domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 4 --- El nostálgico dolor del recuerdo

Iban caminando rumbo al aula, y Hannah iba pensativa mirando el piso. Estaba bastante nerviosa. No le agradaba la idea de ver a Snape tan cercano su extraño encuentro de la noche anterior, pero sabía que no podía evadirlo para siempre.

Ese día, pasó algo que nunca hubieran creído que sucedería: llegaron temprano a clase. Se sentaron en uno de los asientos de atrás y se pusieron a hablar. Cuando llegó el profesor, ni las miró, a pesar de ser casi las únicas allí.

Cuando fue el minuto exacto de comienzo de clases, se levantó bruscamente, cerró la puerta, y volvió al frente del aula. No dio ninguna especie de saludo y comenzó a decir:

_Hoy no prepararán pociones. Daré una clase sobre pociones de uso cotidiano, que son venenosas si no se les pone la medida correcta de forúnculos de vaca disecados.

Chloe susurró a Ann:

_Cualquier cosa me sabe a veneno si tiene forúnculos… y no me importa de qué animal sean…

_Muy cierto –dijo Hannah riendo por lo bajo.

La clase se estaba tornando aburrida. Chloe dormitaba en el hombro de su amiga, mientras escribía su nombre en el banco, con distintos tipos de letra:

_¿Cuál te gusta más?

_El de arriba, con letra grande, redonda, la que parece medio de caricatura…

_¿Este?

_Sí, ese.

Los minutos pasaban y ninguna de las dos estaba prestando atención. Cuando Ann consultó su reloj y vio que solo había pasado media hora de las dos que debían quedarse, sintió repentina tristeza. No porque le molestara estar en clase, de hecho le encantaba esa materia, era que por más que Hannah lo negara, le hubiera gustado ver en Snape el mínimo signo de cambio.

Con el objetivo de hacer que la clase se pasara más rápido, se unió a Chloe y su Investigación de Diseño de Tipografía y comenzó a escribir su nombre en la mesa también.

_Disculpen, señoritas –gruñó el profesor-. Tendré que sacarle a Gryffindor diez puntos porque están arruinando los pupitres, otros diez porque no están prestando atención y otros diez porque no es la primera vez que lo hacen.

En el aula hubo un murmullo general. Por parte de los de Slytherin de alegría y por parte de los de su casa, de impaciencia. Estaban bastante cansados de que cada vez que perdían puntos, tuviera que ver con Hannah y Chloe “aquellas dos chifladas que vivían desperdiciando la recompensa de los logros de los demás”.

Hannah hizo caso inmediatamente y huyó a la mirada de Snape. No sabía cómo mirarlo. Chloe puso sus brazos sobre el banco y se recortó sobre ellos.

_No veo la hora de que termine esta hora –dijo en un susurro-. ¿Qué podemos hacer para que se pase más rápido?

Pero Hannah estaba sacando de su mochila el libro de pociones, mientras Snape decía que se pongan a leer una página en especial.

_¡Ñoña! –le dijo-. No puedo creer que vayas a hacer lo que corresponde.

Ann se frenó en seco, la miró, levantó una ceja en un sarcástico gesto, y luego sacó de su mochila el libro que le había “robado” a Dumbledore. Chloe sonrió. Hannah inclinó el libro de pociones de manera que cubriera el otro libro (que era bastante más pequeño) y comenzó a fingir que leía.

_Me olvidé mi libro de pociones ¿puedo leer contigo? –mintió Chloe, sacando su libro de arriba de la mesa, y escondiéndolo entre su silla y la de Ann.

_Por supuesto, Loe.

27-07-84

Querido Diario:

Bien, estas serían las noticias desde que mi último diario se acabó... es increíble lo poco que duran, quizá aguantarían un poco más si no los llevara conmigo a todos lados. Debo admitir que antes me parecía peligroso llevarlo en la mochila, pero se me pasó... hace tres años...

_¡Espérate! -comenzó Chloe-. ¿Te pidió que le robaras el diario íntimo que una chica escribió hace como veinte años?

_Aparentemente…

_¿Y qué hace él con eso?

_¿Quién sabe?

_Sí… voy a leerlo. Tal vez sólo fue un error de puntería.

_¿A qué te refieres?

_A que tal vez… fue este el libro que yo quería robar. Es decir. Sentí el impulso a robar un libro de esa estantería… pensé que era el otro, pero… este estaba justo al lado. A lo mejor, era este el libro que tenía que robar.

_Tu buscas cualquier excusa con tal de verte envuelta en un misterio... –fue la incrédula contestación de Loe.

Pero mientras hablaban y miraban el libro, dejaron de prestar atención a Snape, y no advirtieron que este se les estaba acercando.

_Es el fin, señoritas, se los dije –y les quitó el libro-. Gryffindor pierde otros diez puntos… y… -había mirado el libro que acababa de arrancar de las manos de Hannah- ¿Qué es esto?

_Un libro… con páginas… -dijo Ann, tratando de que Snape se enoje con ella y deje de prestarle atención al diario.

Quería protegerlo de los ojos ajenos. Después de todo, ella sabía lo que era tener un diario íntimo, y lo que debía significar para quién sea que lo hubiera escrito. De hecho, ella tenía el suyo en la mochila en ese momento. Y hasta hubiera deseado que el profesor le hubiera sacado el suyo, en lugar de quitarle la oportunidad de enterarse por qué Dumbledore le había dado ese.

_No querrás perder más puntos, ¿verdad? A la próxima respuesta insolente…

_¡No fue insolente! ¡Usted preguntó qué era y yo le respondí! ¿Qué tiene eso de insolente?

_¡Basta!

_¿De qué? ¿De responder las preguntas de las que no quieres respuestas?

_¡BASTA!

_¿De qué? –desafió nuevamente.

_¡TU LO SABES BIEN, HANNAH!

De repente, todo el salón enmudeció… ¿Snape, el profesor de pociones, llamando a una alumna por su nombre? A pesar de eso, Ann había logrado lo que quería: el profesor, que había estado a punto de abrir el diario, lo había olvidado por completo a pesar de sostenerlo en su mano, y toda su atención se centraba en su enojo con ella.

_¿Y QUE LES PASA A TODOS USTEDES QUE DEJARON DE TRABAJAR? ¡VUELVAN A SUS LIBROS INMEDIATAMENTE!

Se escuchó el ruido de libros acomodándose sobre sus mesas y se vieron treinta y nueve cabezas que repentinamente se inclinaron hacia abajo. Snape fulminaba a Ann con sus negros y fríos ojos, y ella lo miraba con seguridad, pero ocultando mucho temor.

El se llevó el libro a su escritorio y se sentó en su silla. Ann lo miraba de reojo, lo espiaba. Notó que este miraba el libro, con concentración, pero no lo había abierto aún. Levantó una mano titubeante, le dirigió a la clase una mirada generalizada, como vigilando que nadie le prestara atención, y tras llamarle la atención a Neville Longbottom y restarle puntos, tomó el libro y se lo acercó.

Hannah lo miraba expectante… ¿cómo iba a impedir que lo leyera? Estaba nerviosa. Muy nerviosa. Pero a pesar de que no podía pensar frases, sino solo palabras que no tenían demasiada conexión, se le ocurrió ir a preguntar algo sobre su trabajo. Miró a Chloe que miraba el libro de pociones que seguía sobre el banco.

_Tengo una idea –alcanzó a decir Hannah.

Se levantó, tomó el libro y se dirigió hasta el escritorio de Snape, que seguía mirando la portada como si… la verdad es que nadie podía definir ese gesto. Lo único visible fue que lo abrió, y en cuando vio la primera página, lo cerró bruscamente, como si le hubiera quemado los ojos, y lo empujó levemente.

Cuando Hannah estaba llegando al escritorio, Snape se levantó y se puso de pie frente a ella, como si pensara que su alumna iba a abalanzarse sobre el diario que acababa de confiscarle. Pero Ann se detuvo. Se llevó una mano a la frente… y… se desplomó en los brazos de su profesor, que la atajó instintivamente.

_¡SILENCIO TODOS! ¡LA LLEVARE A LA ENFERMERÍA! ¡CUANDO REGRESE NO DEBE ESCUCHARSE NI EL ALETEO DE UNA DOXY!

* * *

_¡Eres una gran actriz! –le dijo Chloe en la enfermería, una hora y media más tarde-. No veía la hora de que termine la clase para venir a decírtelo.

_Eso dices para no confesarme que eres capas de venir hasta aquí a decírmelo antes que ir a Adivinación…

_Sí quisiera mentirte, lo haría para saltearme una clase donde me hicieran trabajar. Pero lo digo en serio, de verdad parecía que estabas inconciente ¿Cómo sabías que él iba a atraparte?

_No lo sabía –a Ann le daba pena admitir que no era que fuera buena actriz, sino que había sido uno de esos ataques-. Pero… ¿cómo me miró cuando caí?

_No lo sé, fue raro. Sucedió todo en una fracción de segundo. Creo que fue extrañeza, preocupación, y luego necesidad de disimularlo…

_¿En serio se veía preocupado?

_No quiero darte esperanzas… pero tranquilo seguro que no estaba… ¿qué piensas?

_Que con eso evité que lo leyera, pero él sigue con el libro en su poder. ¿Dónde está ahora?

_¿Pretendes que YO sepa los horarios de Snape mejor que TU? ¿Quién es la que tiene una copia de las llaves de su despacho?

_¡Shh! Podrían oírte… y me costó mucho robarlas y copiarlas sin que él lo note, así que no lo eches a perder, lo que menos quiero es que gracias a eso comience a cerrar su puerta con magia –se quedó callada unos momentos, y luego preguntó:- ¿Qué hora es?

_Las seis menos cuarto…

_¿LAS SEIS MENOS CUARTO?

_Tienes un buen oído ¡yo también lo tenía hasta que pegaste ese grito! -fue el sarcástico comentario de Loe, mientras se ponía una mano en la oreja- ¿Cuál es el problema?

_Que a las seis Snape vuelve a su despacho porque termina el horario de clase. Cuando llegue, no hará lo que hace todas sus patéticas tardes, tomará el libro y comenzará a leerlo. ¡Debo impedirlo!

_Ann… estás hablando como si fuera tu diario el que él fuera a leer. Pero es la vida secreta de una chica a la que no conoces, que no tiene nada que ver contigo, que probablemente no vayas a ver en toda tu vida…

_Pero Dumbledore me dio su diario a mí y no a él. Así que sólo yo voy a leerlo –y sin decir más, salió corriendo de la enfermería.

_¡Espera, Ann!

_¿Qué?

_Que si Dumbledore lo tenía… no creo que a esa chica le importara mucho que sus cosas se supieran ¿no lo crees?

_Por lo que sé, ella era su amiga, pero la verdad no me interesa cómo llegó a las manos del director. Me interesa que esté en las mías.

Corrió. Seis menos diez. Llegó a las mazmorras, a la puerta, iba a entrar, cuando decidió que Severus debía tener aún el libro en el salón y que en vano sería revisar los cajones. Escuchó pasos acelerados. Pensó, o más bien rogó, que no sea el profesor de Pociones. Y no era. Era Loe que la había seguido.

_Escucha, Ann –dijo jadeante-. Si vas a recuperar eso, debes pensar bien lo que haces y cómo lo haces… ¿qué haces?

Hannah escribía rápidamente un trozo de pergamino.

_Esta vez no voy a involucrarte. Ve a la Sala Común y manda eso a Dumbledore con mi lechuza. Ya vengo.

Y salió corriendo.

Llegó a la puerta del aula justo para las seis en punto, se ocultó tras una estatua y esperó. Snape no les daba ni un minuto libre, así que hasta que todos guardaran sus cosas y salieran, faltaban por lo menos dos minutos.

Estaba en lo cierto. Tras la muchedumbre de alumnos, salió el profesor. Llevaba en sus manos el diario. Cerró el aula con llave y se encaminó a su despacho. Entró y cerró la puerta. Ella se acercó. No podía espiar, así que tendría que guiarse por los ruidos. Pegó la oreja a la puerta, escuchó un golpe seco (Severus tirando el diario en el escritorio), algo raspando el suelo (Severus corriendo la silla) y por último, algo que la extrañó: un murmullo de una voz dolida diciendo:

_No… no puedo.

Era la voz de Severus, ella lo sabía, pero no sonaba como ella la escuchaba normalmente. El corazón le latía fuerte y velozmente, sabía a que se refería pero no podía estar segura. Levanto una mano temblorosa y tocó la puerta dos veces.

_¿Quién es?

_Soy Hannah.

Silencio.

_Estoy ocupado, vete.

Su voz seguía sonando extraña.

_Pero es importante.

_Vete.

_Es que yo…

_¡VETE!

_¡ESTA BIEN! ¡ME LARGO! ¡SOLO PASABA A AVISARTE QUE DUMBLEDORE TE BUSCA!

Se escuchó otro golpe seco, pero más leve. Un cajón abrirse, otro golpe, y finalmente, un cajón cerrarse bruscamente. Ella salió corriendo en cuanto sintió los pasos, después de todo, se suponía que eso era lo que había dicho que haría, y no quería que Snape sospechara la verdad.

Por suerte, había una armadura oxidada ahí cerca, y se ocultó tras ella. Vio al profesor salir, y cerrar con llave, pero ¿qué clase de alumna traviesa sería si no hubiera hecho una copia de la llave? Se sintió orgullosa de si misma mientras abría sigilosamente la puerta. Se dirigió al escritorio y abrió el cajón. Dentro, no solo vio el diario, sino también una foto de ella.

Se paralizó un instante. No sabía cuándo Snape se la había tomado, pero luego pensó que ella misma pudo haberla dejado caer en el despacho del profesor, ya que más de una vez ella y Chloe se sacaban fotos como esa que sostenía. Pero la cuestión era… ¿por qué Snape la había guardado?

_¡Diablos que soy fotogénica! Salí realmente bien… incluso parezco más grande.

Pero en ese momento recordó que no disponía de tiempo, y decidió hacer lo que había pensado. Tomó el diario de la desconocida, con el mismo conjuro que había hecho la copia de la llave copió el diario. Lo guardó. Se estaba yendo cuando pensó otra cosa: “Con esto podré leer el diario… pero él también… ¿pero y si Dumbledore quiere que lo lea yo sola?”.

Supo de inmediato que debía proteger ese diario íntimo a toda costa, y que para eso había que hacer sacrificios. Tomó su propio diario íntimo, y procedió. Le arrancó la portada, y lo mismo hizo con la copia del diario. Las intercambió, guardó su diario íntimo con la portada copiada en el cajón de Snape, tomó el autEntico diario de la desconocida y lo guardó en su mochila.

Para finalizar, tomó la copia del diario, que estaba dentro de la portada de su diario, y lo tiró al fuego que crepitaba en la chimenea que estaba detrás del escritorio. Lo vio arder. Temblando, salió corriendo del despacho, cerrándolo con llave y rogando que las cosas salieran bien, pero sabía que Severus notaría tarde o temprano lo que ella había hecho y sabía que lamentaría haberle dejado en el cajón todos sus secretos. Sabía que él se enojaría, sabía que él buscaría vengarse, sabía que lo leería, sabía que era probable que lo sacara en clase y lo leyera delante de sus compañeros… pero en ese momento, no le importaba en lo más mínimo.

Mientras ella hacía todo eso, una lechuza volado llevando en su pata un papel destinado al profesor. Este, estaba en su escritorio, pensativo, con un gesto de preocupación en la cara, mientras leía en El Profeta que aún no se sabía nada del paradero de Sirius Black, pero no era eso en lo que pensaba. De hecho era la tercera vez que leía el último párrafo sin dar vuelta la hoja, porque su mente estaba completamente ausente.

Cuando sintió un picotazo en la ventana, salió repentinamente se su ensimismamiento. Miró al ave y se apresuró a desplegar el papel. Leyó:

Usted llamó a Severus. ELP.

Sonrió. Reconocía esa letra. Sabía lo que sucedía, y por más que luego fingiría que no para escuchar la historia de boca de Hannah, no podía evitar sonreír. Eran esas, precisamente, las cosas que le recordaban a Sarah.

Escuchó pasos en las escaleras, y se sentó nuevamente. Alguien tocó la puerta.

_Pasa, Severus.

La puerta fue abierta por el profesor de nariz ganchuda y pelo grasiento.

_¿Me buscaba, porfesor?

_Por supuesto, Severus. Me he enterado algunas cosas, ya sabes de quién estoy hablando.

_Supongo que hablarás de Giselle.

_Exacto. Me parece que no estás hablando bien con ella, o al menos es lo que me ha dicho. Creo que no se siente bien con todo esto, y que deberías prestarle más atención, darle tu apoyo, contenerla, mostrarle comprensión. Creo que lo mejor sería tener a Giselle cerca, traerla finalmente a estudiar a Hogwarts.

Snape lo miraba con inconformidad, como si le estuvieran pidiendo que baile la conga delante de los alumnos, con un par de maracas rosas. Si bien no le estaban pidiendo que se humille, le estaban pidiendo que muestre sentimientos, debilidad, y eso era igual de imposible.

_...o por lo menos que dejes de tratarla como si fuera una carga en tu vida –agregó el director, adivinando los pensamientos de Severus.

_Es una carga en mi vida. Desde hace años, cuando la conocí.

_No digas eso, porque como sabes, veo en tus ojos que no es cierto. Sabes que es justo lo que te pido, y sabes muy bien por qué lo hago. Quiero que la próxima vez que la vea, me diga que notó un cambio.

_No será así, lo siento profesor. Usted sabe que soy capaz de arriesgar mi vida si usted me lo pide, lo he probado, pero no puedo hacer esto.

_¿Prefieres morir que mostrar los sentimientos a los que llamas “debilidad”? –de pronto, Dumbledore había tomado un tono de voz muy potente, no gritó, pero su voz sonó segura e inquebrantable.

_Sí –sentenció muy seguro, tras una pausa.

_Ella no está bien de salud, Severus –dijo más bajo-. No me lo dijo, pero lo noté. Tiene permanentemente los ojos cansados, en el instituto me dijeron que los fines de semana, ni se levanta de la cama.

_Siempre hablas bien de ella, siempre dices que es fuerte ¡que se arregle sola entonces! Yo lo hice durante muchos años. Soporté cosas terribles solo... la soledad no mata.

_Te conozco, Severus, sé que has soportado cosas espantosas en tu infancia. Sé que has sido muy infeliz... pero ¿no cambió todo eso cuando apareció Sarah en tu vida?

Snape se sobresaltó como si lo hubieran insultado repentinamente, y miró al director con el seño fruncido:

_¡No la nombres, Albus Dumbledore, no me la nombres nunca más!

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