domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 9 --- Víspera de Navidad

Chloe no quiso dejar pasar un día antes de hablar con Hannah de lo que había sucedido el día anterior, pero no quería sacar el tema delante de Summer. No conocía a esa chica, y le incomodaba la idea de hablar de su relación con su mejor amiga delante de una extraña. Ann y Summer pasaban todo el día juntas, lo que complicaba que Loe encontrara un momento para hablar.

Siempre se prometía a sí misma que ese día hablaría, esa tarde hablaría, esa noche hablaría... pero cada vez que llegaba el momento, se le pasaba el tiempo demasiado rápido en presencia de Nico, y lo posponía una vez más. En una ocasión que tuvo una gran oportunidad de hablar, la dejó pasar por miedo a la reacción de su amiga, ya que temía más una pelea definitiva que una relación distante.

Se acercaba la última visita a Hogsmeade antes de las vacaciones de Navidad, y Loe no se animaba a decirle a Hannah si no quería ir con ella a comprar los regalos y de paso poder hablar un rato. Una mañana, mientras Ann ordenaba su baúl y Summer estaba quién sabía dónde, Chloe juntó coraje:

_Ann... ¿quieres ir conmigo al pueblo a hacer las compras navideñas? Pensé que podríamos, tal vez... pasar por Las Tres Escobas y tomar algo. No sé... ¿qué te parece?

_Sería lindo, Loe, pero... le prometí a Summer que la ayudaría a escoger los regalos. Pero no hay problema, de todos modos nos veremos en casa todas las vacaciones, así que...

_Es que me quedaré en Hogwarts esta Navidad. Le prometí a Nícolas que me quedaría con él. Vive lejos de Hurlingham, y serán las únicas vacaciones que podamos estar juntos. Ya sabes lo que opinan mis padres... jamás me dejarían irme de vacaciones con él.

_Claro, lo entiendo. Igual, tu madre sabe que estás de novia ¿no te dirá nada?

_Sabe que estoy de novia, pero no sabe que él se queda... –sonrió con picardía.

Hannah rió.

_Bueno, entonces... nos vemos cuando yo regrese. Podemos ir juntas la próxima ida al pueblo.

_Seguro –confirmó Chloe.

_Bueno, entonces queda arreglado –corroboró Hannah, segura de que ese día jamás llegaría-. Ahora, debo irme. Sum me debe estar esperando abajo. Adiós.

_Adiós.

* * *

Summer y Hannah caminaban por Hogsmeade. Era la primera vez que lo veían nevado, y era una hermosura. Adornos de Navidad colgaban de todos los negocios, y las guirnaldas pendían de techo a techo, cruzando la calle.

Habían comprado varias cosas y las habían reducido de tamaño con magia, para que les entraran en los bolsillos y no tuvieran que cargarlas. Iban riendo y planeando en qué momento podrían verse esas vacaciones.

Ann le contó a Summer que ella y sus amigos, siempre se juntaban en su casa después del brindis de media noche, y luego salían al pueblo a festejar por los bares hasta el amanecer. Le dijo que si la dejaban, podría ir y quedarse a dormir es su casa.

_No lo sé, Ann... no conozco a tu amigos... me sentiría de lado.

_Créeme que no. Son chicos verdaderamente simpáticos y te integrarán al grupo rápidamente.

_Bueno, pero dime... ¿A dónde les has dicho que estudias? A ver si todavía te contradigo y quedamos en evidencia.

_Sólo les dije que tenía una beca en un prestigioso colegio de Londres dónde habían estudiado mis padres...

_Yo dije lo mismo. Es más... mi supuesto colegio se llama Smelltings, y usamos un uniforme naranja horrible que lleva un bastón –rió Sum.

_¿Les dijiste que vas a un colegio de hombres? –se extrañó Hannah.

_No sabía que era de hombres hasta que lo mencionaste. Pero no hay problema, porque es muy poco probable que se enteren... jamás viajan a Londres.

_¿Y si abren Google.com y ponen “Smelltings”?

_Ruego a Dios que no se les ocurra... o que ese colegio no tenga página web.

_¡Oh por Dios, Sum! ¿Qué colegio muggle no tiene página web? Hasta mi ex-colegio, el Hally Heart Of Jesus Institute la tiene... ¿es que acaso vives en el mundo de los magos?

_Para serte franca... prácticamente sí. Es más, para poder usar mi celular, tengo que salir de mi casa... hay tanta magia en el aire que me falla la señal.

_Entonces si no me respondes los mensajes es por eso.

_Probablemente.

Habían llegado a una bifurcación en el camino. La que dividía la calle principal del pueblo, y el camino a la casa abandonada.

_Estoy cansada de ver tanta gente. Ya que compramos todo lo necesario ¿vamos a la vieja casa a conversar tranquilas? ¡Las Tres Escobas va a estar llenísimo!

_Tienes razón. Es más, el lugar me agrada así que podríamos convertirlo en nuestro lugar secreto.

_Más que secreto, Sum, nadie en su sano juicio iría hasta allá...

Unos minutos más tarde, estaban sentadas en el patio trasero, en la misma verja que la vez anterior. Admirando los terrenos lejanos, blancos y con el lago congelado.

_¿Sabes? –comenzó Summer-. Estoy cansada de Aritmancia... creo que tomaré contigo Adivinación el próximo mes. Hablé con la profesora y dijo que no tiene inconveniente en que me cambie de asignatura. Dijo que había un par de alumnos que estaban esperando que se desocupe algún lugar, así que menos problema habría.

_Lugar, eso es... tendría que averiguarte si hay lugar en Adivinación, pero creo que sí, porque hace un tiempo Hermione Granger dejó de cursar, y nadie más ha entrado desde entonces. Te gustará la materia. Lo más probable es que la profesora prediga tu muerte, pero es normal...

_Estoy acostumbra, mi madre me la predice cada vez que olvido lavar los platos de la cena y a ella se le juntan con los del desayuno –rió Summer-. ¿Qué miras con tanta atención?

Luego de su última palabra, Hannah se había quedado perpleja. Al lado de la puerta trasera, se encontraba Sarah, crecida, de pie... A solo unos metros de ahí. Cuando Ann reaccionó, comenzó a correr hacia ella, que le hizo un gesto de que la acompañe, y comenzó a trepar por la pared hacia el segundo piso con una destreza admirable. Cuando Hannah llegó hasta la casa, lo comprendió: oculta en la enredadera de hojas grandes, había una escalera de mano oxidada. Comenzó a subir, seguida de Summer.

El corazón le latía a toda velocidad, no podía creerlo. Llegaron al techo, pero no a una parte de tejas, sino a una especie de planicie de cemento que tenía agujeros de dónde salían caños. Debía ser un baño que nunca llegó a construirse.

_¿Adónde se fue? –preguntó Hannah.

_¿Quién? –preguntó Summer, jadeando.

_¡Sarah! ¡Estaba aquí hace unos instantes!

_No, no estaba...

_Sí, es... ¡No! ¿Lo imaginé?

_No creo, si no, no hubieras visto la escalera. Debió ser alguna visión, mostrándote algo...

_¿Qué?

Summer miraba sobre el hombro de su amiga. Señaló.

_Que esa es la única ventana de la casa que no está tapeada.

El corazón de Hannah comenzó a latir con brusquedad nuevamente, a medida que volteaba con lentitud. Temía ver a Sarah observándola a través del vidrio... o temía no verla.

Se aproximó a la ventana, y sin previo aviso, le pegó con el puño cerrado rompiendo el vidrio. Sum la miraba sorprendida.

_El conjuro de Manos de Ladrillo. Leyendo el diario aprendí que siempre hay que llegarlo puesto, porque nunca se sabe cuándo uno va a necesitarlo.

Como ya lo había usado, decidió deshacerlo. Sus manos eran significativamente más pesadas con él.

Con delicadeza y cuidado, Hannah pasó la mano a través del agujero y movió el pestillo que trababa la ventana desde le interior. Lentamente pasaron por la ventana fijándose en los pedazos que vidrio que estaban en el alfeizar. La luz que entraba era suficiente para notar dónde estaban, era una recámara con pocos muebles grandes, cubiertos con tela blanca, medio amarillenta por el paso del tiempo. Había polvo por todos lados.

Caminaron lentamente, y comenzaron a quitar las telas. El mueble cuadrado del medio, era una cama matrimonial, bastante alta. Les debía llegar a la cintura. A los lados, las mesas nocturnas, cada una con su velador. Del lado izquierdo de la cama, más bien, de la mesa de noche de la cama, había un baúl antiguo con siete candados. Del lado derecho, en la esquina diagonalmente opuesta, había un armario enorme, que llegaba hasta el cielo raso. No quisieron sacar la tela, porque no sabían si podrían ponerla nuevamente. Simplemente pasaron debajo de ella y abrieron las puertas.

Había muchas cajas en el interior. Unas, de más o menos medio metro de ancho, largo y alto, decían: “5º Año”, “4º Año”, “6º Año”, etcétera. Otras, más grandes, tenían carteles como: “Ropa – Otoño”, “Ropa – Verano”.

_Es raro que la ropa siga aquí ¿No crees? Generalmente cuando alguien se muda se lo lleva.

_A lo mejor no era ropa que le importara, o les importara –sugirió Ann, mientras ayudaba a salir a Summer del ropero, y acomodaban la tela en su lugar.

_Así y todo, yo regalaría la ropa a los pobres si no la necesitara... me sigue pareciendo extraño.

_Tal vez la persona que vivía aquí huyó y no tuvo tiempo de hacer maletas –propuso Hannah, pensando en Sarah.

_¿Hablas de Sirius Black?

Hannah no llegó a decir que no era lo que tenía en mente, porque un ruido en el piso de abajo las interrumpió. Les heló la sangre. Era uno de esos sonidos que, definitivamente, no era bueno escuchar en una casa solitaria, y mucho menos en esa.

El ruido, era el de una puerta al abrir y cerrarse bruscamente. Tardaron un par de segundos en reaccionar. Intercambiando miradas de terror, se levantaron con lentitud y comenzaron a tapar los muebles haciendo el menor ruido posible y dando menos pasos de los necesarios.

Las pocas palabras que dijeron fueron en un susurro casi inaudible. Escuchaban que abajo alguien caminaba de un lado a otro de la casa, como si buscara algo. Ellas fueron hasta el extremo de la ventana, para intentar salir. Una vez que Summer estaba afuera, Hannah comenzó a escuchar pasos en la escalera. Con el corazón palpitándole tan fuerte que lo escuchaba y sentía en todo el cuerpo, salió a través de la ventana. Por los nervios no calculó bien y se hizo un profundo corte en la mano.

Volvió a pasar la mano, la que estaba sana, y cerró la traba de la ventana desde adentro.

_Reparo! -susurró, y los vidrios volvieron reparados al cristal, menos de un segundo antes de que la puerta se abriera.

Las chicas no habían tenido tiempo de bajar por la escalera de mano que daba al patio trasero. Se pegaron a la pared para no ser vistas, una a cada lado de la única ventana que había en ese muro.

Escuchaban los pasos dentro de la habitación, lo cual las ponía aún más nerviosas. Summer, que era la más cercana al borde de la pared donde estaba la escalera, comenzó a moverse lenta y sigilosamente. Hannah no entendió lo que pretendía, hasta que vio que doblando en la esquina del muro en el que se apoyaban, había una viga por la que podían caminar y ocultarse, antes de que al extraño o extraña se le ocurriera asomarse por la ventana. Estaban seguras de que eso ocurriría, porque lo más probable era que también le llamaría la atención una ventana sin tapear.

Hannah se agachó para pasar debajo de la ventana y seguir a Summer, pero sentía las piernas como si fueran de gelatina al moverse, y de cemento cuando intentaba levantarlas. Estaba muy nerviosa y el exceso de adrenalina dentro de su cuerpo, comenzaba a nublarle la vista.

Ambas doblaron por la viga, justo antes de escuchar que alguien abría la ventana. Pero en ese momento, la altura les daba más miedo que ser descubiertas. Estaban agarradas de las ramas más firmes de la enredadera, y les ardían las yemas de los dedos. Cruzaban miradas en esos eternos momentos, pero ya no eran de terror sino de puro pánico.

Escucharon la ventana cerrarse, y también un portazo en la puerta del cuarto. No se animaban a moverse, pero no les quedaba otro remedio... el intruso podría ir al patio de atrás, y de seguro notaría que había dos niñas paradas en la viga que dividía un piso del otro.

Como pudieron, caminaron con precaución y la calma que les quedaba. Se agacharon y gatearon casi al ras del piso para no ser vistas.

Una puerta se abría, pero no era la de atrás, sino la de adelante. Pegaron sus panzas a la planicie de cemento y esperaron hasta que los pasos se alejaran y luego se arrastraron a la escalera de mano.

Cuando estuvieron abajo y se sintieron casi en tranquilidad, respiraban agitadamente. Hannah se llevó una mano a la frente.

_Desmáyate si quieres, pero no te agarraré. No me queda fuerza para nada, no recuerdo cuándo fue la última vez que estuve tan tensa y con tanto miedo.

_Lo mismo digo, pero no tengo ganas de desmayarme... aún.

Cuando el calor que les explotaba dentro como consecuencia de los nervios se apagó, sintieron muchísimo frío. En el momento no se habían dado cuenta, pero habían hecho “cuerpo tierra” en una superficie cubierta de hielo y un techo lleno de nieve. Estaban empapadas.

_¡Quiero volver al castillo! ¡Vamos por favor! –rogó Summer tiritando.

_Sí, pero no podemos usar ese camino. Si quien sea que entró nos escuchó, debe estar oculto esperando que salgamos desprevenidas como presas de casería.

Sum no había pensado en esa probable alternativa, y le entró miedo. Tuvieron que caminar bastante hacia los terrenos del fondo, y dar una gran vuelta por el bosque. Estaban asustadas, el día estaba nublado, y en la espesura del bosque desconocido, estaba muy oscuro. Parecía de noche. Escuchaban ruidos extraños a su alrededor, y permanentemente volteaban a controlar que nadie las siguiera. Sintieron un gran alivio al salir finalmente de allí. Estaban en la calle que daba a la casa abandonada, pero bastante más cerca del centro del pueblo de lo que creían.

Se apresuraron a llegar a las carrozas, porque lo último que les faltaba, era perder una y tener que esperar quietas y heladas hasta que llegara otra. En el camino, ninguna de las dos habló. Llegaron al castillo y deambularon rumbo a la Sala Común, en completo silencio.

Cuando estuvieron en el cuarto, aún muertas de frío, Summer cerró la puerta.

_Nunca tuve tanto miedo en mi vida... –comunicó.

_La verdad... me quedé completamente espantada –anunció Hannah-. Estoy temblando. Tomaré ropa limpia e iré a darme una ducha caliente.

_Buena idea, y después... ¿Bajamos a tomar un té?

_¡Ay, Summer! ¡Tú sí que sabes leer mentes!

Así lo hicieron, y las cosas se veían mucho mejor una vez que estuvieron en el Gran Comedor, tomando un té mientras hacían la tarea.

Summer estaba resfriada y estornudaba todo el tiempo. Cuando no estaba estornudando o sonándose la nariz, estaba insultando a Hannah, porque haber estado en la misma situación que ella, y no haber estornudado ni una vez.

_Ya te lo dije hace mucho: soy inmune al frío. Es decir, ya de por sí soy resistente a las bajas temperaturas. Hoy me congelé, pero no tanto como para enfermarme.

_¡Oh! ¡Cállate!

Las chicas quisieron adelantar toda la tarea posible, para tener libres las vacaciones de Navidad. Como era la última semana, había materias de las cuales ya habían tenido la última clase, y por lo tanto ya tenían anotada toda la tarea que debían hacer. Lo único que quedaba era hacerla, para llevarse en el baúl la menor cantidad de libros y pergaminos posibles. Nuevamente, se habían anotado juntas en los trabajos prácticos de a dos para no tener inconvenientes a la hora de sentarse en sus casas a hacerlos.

_Mi casa tiene una oficina –comentaba Summer-, que en realidad es de mi padre pero me la presta. Si quieres, cuando tengamos que hacer lo de Pociones, podemos encerrarnos allí...

Si bien esos días parecían ser divertidos según lo planeado, Hannah no dejaba de pensar miles de modos de preguntarle a su mamá si era su madre biológica. Deseaba de todo corazón que su madre no se sintiera herida con tal pregunta, y que entendiera lo confuso que es enterarse que hubo una persona idéntica a uno, que casualmente tuvo un hijo del que nunca se supo nada.

El asunto más extraño, era que Sarah jamás le había contado a su mejor amigo y confidente que estaba embarazada. ¿Por qué se lo había dicho a Dumbledore y no a Lupin? O tal vez Remus sí sabía, pero le había dicho eso para tranquilizarla. Si ella sabía que Dumbledore estaba enterado del embarazo de Sarah, podía preguntarle si tenía alguna idea de qué pudo hacer ella con su hijo cuando se fue.

Había miles de cosas que quería preguntar, pero en ese momento la más importante era la que quería hacerle a su madre. Claro que, no podía hacerla antes de las fiestas, porque si las cosas salían mal, sería una tensa Navidad para todos. Debía esperar no solo a llegar a su casa, sino hasta que fuera casi la hora de regresar.

A menudo se hacían silencios prolongados entre ellas, y Summer sabía distinguir a la perfección cuándo estos se debían a la concentración por la tarea y cuando a la preocupación. En esos casos, levantaba la mirada y esperaba a que Hannah se la devolviera. Entonces, con sus ojos clavados en los de su amiga, le decía:

_Tranquilízate... todo estará bien.

Ann le sonreía, y continuaban.

_Mira, Severus... yo te amo. Pero estoy cansada de esta situación...

_¿A qué te refieres?

_Esperé suficiente, yo creo. Primero el cinco de Febrero, luego el diez, después el quince... –enumeró- T esperé tanto que sucedió lo que menos quería que pasara... ¿cuánto tiempo más necesitas para que les digamos a todos la verdad?

_¡Tú no entiendes!

_¡No, tú no entiendes! ¡Si me amas tanto como dices, y quieres pasar el resto de tu vida conmigo... ¿por qué tienes tanto miedo de que todos lo sepan?!

_Lo dices sólo porque pasó eso con Black, pero si fue capaz de hacerte una cosa así, es que no valoraba tu amistad tanto como tú creías. Pero si estás molesta por eso, no te enojes conmigo...

Sarah se llevó las manos a la cara.

_No es solo eso –dijo-. Es que estoy cansada, quiero poder besarte cuando quiero, y no tener que estar todo el tiempo pendiente en los demás y en que no lo sepa nadie.

_En secreto estamos a salvo, no volveremos a estar tranquilos con las narices de los demás pendientes de lo que hacemos...

_¿Sabes cuál es el problema? –preguntó ella, y se veía que estaba muy triste-. Que solo tú estás tranquilo de este modo. Pero a mí me perturba mucho una idea.

_¿Cuál?

_Que sigo siendo menos importante que tu reputación. Y si tardaste tanto hasta ahora... jamás vas a hacerlo público ¿A quién quieres engañar?

Severus no dijo nada, sólo la miró sin saber qué hacer.

_Y creo que... –continuó ella- no soy una persona tan estúpida o desagradable como para ameritar que te dé vergüenza. Y ni hablar de la sangre, querido, porque de más está decir que somos igual de impuros...

Cuando terminó de susurrar eso, intentó irse.

_¡Espera! –la detuvo él- ¿Por qué desconfías así de mí?

_Porque no solo no me diste motivos para confiar, sino que también derrumbaste los que te tuve hasta ahora –lágrimas caían de los ojos de la niña-. Me di cuenta de que tal vez no estamos tan maduros como para seguir con esto...

_¿Estás terminando conmigo? –dijo él, no quería respuesta, en realidad era puro asombro y preocupación.

_Sí –confirmó ella rotundamente-. Esto no está yendo para ningún lado...

Hubo un temblor bajo los pies de Hannah, pero esta vez el lugar no desapareció, sino que se cambió por otro: el Gran Comedor.

Estaba abarrotado de alumnos. Parecía ser la hora más concurrida del desayuno. Sarah estaba sentada delante de Ann. No estaba comiendo, más bien parecía revolver su avena con la mente perdida. Sus amigos la miraban, y cruzaban miradas entre ellos, pero no parecían atreverse a preguntarle qué le sucedía.

En ese momento, se abrieron las puertas del lugar. Era Severus, se acercó a ella con paso decidido. Al verlo, Sarah se levantó y cruzó los brazos seriamente. No dijo nada. Él la observó unos segundos:

_Tienes razón –dijo.

Y sin previo aviso, la tomó por la cintura y la besó delante de todo el colegio.

Los de la mesa de Ravenclaw y Hufflepuff, tras unos segundos, comenzaron a aplaudir (a excepción de Joda), en Gryffindor todos se miraban y algunos aplaudían sorprendidos y divertidos; y en Slytherin, estaban más atónitos que todos los demás.

Ann vio la escena y no puedo evitar sonreír, pero luego vio el gesto de dolor en la cara de Sirius, quien se levantó de su asiento sin decir nada y se fue rápidamente sin que Sarah lo advirtiera.

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