió Chloe.

_Tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, en un día así, tener a Snape de profesor, ser Ann que aparte lo besó y que él lo recuerde –continuó Summer riendo.

_Tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, en un día así, tener a Snape de profesor, ser Ann que aparte lo besó, que él lo recuerde... y saber que él lo recuerda –acotó Loe.

_Tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, en un día así, tener a Snape de profesor, ser Ann que aparte lo besó, que él lo recuerde, saber que él lo recuerda... y encima querer otro beso.

_ Tener que ir a las mazmorras, a clase de pociones, en un día así, tener a Snape de profesor, ser Ann que aparte lo besó, que él lo recuerde, saber que él lo recuerda, querer otro beso… y tener de amigas a dos taradas como ustedes que jamás lo olvidarán –finalizó Ann.

_¡Vamos, Ann! ¡Al menos nosotras lo tomamos con humor!

_Lo sé, no estoy enojada con ustedes... es conmigo. No puede ser... tengo pocos días y ni siquiera sé dónde empezar a buscar. Por lo pronto, Aidan me espera en la biblioteca para empezar, pero... ¿por dónde? ¡Ya revisamos miles de libros de Runas Antiguas cuando buscábamos lo de Aglarond Akallabeth!

_Precisamente. Ahora están buscando algo distinto. Tal vez lo viste la vez pasada, pero no lo recuerdas porque no era lo que buscabas –la alentó Sum.

_Créeme... lo buscara o no, ella lo recordaría –contradijo Loe-. Ann recuerda lo que sea durante miles de años. De todos modos, puede que esté en los que revisé yo aquella vez. Obviamente no lo recuerdo, porque soy Chloe... las Chloes olvidamos todo muy rápidamente. Aparte con la poca emoción que le puse a la investigación, no habría encontrado algo ni aunque hubiera dicho “Aglarond Akallabeth, dos puntos” en letra enorme y con luces de neón –las chicas rieron, Chloe siguió-. Igualmente, yo que tú buscaría en todos los libros de El Señor de los Anillos... no vaya a ser cosa que otra vez tengas el libro correcto delante de tus narices y no lo hayas notado.

_¡Qué chistosa! –fue la sarcástica respuesta de Hannah.

Entraron al castillo. Su visibilidad disminuyó significativamente por pasar de un tremendo día soleado, a la poca luz de un edificio sombrío. Dentro estaba levemente más fresco, siguieron caminando y entraron por el corredor que bajaba a las mazmorras.

_¿Consideraste la opción de hablar con Lupin?

_Sí, la consideré y la descarté. El adoraba a Sarah y no quiero meterlo en esto. No quiero mostrarle el diario que conseguimos, ni el pergamino a descifrar... y mucho menos las cuentas que señalan que ella está por llegar.

_Respecto de eso, quería preguntarte algo... –comenzó Sum-. Supongamos que Sarah controle tu vida, y cada día esté cuidadosamente planeado. Supongamos que las cuentas que sacaste son correctas, mi pregunta es: ¿Cómo sabes el año? ¿No podría ser el mismo día de Mayo del año que viene?

_Desde luego que sí. Pero no lo creo –dijo rotundamente.

_¿Por qué? Mayo tendrá la misma cantidad de días dentro de 20, 40, 60 años...

_Lo sé, pero por algo las visiones comenzaron ahora ¿no? ¿Por qué ella comenzaría todo esto ahora si planea regresar dentro de 50 años?

_Porque sabe que eres lenta, es obvio –opinó Loe.

Summer no le dijo nada. Primero, porque era cierto; y segundo, porque ni siquiera estaba de acuerdo en el cálculo de las fechas.

Cuando doblaron en la esquina, vieron que no muy lejos, el profesor caminaba en la misma dirección que ellas. El corazón de Ann dio un brinco, y palpitó con fuerza. Las piernas le temblaron, y sólo atinó a tomar a sus amigas por los brazos y detenerlas en silencio. Luego les susurró:

_Caminemos más lento, así lo perdemos...

_Sí caminamos más lento, vamos a llegar al aula después que él y nos van a poner otro retardo. Caminemos más rápido, riendo y hablando como si nada, y dejémoslo atrás como haríamos con cualquier otro profesor –sugirió Loe, sus amigas asintieron y comenzaron a hablar del último partido de Quidditch, el cuál por supuesto, habían perdido por culpa de los Dementores.

Pasaron al lado de Snape, pero del otro lado del pasillo, y luego siguieron en la suya un poco más adelante. Pero no tanto como para que el profesor no escuchara lo que Loe tenía para decir:

_Por cierto, Ann, estoy muy contenta por lo que pasó la otra noche entre Aidan y tú. El es el hombre que cualquier chica querría y ustedes hacen una pareja excelente.

Hannah le clavó la mirada, con una intensidad poco antes experimentada. Summer sonrió con picardía, y continuó lo que Chloe había empezado.

_Es verdad, se los ve felices y se nota que va en serio. Pronto cumplirán un mes ¿no?

_Sí –se limitó a decir ella.

_¿Cómo van a festejarlo?

_No los sabemos aún.

_¿Pero han hablado de eso?

_Sí. Lo que pasa, es que no hay muchos lugares privados dónde ir. Y queremos estar solos, así que... no quedan muchas opciones. Algo se me ocurrirá –dijo con tan poco entusiasmo que echaba a perder el efecto que Chloe quería causar en el profesor. Pero no lo hacía a propósito, estaba muy nerviosa como para pensar.

_Tengo una idea... yo te prestaré mi ropa más sexy y te maquillaré. Tú le dejarás una nota que diga que lo esperas en el campo de Quidditch a las 12 de la noche. Subiendo por las gradas, del lado trasero, hay una escalera oculta. Suban por ella hasta la cima. El paisaje es increíble y los profesores nunca vigilan allí. Podrán hacer lo que quieran sin ser vistos –decía Chloe recordando la cantidad de veces que Hannah había contando la manera en que Snape le había pedido a Sarah que sea la novia.

Si de algo estaba segura Loe, era que independientemente de lo que el profesor sintiera por ella, no soportaría la idea de que Ann estuviera en “su lugar secreto” siendo besada y acariciada por... la competencia.

_No es mala idea –dijo pensativa e ingenuamente Ann-. Es más. Se lo voy a proponer...

Llegaron al aula y tomaron asiento. Esta vez la tarea era individual, cada una trabajaba en su propia poción, y conversaban por lo bajo mientras.

Summer y Chloe estaban muy divertidas por lo que acababan de decir:

_“Doce de la noche en el campo de Quidditch, sé cautelosa, que ellos no te sigan... ah, cierto, no eres Sarah y yo no soy feo, cobarde y con nariz ganchuda, así que festejemos de una manera menos ñoña que esta” –se burlaba Loe, mientras Sum lloraba de la risa.

Ann solo miraba su caldero y lo revolvía en silencio. Sentía una miraba punzante en un lado de su cara, pero no quería devolverla... sabía que no podría hacerlo.

_Ann. ¡Ann! –susurró Summer-. Snape te esta mirando. Bueno, ahora no porque yo lo miré... pero estaba...

_¡Ya sé! ¡Basta! –ordenó-. No me pongan más nerviosa de lo que estoy...

_Solo una cosa más –comenzó Sum.

_¿Qué?

_Que le afectó o que dijimos. Es más, me atrevería a decir que esa noche, va a vigilar el campo de Quidditch...

_No lo creo. El querrá que alguien me descubra, pero no querrá hacerse cargo por eso. Supongo que como mucho enviará a alguien.

_Acabas de corroborar mi teoría.

_¿De qué?

_De que lo conoces mucho más de lo que crees y... y mucho más que la mismísima Sarah.

_¡Hablemos de otra cosa! –insistió, esta vez en voz alta, acaparando varias miradas.

Para salir del paso, Chloe dijo:

_Bueno, Hannah, está bien. Ahora dime... ¿qué se siente tener nombre capicúa?

* * *

Estaban ensimismados, cada uno en el pesado y polvoriento libro que sostenía. La luz en la biblioteca era tenue, y ya estaban llegando al horario de cierre, que justo ese día, era más temprano que los demás.

Sus ojos estaban enrojecidos del pesado trabajo al que habían sido sometidos esa semana, y la mente estaba abarrotada de pensamientos y de información bruscamente adquirida.

De a ratos, los ojos de la niña continuaban leyendo, pero su cerebro ya no procesaba dicha lectura. Llegaba al final de la página, y en vez de darse cuenta de que tenía que dar vuelta la hoja, volvía a leer por enésima vez el último párrafo.

_Ann –comenzó Aidan con voz suave.

Hannah estaba con el mentón apoyado en la mano, y estaba quedándose dormida.

_¿Mhm?

_Ann.

_¿Eh? ¿Qué?

_Me parece que deberíamos irnos. Has pasado aquí toda la tarde y estás cansada.

_Estoy bien, seguiré leyendo.

_Bajemos a cenar.

_¡Falta una hora para que termine el horario de la cena!

_Pero hasta que lleguemos... podemos venir mañana, si quieres. Aunque todavía no entiendo por qué es tan importante para ti...

_No es importante, es solo... curiosidad.

Aidan la miró con sospechas.

_Entendería que lo fuera, si te hubieras esforzado un poco. Pero pasaste días aquí, faltaste a clases, a comidas... te levantaste más temprano el fin de semana para poder pasar más horas leyendo, cuando no has hecho eso por ningún examen, aunque el año escolar hubiera dependido de ello... no puede ser sólo curiosidad.

_Lo es. Lo es.

Silencio.

_¿Qué puedo estar ocultándote acerca de símbolos extraños?

_No lo sé... pero...

_¡Pero nada! ¡No digas si no sabes!

Silencio.

_No puedo volver mañana –dijo ella-. Esto tiene que saberse hoy, o no saberse nunca.

Con ese comentario, no hizo más que aumentar las sospechas de Aidan, lo cuál no le parecía grave porque nada de lo que le estaba ocultando acerca de su hermana perdida, podía afectar en su noviazgo.

La única razón por la que no se lo quería decir, era que aún no había descubierto todo y no sabía cuántas cosas más, podría haber debajo de ese misterio. Una vez que supiera todo, y supiera que verdaderamente ella no estaba involucrada, le contaría la verdad. Exceptuando, claro está, el beso con Snape.

_Mira, si quieres quédate. Pero yo me cansé. Nos vemos mañana –le dijo, y la dejó sola.

Ann permaneció ahí hasta que Madam Pince la echó para cerrar, y aún así se fue a regañadientes.

Caminó directo a la Sala Común porque el horario de la cenar había terminado. Chloe y Summer la esperaban jugando a las cartas. Sus expresiones eran serias, y cuando le hablaron, lo hicieron severamente.

_Hannah... ¡No puedes seguir faltando a las comidas! ¡No puedes seguir perdiendo tu vida en función a eso! ¡No puedes perder a tus amigas y a tu novio, por algo que no sabes si tiene o no que ver contigo!

_No se preocupen, chicas. Todo terminó.

_¿Dejarás todo esto?

_No. Pero hoy es el último día... y no descubrí lo que esto significa –explicó mostrando el trozo de pergamino que habían estado investigando.

Los rostros de las niñas se reblandecieron. Intercambiaron miradas sutiles, mientras Ann se dejaba caer en uno de los sillones.

_Fallé... –susurró.

Sus amigas se acercaron a ella, y cada una se puso de cada lado. No sabían cómo tranquilizarla, o aunque sea calmar su frustración.

_Encima discutí con Aidan, y pasado mañana cumplimos un mes. Tengo que hablar con él.

_El debe estar mal, porque te ve mal. Es obvio. Si mañana lo saludas con una sonrisa y lo tratas bien, se le pasará el enojo. En una pareja todo es retroalimentativo, y lo que afecta a uno, afecta al otro. Además, él debe sentirse mal porque aparte de verte así, no sabe qué hacer para mejorarlo. Ha pasado toda la semana ayudándote porque siente que es lo único que puede hacer, pero evidentemente hoy estallaron las cosas.

Las palabras de Summer tenían un efecto esclarecedor en la mente de Ann. Sabía que su amiga tenía razón, pero de todos modos siempre estaba el miedo de que las cosas salieran mal. Al margen de lo que ella aún sintiera por Severus Snape, el muchacho era “todo un hombre” y siempre lograba hacerla sonreír y disfrutar del día. Era tan dulce y atento con ella...

_Tienes razón. Estaremos bien. Mañana voy a desayunar con él e invitarlo a la torre de astronomía después de la cena. Estará en el aula porque tiene esa clase, así que puedo hacer de cuenta que lo paso a buscar, nos quedamos en algún pasillo por ahí, fingiremos ir camino a las respectivas Salas Comunes, y cuando el profesor de haya ido, regresaremos. Será hermoso pasar la noche ahí con él, mirando las estrellas... eso, en caso de que no termine conmigo por esto.

_No lo hará, quédate tranquila.

* * *

No lo hizo. Esa noche no soñó, pero durmió perturbada. Se despertó muchas veces, rondó sin rumbo por la desolada Sala Común, y volvió a la cama.

Repitió eso varias veces. Sentía que no dormía, que sólo dormitaba. Pero sin pensamientos, sin imágenes. Se preguntó si no habría sido el fin. Se preguntaba si el plazo se había terminado y había perdido la posibilidad de saber todo.

Era el amanecer. El amanecer del último día. Cuando vio los primeros rayos del sol filtrándose la luz en la ventana. Se resigno a dormir, sin la espera de un nuevo sueño. En su mente sólo estaban los jeroglíficos, y aquella frase indecifrable: “Hasta la última nota”. Y esa era, pero no podía leerla. La tenía delante de sus ojos y no podía saber que decía.

Así aumentaba la frustración. Había intentando asignarle a cada símbolo una letra, y había probado con todo el alfabeto, pero siempre llegaba un momento en que la frase dejaba de coincidir y generalmente, eso sucedía en la segunda palabra.

Había probado frases inventadas con el diccionario de Quenya del libro, pero tampoco lograba armar algo. Era el fin. No había resuelto el enigma.

Pálida y ojerosa, bajó a desayunar muy temprano, pero se quedó en la mesa de Gryffindor sin comer, hasta que Aidan bajó al Gran Salón. Lo recibió con un abrazo, pero sin la sonrisa. El la abrazó también, tranquilizándola.

_¡Lo siento, Aidan! ¡No quise tratarte así anoche! ¡Es una estupidez! ¡No quiero pelearme contigo!

_¿Prometes dejar esa estúpida investigación?

_No volveré a revisar libros, lo prometo –respondió Ann, quien no podía resignarse sin haber jugado su última ficha, aunque fuera a último momento.

El le sonrió sin darse cuenta de que ella no había prometido dejar la investigación, y la invitó a su mesa. Mientras Hannah tomaba asiento junto a él, pensaba que ese truco de palabras era algo típico que su hermana habría hecho. Trató de dejar ese pensamiento de lado, pero la acompañó toda la mañana, a todas las clases.

Su mirada estaba perdida, y su aspecto era el de una moribunda. Si sus amigas hubieran tenido más detalles acerca se las visiones de Ann, le habrían dicho que estaba como Sarah durante los tiempos oscuros. O no lo habrían dicho, pero de seguro lo hubieran pensado.

_¿Y... cómo sigue esto ahora? –preguntó Summer.

_Sólo haré una cosa más: iré a buscar a Dumbledore. He tratado no hablar con él al respecto, pero... llegado este punto...

_¿Y qué vas a decirle?

_No lo sé. Veré qué sucede cuando esté ahí. Tal vez le muestre el pergamino. Si habla con las sirenas, a lo mejor sabe sobre símbolos raros.

_¿Pero no era ayer el último día?

_Sí, pero hoy es 14 de Mayo hasta las doce de la noche. Eso quiere decir, que me quedan once horas y media aún para desentrañar qué dice la última nota.

Mientras las chicas iban a su primera clase de la tarde, Hannah subía rápidamente el despacho del director.

Estaba más calmada de lo que pensó que estaría, pero no estaba tranquila tampoco. Había algo en el silencioso lugar que le producía una sensación extraña. Familiar. Algo que no podía definir, pero que era agradable.

Se sentó a esperar, y estuvo varios minutos quieta y sin emitir sonido. Pasado un rato miró hacia la puerta. Nada. Lo único que había allí, además de muchos magos durmiendo en los retratos, era el Fénix que parecía una majestuosa estatua posada delicadamente es su soporte para aves.

Tal vez Hannah hubiera apreciado mucho más su belleza, si no hubiera estado tan pendiente de la llegada del profesor. Sacó de su mochila el pergamino con los garabatos, y uno en blanco para escribir. Una vez más, probó con letras. Luego se resignó. El director no aparecía. Ann mirada los símbolos y mentalmente los cambiaba de lugar, como si intentara armar un rompecabezas.

El ave tenía la mirada fijada en el papel, y luego de un rato, eso resultaba irritante. Obviamente Hannah no tenía ganas de sentirse vigilada y eso era lo que sentía en ese momento. Se levantó con el pergamino en la mano y fue hasta el Fénix.

_¿Y a ti que te sucede? ¿Te parece divertido esto? ¿Te resulta gracioso verme enfadada? –dijo moviendo bruscamente el enigma delante de los ojos del pájaro.

Obviamente, él no contestó. Seguía mirando la hoja que ahora estaba quieta. Hannah se había quedado inmóvil, mirando la profundidad de los ojos de Fawckes. Si había algo que ella no esperaba en ese momento, era que el pájaro comenzara a cantar. Pero este lo hizo, y miraba las extrañas escrituras como si fueran partituras. Porque de hecho, lo eran.

Hasta la última nota... y eso sucedía en ese preciso instante.

Ann no podía pensar, no podía moverse, sólo podía ver como todo sucedía a su alrededor. Cuando el Fénix terminó de cantar, se prendió fuego. Ella se sobresaltó y saltó hacia atrás por el repentino calor en la cara. Como se cubrió con el brazo, no pudo ver como el fuego se volvía verde y el pájaro despegaba, daba una vuelta por el techo del despacho y bajaba en picada hasta la chimenea.

Y ahí estaba ella. De pie, mirando el fuego crepitar. El portal que la llevaría a un lugar que desconocía... pero sabía quién la esperaría del otro lado.

Sin pensarlo dos veces, dio un salto hacia la chimenea y en menos de un segundo, salía por otra, a menos distancia de Hogwarts de lo que creía que estaría. Un impulso la guiaba, y las inferencias lógicas de qué tenía que hacer estaban completamente de más.

Corría escaleras arriba, dentro de la habitación, dentro de un viejo arcón con siete candados y... y ahí fue cuando todos los pensamientos regresaron. Porque al bajar por la vieja escalera de madera hacia la Caverna Resplandeciente, vio que el portal, dónde ella debía pagar sangre, ya estaba abierto. Y había sólo una persona viva que tenía su misma sangre.

Bajó lentamente los últimos escalones y dobló con temor para entrar en la caverna. Miles de destellos plateados a su alrededor, poblando las paredes de pierda ennegrecidas, para imitar el cielo nocturno. Un silencio de ultratumba, una serenidad extrahumana.

Y en el medio, mirándola sonriente, había una mujer. Su pelo castaño caía hasta la cintura, ondeando con armonía. Sus ojos destellaban años vividos y tristezas ocultas. No era la joven que ella había visto en los últimos sueños. No estaba extremadamente delgada, ni pálida en exceso. Más bien parecía la adolescente es sus mejores tiempos.

_¡Cómo tardaste, querida, comenzaba a temer que no vinieras! ¡Siéntate! ¡Tenemos mucho de qué hablar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario