lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 26 --- Episodio XXIX

24-11-88

Querido Diario:

¡Dios! No sé a dónde va a ir a parar todo esto. Sé que dije que no tenía sentido seguir escribiendo, pero la triste realidad es que te has vuelto mi única compañía.

Todo el mundo anda escondido. Son muy pocos los momentos en que veo a los chicos. Sirius es el único que a pesar de todo, sigue viniendo a verme cada dos días incondicionalmente. Los Potter están ocultos. El Señor Oscuro intentó asesinarlos otra vez, y nuevamente se mudaron.

Yo no sé dónde están y les dije que no quería saberlo, que vinieran a verme cuando quisieran y pudieran, pero que no quería ser una posible amenaza. Es decir… hay mucha gente que sabe que yo amiga de Dumbledore, El Señor Oscuro tranquilamente podría querer sacarme información y prefiero no ir a visitarlos, pero no ser un riesgo. Preferiría morir antes que abrir la boca, ¡pero qué sé yo! El Maleficio Imperius y Veritaserum deben ser las cosas más leves que él debe manejar. Hay un mundo de magia negra inimaginable, a través del cuál el podría averiguar cosas incluso de un cuerpo muerto… prefiero que él tenga mi cadáver vacío, que poner en riesgo la vida de mis amigos.

01-12-88

Querido Diario:

No sé qué tan normal es que me esté volviendo loca. Con cada ruido que escucho me sobresalto, miro para todos lados y el corazón me late a toda velocidad.

El otro día, estaba cocinando, y sentía en la nuca una punzada como si alguien me estuviera asechando. Eso me puso bastante nerviosa. Me transformé en pantera, y me escondí bajo la mesa. ¡Bajo la mesa! ¡Como si alguien que quisiera matarme se detuviera por eso! Pero el pánico no me dejaba pensar. Miraba a todos lados como una loca… no me atrevía a salir de ahí.

¡Por Dios! Me siento tan estúpida de estar contando esto... porque yo misma me siento como una idiota ahora que lo pienso, pero es así. Mi vida es así ahora. Temor y más temor.

En ese momento, Severus llegó de trabajar. Me miró, sonrió burlonamente y dijo:

-¡Por favor, Sarah! ¡Sal de ahí! Créeme que el Señor de las Tinieblas te mataría de todos modos si así lo quisiera… ¿o acaso crees que se pondrá a jugar a las escondidas contigo?

Salí y me transformé.

-Lo siento. Si tu estuvieras aquí solo, de seguro también tendrías miedo…

-Si no hubieras renunciado al trabajo, no tendrías que estar aquí sola.

-¡Como si ir a trabajar fuera una protección! ¡Hay más Moprtífagos infiltrados en el Ministerio, que los que hay afuera matando muggles! –repliqué- No sé cómo no estás asustado.

-Que no lo demuestre no quiere decir que no lo sienta…

-Con el amor y el deseo te sucede lo mismo… no veo por qué seguir de esta manera.

No me dijo nada. Se dio media vuelta y subió al cuarto. Y ojalá me hubiera respondido. Ojalá saber cuánto vale la pena que diga esperándolo.

¿Y esperando qué? A estas alturas no sé si lo que espero es que me ame o que no. Ya te había mencionado que con él nunca se sabe. Que un día se levanta y está todo en orden, y al día siguiente parece que me odiara. Y yo necesito que se levante y me diga la verdad. Si me ama arreglar las cosas, y si no. irme y tratar de olvidarlo. Irme con Sirius… cumplir mi promesa de darle una oportunidad si no era feliz con Severus.

Pero no sucede ninguna de las dos cosas. Y lo peor es que sé que podría pasar el resto de mi vida esperándolo. Aunque no sé si de verdad estoy lista para saber. Tal vez tengo más miedo de enterarme que no me ama, que de seguir así.

Paso el día entero en silencio y pensando. En el, en mí, en los chicos. Cuando pienso en él, siempre se me ocurren cosas diferentes. Hay días que estoy segura de que en cuanto llegué hablaré con él aunque tenga que hacerle un Maleficio Imperdonable hasta que confiece; pero otros en los que creo que empacaré mis cosas, y me iré antes de que regrese de trabajar. A veces pienso en quedarme aquí hasta morir, pero que no voy a abandonarlo cuando más lo necesito...

No sé. La realidad, es que no sé.

13-12-88

Querido Diario:

Hoy recibí una grata visita. Joda vino a verme. Me sorprendí mucho al verlo, no esperaba que regresara luego de la última vez que lo vi.

Lo invité a pasar y tomar el té. No necesitamos contraseña, porque yo estaba completamente segura de que se trataba de él. Nadie podría disfrazarse de Joda, uno nota que es él por la forma de mirar. Igual (solo por paranoia mía) guié la conversación por temas que sólo él y yo sabíamos. Hablaba del tema como si lo hubiera vivido ayer, así que me quedé completamente tranquila y relajada, pasé un buen rato.

En ese momento, llegó Severus, entró a la casa y fulminó a Joda con la mirada. En otras circunstancias me hubiera molestado, pero supongo que hoy por hoy que aún me cele es buena señal. Claro que jamás pensé que habría una razón por la que lo vería de modo positivo.

-Cualquier cosa estoy arriba -dijo tranquilamente, subió y desapareció de mi vista.

Ya era de noche.

-¿Cómo es tu vida con él? -preguntó.

-Es difícil de decir. Hace un tiempo era de una manera, pero las cosas cambiaron mucho.

-Estamos en guerra, Sarah, es obvio que las cosas cambian.

-Lo sé. Antes nos divertíamos en nuestros ratos libres y desearía aunque sea un minuto de un día volver a lo mismo.

-Te entiendo… a mi me pasa lo mismo con Hogwarts. Creo que es el lugar más mágico que existe, uno nunca supera dejar el colegio. Por más que sea feliz y tenga una vida plena…

-Yo no lo extraño.

-¿No? ¿No extrañas pasear por los terrenos un Sábado? ¿Que tu más grande preocupación, sea una tarea que no hiciste o un examen para el que no estudiaste? ¿Esperar un Domingo rogando que en la semana se anuncie que iremos al pueblo? ¿Tomar Cerveza de Manteca en las Tres Escobas con tus amigos? ¿Que tu peor miedo sea La Casa de los Gritos? –hizo una pausa-. Yo lo extraño. Pienso a veces que con la llegada del Hombre Oscuro, nadie jamás va a poder vivir lo que nosotros vivimos.

Lágrimas bajaban de mis ojos. Nunca lo había pensado. La verdad es que sí extraño Hogwarts después de todo.

-A veces… -siguió- pienso en los alumnos que están allí hoy… tal vez, dentro de unos años, no quieran guardar Hogwarts en su corazón, porque lo recordarán como una época donde se respiraba terror… si es que las cosas llegan a cambiar. No llores, Sarah.

-No me pidas eso, John. Tienes toda la razón del mundo. A veces pienso que rendirme y morir es la mejor opción. No puedo vivir así.

-Duele escucharte hablar de esa manera… -me secó las lágrimas-. Yo recuerdo cómo eras. Siempre estabas feliz, parecía que cuando no sonreías el cielo estaba nublado. Eras se esas personas que uno sabe que hasta en el peor de los momento, hará reír al mundo. Cada vez que te metías en aprietos, tenías un As debajo de la manga. Y si no lo tenías, lo inventabas. No pierdas nunca todo eso, Sarah, porque es tu mayor fortaleza.

Pero es imposible no perderlo… no se lo dije para no discutirle, pero es cómo me siento ahora. No puedo reír así como si nada. Eso es para Hogwarts, no para una guerra.

Extraño a Lily, a James, a Remus. Y a Sirius comienzo a extrañarlo en cuanto se va. ¿Cómo quiere que sonría con gente muriendo día y noche? Al menos yo puedo elegir de qué lado estar. Para Joda las cosas no son tan fáciles, toda su familia es de “sangre limpia” y obviamente quieren que él se pase a ese lado. El tuvo que dejar todo para no tener que unirse al Lado Oscuro… por eso vino a verme. Quería que no me preocupara si él desaparecía, porque se escondería.

Me dijo:

-Y tú también hazlo… ocúltate.

-Enfrentaré mi destino sea cual sea, John, no voy a esconderme.

-Hazlo, no te dejes atrapar… no esperes que Snape también decida esconderse… vete. No sabes de lo que el Señor Oscuro es capaz. Yo voy a irme pronto, y quiero hacerlo sabiendo que estarás bien.

-Estaré bien, John. No te preocupes.

Se fue. No me convenció, pero sería mentira si dijera que no estuve pensando en eso. El otro día, empaqué todas mis cosas, fui hasta la puerta… y luego imaginé a Severus llegando a casa y leyendo la nota que le escribí, y no pude hacerlo. No pude. Me puse a llorar y subí. Nuevamente a desempacar todo. No puedo dejarlo solo.

Mientras guardaba mi ropa nuevamente me imaginaba qué habría pasado si me hubiera marchado, me imaginaba que al día siguiente la marcha tenebrosa estaba sobre mi casa, que Severus era asesinado y supe que no podía dejarlo solo. No puedo hacerlo, lo amo demasiado.

Se acerca la Navidad. Espero que eso al menos mejore la relación. Sé que no es mágica y que no me va a solucionar todos los problemas, pero tal vez pasarla juntos es todo lo que necesitamos. Además de, en mi caso, comer hasta que la comida se me salga por las orjeras, porque bajé como 10 kilos con tanto estrés. Yo ya era flaca antes, así que imagínate que ahora se me notan todos los huesos…

También quiero hablar con Dumbledore por lo que Sirius me dijo, pero a duras penas me contesta las lechuzas. Lo hace sólo para decirme que está muy ocupado como para hablar conmigo, pero que me avisará cuando tenga tiempo. Así que no veo la hora de que me dé “luz verde” (como diría un muggle) para ir a su oficina.

28-12-88

Querido Diario:

Hoy más que nunca necesito escribir. Pasó algo terrible. Lo escribiré lento por lo mucho que me cuesta encontrar las palabras. Estuve los últimos tres días llorando a oscuras en el cuarto, no puedo controlarlo… no sé cómo decir esto, pero… lo intentaré.

Todo empezó en Noche Buena. Severus había recibido una lechuza del Ministerio, diciendo que le tocaría trabajar ese día. Me dijo que llegaría a la hora de la cena. Preparé todo y me senté a esperarlo. No llegaba y la preocupación y los nervios estaban desbordándome.

Me puse a limpiar un poco más, para no pensar en el miedo, para no pensar en la cantidad de cosas horribles que podrían haberle sucedido, o que podrían sucedernos a ambos.

De pronto el fuego de la chimenea se puso verde, y pensé que era él, pero no. Un sujeto extraño y enmascarado salió de ahí. Miles de veces la paranoia me había llevado a pensar qué haría, si eso algún día sucediera… pero en ese momento el cerebro no me funcionaba. No podía pensar.

El cuerpo me pesaba, tenía los pies pegados al piso y las manos… las manos no iban a la varita. No hacían nada. Me temblaba la mandíbula mientras ese hombre se me acercaba. Lo extraño es que hace tiempo que no usamos polvos Floo. Desde que supimos que los Mortífagos los usaban incluso bajo las narices del Ministerio. Eso, no podía ser otra cosa que poderes superiores.

Él, sea quien sea, levantó la varita, y entonces desaparecimos. Reaparecimos en un salón grande. Parecía de un castillo viejo, o una mansión vieja… o algo así. Había más seres encapuchados allí, estaban rodeándome a una prudente distancia. Miré a todos lados aterrada y si entender.

Entonces, escuché una voz… una voz tan fría que me heló la sangre y me caló los huesos, y lo sigue haciendo aún cuando lo recuerdo. Todas las cabezas se giraron en una dirección, y los seres de negro se abrieron para dar paso a la criatura más horrenda y escalofriante que jamás haya visto.

Perdóname, diario, pero no puedo describírtela… a duras penas puedo recordarla sin ponerme a llorar como una cobarde e idiota, así que menos podré escribirlo.

-¡Feliz Navidad, niña! -me dijo alzando los brazos.

Todos rieron. El resto te lo contaré después. Ahora me tiemblan demasiado las manos como para seguir con esto.

- - - - -

Ya estoy un poco mejor, pero tal vez vuelva a parar dentro de un rato.

Cuando las carcajadas de los Mortífagos cesaron, él, sonriendo, prosiguió. A todo esto, yo seguía sin poder moverme. El Señor Oscuro se acercaba a mí lentamente.

-Así que tú eres Sarah… ahora que te veo comprendo algunas cosas más. Seguramente te preguntarás por qué estás aquí y la respuesta es simple: para sufrir y luego morir, como toda la gente que traigo –rió-. Era obvio, pero de todos modos lo destaco por si acaso algún mago idiota piensa que puede vivir luego de haber visto todo esto. En fin. Te explicaré un poco más… estás aquí porque eres una persona querida por personas que me interesan. Una de ellas es Albus Dumbledore, la otra es un servidor… Crucio! -al instante caí al piso sintiendo un dolor terrible en todo mi cuerpo… pero no era un dolor cualquiera, era uno que parecía brotar de mis propias entrañas, era de adentro hacia fuera, e iba en aumento.

Nunca creí que el ser humano podría sufrir algo así… y menos creí que el dolor de recordarlo sería peor.

-Cuya fidelidad, podré a prueba esta noche… Crucio!

De nuevo… tanto dolor.

-No tengo otro interés particular en ti. No eres una persona que yo querría matar en persona… así que esperaré que tú misma elijas si quieres morir, o enloquecer de dolor… Crucio! ¡Y no olvidemos a los Potter! ¡Esos escurridisos amigos que tienes! ¡Veremos cómo les sienta tu muerte! Crucio!

Era un dolor que no provocaba lágrimas. Un dolor demasiado superior para manifestaciones físicas. No me dejaba pensar, no me dejaba respirar, no me dejaba moverme… y no me dejaba llorar.

El reía. Su carcajada era helada y vacía. De pronto… seriedad.

Señaló a una persona de todas las que estaban allí, y le ordenó:

-¡Tú! ¡Suplántame! ¡Termina con esto, o te mato a ti también!

Por su contextura física, me di cuenta que se trataba de un hombre. Caminaba como paralizado. Busqué su mirada, pero tenía los ojos cerrados. Tal vez era una persona conocida y no quería que viera el color de sus ojos.

Se paró frente a mí, que todavía no podía reaccionar. No sé por qué no me desaparecí, no se por qué no me defendí. El terror me estaba ganando, me estaba dominando.

-Crucio! -dijo con una voz que parecía fingida.

Un nuevo ardor brotó de mis entrañas, pero era menor al anterior. Alto, por supuesto, pero no tanto como el que el mismísimo Señor Oscuro podía provocar. No puedo seguir. Vendré después.

- - - - -

No sé cuantos maleficios me hizo aquél hombre. El Señor Oscuro miraba desde un extremo de la ronda elíptica, que nos envolvía a mí y al torturador.

Con cada conjuro menos fuerza me quedaba… y si antes no podía reaccionar, en ese momento menos todavía.

Me siento tan estúpida… tanto tiempo lanzando maleficios en el colegio, maleficios innecesarios… y en ese momento mi vida dependía de ellos, y…

Lo siento, no podía seguir. Ya regresé.

- - - - -

Yo seguía en el piso, y sólo me limitaba a respirar cuando el maleficio cesaba y esperar el impacto del siguiente. Hasta que en un momento el Mago Tenebroso, dijo:

-Fidelidad comprobada. Ha resistido cuerda más de lo que esperaba… en fin. ¡Mátala!

Pero otro mago tenebroso avanzó:

-¡No! –gritó el encapuchado.

-Avada Kedabra! -y el extraño ángel defensor estaba en el piso. Sin vida.

Entonces, su túnica de Mortífago y su máscara desaparecieron. Puede ver de quién se trataba y fue un impacto demasiado grande. Miré al Señor Oscuro, lo miré a los ojos… y fue lo último que vi.

Me desaparecí. No sé cómo, porque no tenía la varita en la mano.

Una cegadora luz blanca y estaba de pie en casa. Me dejé caer de rodillas, sentía mucho dolor, pero ya no físico…

Joda… Joda estaba muerto. Y era Mortífago… ¿Cómo, él? No podía creerlo… por eso quería que me fuera, él sabía que eso sucedería. Sabía que el Señor Oscuro me buscaría para poner a prueba su fidelidad… y sabía que no podría serle fiel.

Y yo no le hice caso… si lo hubiera hecho, él no estaría muerto. Pero en ese momento, no podía llorar por él. No sé por qué, pero el llanto no me salía… era como si mis lágrimas se hubieran acabado.

Tampoco sé cuanto tiempo estuve ahí arrodillada, esperando. Tampoco sé qué era lo que esperaba.

Llegó Severus, lo miré a los ojos. Su mirada era extraña, era blanda, era de preocupación. Por primera vez en tanto tiempo…

Me levanté y fui corriendo hasta dónde él estaba. Lo abracé, lo abracé con todas mis fuerzas, y él me abrazó también. Ahí fue cuando lloré, y desde ese momento, no pude detenerme. El cuidadosamente me fue llevando hasta el sillón, y se sentó a mi lado sin dejar de rodearme con sus brazos. Me acariciaba la espalda y la cabeza. Me besó en la frente, y se quedó allí conmigo toda la noche.

Dormí a su lado. Tenía los ojos irritados y ardientes cuando amaneció. Seguía con el rostro mojado, pero sobretodo… seguía con él a mi lado. Mirándome. Amándome con la mirada que más valoro en el mundo.

Cuando levanté la cabeza y la despegué de su pecho, el me secó el rostro con sus manos. Estaba muy callado, no me preguntó qué había pasado, y yo no podía explicárselo tampoco, pero algo necesitaba decirle, para convencernos de ocultarnos.

-El me buscó anoche. John ha muerto. Era Mortífago.

El no dijo nada.

-Tenemos que escondernos, Severus, él me buscará de nuevo como hace con Lily y James.

-Sí, nos ocultaremos. Haremos hoy mismo el encantamiento Fidelio. Busca la ayuda de Dumbledore -dijo, me besó en la frente nuevamente.

-No quiero que nadie más muera por mi culpa, Severus, no podría soportarlo.

-No fue tu culpa, él decidió seguir al Señor de las Tinieblas… y si no lo hubiera hecho nada habría ocurrido. Tu no puedes culparte por eso –me calmó, mientras secaba mis lágrimas.

Nuevamente comencé a sollozar sin control. Él me aferró en un abrazo resistente.

Entrecortado, le dije lo que más me estaba mortificando:

-¡No pude hacer nada! ¡Estaba armada! ¡Tenía mi varita en el bolsillo de la túnica y no hice nada! ¡Siete años estudiando conjuros! ¡Siente años inventando maldiciones con mis amigos! ¡Siete años! ¿Para qué? ¡PARA QUE LLEGUE EL MOMENTO DE PONERLOS A PRUEBA Y NO PODER HACER NADA! ¡NO PODER SALVAR NI MI VIDA NI LA DE JOHN!

-¡Cálmate! ¡Tranquila! -me dijo mientras me acariciaba.

-¡NO PUEDO ESTAR TRANQUILA! ¡NO PUEDE SER QUE SEA TAN ESTÚPIDA! ¡UN SQUIB ES MAS COMENTENTE QUE YO!

Y contra todo lo que él me dijo ese día para intentar hacerme creer que soy una buena bruja, sigo pensando que soy lo más inútil en el mundo mágico y que la muerte de Joda fue mi culpa.

No me atrevo a pedirle a Albus participar en su lucha contra el Señor Oscuro. ¿Con qué cara podría decírselo luego de lo que pasó anoche? ¿Qué pensará de mí?

Supongo que al igual que yo, se dará cuenta de que no sirve de nada una guerrera que se deja invadir por el pánico, y que lo mejor será tenerme aquí oculta, que intentando ayudar y que los míos mueran por mi incompetencia.

Todavía no puedo creerlo. Lo sé, sé que ocurrió y que es verdad… pero mi mente no puede asimilarlo.

Con cada día que pasa, es un nuevo llanto, porque es como si cada día recibiera esa noticia por primera vez. Hoy se me hace extraño haber creído que la Navidad traería felicidad, a ese irremediable mundo de tinieblas.

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